Hola capturadores
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Una de las primeras cosas que recuerdo de mi vida es a mi pato Apolo. Yo tenía dos años y él era un pato amarillo metido en una caja de cartón de lejía en la terraza. Me lo compraron en el rastro. Porque en los 80 o tenías un pollito o un patito, y a mí me tocó lo guay. Lo llevaba a todas partes. Éramos inseparables. Pero un día fuimos a comer al campo, al huerto de la Daniela, una de las hermanas de mi tío Julián, y el pato desapareció. Según la leyenda infantilizada que se cuenta en mi casa hasta hoy mismo, Apolo se fue al río con su familia, a la que debió escuchar graznar desde la piscina vacía del chalet, donde yo lo vi por última vez. Aunque nunca he estado demasiado conforme con la versión, prefiero hacerme la distraida porque en mi casa no se come pato. Cuando pienso en Apolo tengo un recuerdo nítido de muchas cosas con él. Pero, sobre todo, de ese último día en el campo. Yo llevaba un bañador rosa fucsia, con unas flores cosidas al escote y unas zapatillas victoria color blanco. El pato me seguía a todos lados. Y en un despiste, no lo vi más. Eso es lo que creo que recuerdo. Pero no sé si lo recuerdo de verdad o es lo que he modelado en mi mente a base de escuchar la historia una y otra vez y desgastar las fotos que tengo de aquella época. Sí sé que me quedé como cuando a Tony Soprano se le fueron los patos de la psicina.
Y es que los recuerdos son muy caprichosos. Unos acaban teniendo sitio en nuestra memoria y otros, por muy vívidos que los tengamos, nos resultan tan intrascendentes que acabarán siendo reciclados en unos años. Asi de aleatoria es nuestra mente. La que hace que me sepa de memoria un montón de números de teléfono fijo que nunca usaré, o que solo me acuerde de tocar el Para Elisa, a pesar de los años de clases de piano, pero sea incapaz de recordar lo que cené ayer o el final de aquella serie que tanto me gustó en su día. Hay cosas que es como si no hubieran pasado. Me sucede también con algunos libros. Incluso con novelas que me gustan. No me da la cabeza para más. Necesito ir añadiendo cosas nuevas.
Esta semana hay muchas personas que habrán generado un recuerdo de los que no se olvidan. Lo habrán hecho en Estados Unidos y, sobre todo, en Bilbao. Unos, viendo el eclipse total de Sol y otros, ayer, viendo navegar a la Gabarra por la ría, 40 años después. Aunque no te guste la astronomía ni tengas ningún interés en el fútbol. Las personas necesitamos vincularnos emocionalmente a otras personas. Incluso a nuestros animales. Nos gusta sentir que pertenecemos a un grupo para muchas cosas de nuestra vida. Por eso celebramos con alguien, para generar momentos qure luego podamos guardar en nuestra memoria. De hecho, las emociones se contagian y en grupo se magnifican. Por eso casi todos recordamos el gol de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica aunque fuera nuestro primer partido de fútbol. O recordamos dónde estábamos el día en que murió alguien muy famoso, con el que teníamos alguna vinculación emocional. Así son los ritos.
Curiosamente, en todos los años que llevo en redes sociales, nunca he generado un recuerdo importante. Las cosas memorables rara vez suceden dentro de una pantalla. Sí a través de ellas, claro. Porque la tecnología nos ha permitido vernos las caras en momentos cruciales de nuestras vidas. Pero el cumpleaños o la Navidad que celebraste por Facetime o Zoom en la pandemia, a través de la pantalla no tienen nada que ver con la fiesta en la que juntaste a tus amigos a comer una paella, el año siguiente. Ni aquel concierto de Ismael Serrano que seguiste por Instagram, por mucho que te emocionara una tarde tonta del confinamiento, puede compararse al día que cantaste que querías ser una perra, agarrada a tu amiga Inés, en el concierto de Rigoberta Bandini en Viveros.
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Los recuerdos, eso sí, son puñeteros. Siempre pasan por el tamiz de la imaginación. Por el filtro de la memoria que todo lo dulcifica. Por eso a veces caemos en la trampa de la nostalgia. Esa que nos hace pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, cuando en realidad el mejor tiempo es siempre el que está por llegar. Por eso recordamos nuestra infancia en colores pastel y siempre en momentos de éxtasis, y hemos borrado de nuestra mente cuando fuimos el último al que eligieron en aquel emparejamiento de gimnasia, o cuando fuiste la última de tu grupo en encontrar novio. O incluso nos parece divertido cuando nos hicimos la heridas que nos dejaron estigmas en las rodillas o cuando nuestros hermanos nos metieron la pierna en el radio de aquella bici. No nos parece tan jocoso cuando nuestra mente, ese trastero de anécdotas buenas y malas, nos devuelve aquel momento en el que hicimos el ridículo en 1995, la cagamos en algo en 2006 o nos equivocamos en un paso de ballet del que nadie se dio cuenta en la gala de danza de 1996 en el auditorio. Esas cosas nos las arroja nuestra mente sin piedad. Como para recordarnos que todo eso también nos ha traído hasta aquí. Y a la muy puñetera le gusta sacarlo a relucir en ese segundo antes de dormirnos, o cuando estamos vulnerables. Esos recuerdos y los futuros. Esos de cosas catastróficas que nunca sucederán, pero que a ti te dan ansiedad al primer segundo.
Yo, por ejemplo, pienso en Apolo muchas veces. En si lo recuerdo de verdad o he creado esa imagen. Pero sobre todo, cuando vuelvo a casa, aún pido que me cuenten qué pasó con el pato de verdad. La Celia insiste. Pero lo de irse al río no me lo he acabado de creer ni con 39 años...y medio.
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Esta semana te traigo varias cosas que creo que te pueden interesar.
La primera es que la semana que viene vendrá a Captura Carmen Velasco para ayudarte a elegir libro para regalar, precisamente, el Día del libro. Nos va a dar unas sugerencias para que no tengamos que pensar. Pero si tienes alguna petición específica del estilo: 'busco novela negra, corta, pero con humor', seguro que Carmen puede buscar en sus recuerdos. Envíame un mail a marta.hortelano@lasprovincias.es o déjame un mensaje en Instagram @martahortelano y se lo digo a la Velasco, que te ayuda seguro.
La segunda cosa importante es que ya se ha presentado el cartel del Festival 10 sentidos que organizan las bailarinas oficiales de esta carta: las Taiat. Así que como sé que ya estás moviendo los pies de ganas de ir a ver cosas chulas esta primavera, te dejo aquí la programación. Sólo voy a decir una cosa. Yo ya tengo entradas para alguna cosa...Ah, y recuerda que la semana que viene vuelven a representar Judith. Muchos me habéis dicho que ya tenéis entrada. Los que no, ¿estáis seguros?
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Marta
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