![La revolución de volver a escribir con papel y boli](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/07/10/1482939379.jpg)
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Hay algo de revolucionario en sacar un papel y un boli y ponerse a escribir a mano. Casi exótico. Quizá porque es una práctica en desuso. Pero más allá del romanticismo de quienes aún tienen letra propia y amor por los objetos de papelería, la ciencia está del lado de la tinta y el papel porque, de momento, el ejercicio manual de agarrar un boli o un lápiz y caligrafiar algo sobre una hoja sí tiene unos beneficios contrastados para nuestro sistema de atención y aprendizaje que los teclados aún no han logrado demostrar. Lo tuvo claro hace casi 70 años Ramón Rubio, el fundador de la editorial por antonomasia, que ha enseñado a escribir a millones de niños y niñas en España desde Valencia. Y lo sigue teniendo su hijo Enrique, que encabeza la segunda generación de creadores de Cuadernos Rubio, donde también ha entrado ya Luis, su hijo y nieto de Ramón, que este año habría cumplido 100 años.
El legado del fundador de la firma valenciana ha supuesto que en la actualidad, la empresa lleve ya vendidos más de 330 millones de cuadernillos, desde que en 1956, un entonces profesor de mercantil y empleado de banca, decidiera abrir la 'Academia Rubio' para ayudar a centenares de alumnos a mejorar su llegada al mundo laboral. Ahí elaboró su método de fichas para mejorar la escritura y el cálculo, que acabaron convirtiéndose en el germen de lo que hoy es una gran empresa valenciana, con reconocimiento a nivel mundial. . En poco tiempo, los niños y niñas que usaban su método, en los años 60, comenzaron a despuntar en clase. Así que Ramón comenzó a tocar a las puertas de los centros educativos para ofrecer sus productos. Y así, las pautas de escritura y los problemas se convirtieron en un material didáctico que acabó en las casas de millones de escolares españoles. Los cuadernillos verdes eran los de escritura y los amarilllos, los de operaciones y problemas. Y así continúan casi 70 años después, como nos enseña Enrique Rubio, en una visita a las instalaciones de la empresa, donde este año están celebrando el centenario del nacimiento de su padre y fundador, que murió en 2001. «El poder de la nostalgia es importante. Cambiamos durante una época el color de las cubiertas y nos dimos cuenta de que habíamos perdido nuestra identidad. Con los colores de siempre conseguimos llevar al cliente a los momentos en que hacían los deberes mientras merendaban con sus abuelos», dice.
Cuadernos Rubio luce imponente en el polígono Táctica de Paterna. Su recién entrenado edificio es una extensión más de la filosofía de la empresa. De corte brutalista y con las ventanas con las mismas formas geométricas de los cuadernillos. Ahí albergan todo el proceso creativo de sus productos desde que apenas son una idea, hasta que se imprimen y empaquetan para salir con destino a los puntos de distribución o a las casas de quienes han elegido el comercio online. El precio de cada cuadernillo sigue siendo popular e inamovible: 1,50 euros. El papel sigue siendo el rey de las actividades infantiles para aprender a escribir. Cuenta Enrique que hace unos años desarrollaron una app para móviles y tabletas que cosechó gran éxito, pero el 99% de su negocio se lo siguen llevando las cartillas tradicionales. «La gente se está olvidando de escribir, pero por suerte el 'lettering' le está dando un impulso», cuenta. Con los cuadernos que editan, millones de españoles han dado forma a su letra. Han definido su estilo caligráfico y han puesto su personalidad en unos trazos hechos a lápiz o a boli. Ahora, las pautas que se utilizan son de una tipografía escolar digital, aunque con modificaciones. Pero en su día la firmaron calígrafos que con su letra marcaron el trazo de los escolares de la época. Ahora, aunque los cuadernillos clásicos siguen siendo los productos estrella de la marca, han sumado una nueva línea de negocio, con la estimulación cognitiva para los más mayores. «Con eso Rubio cierra el círculo. Con los cuadernillos aprendes de pequeño y de mayor aprendes a no olvidar», cuenta Enrique, el CEO de la compañía.
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Pero no sólo por una cuestión de puntos en los exámenes. Es que los expertos tienen claro que algo tan simple como sujetar un boli con la mano y apuntar algo tiene beneficios desde el punto de vista neuropsicológico. María José Álvarez, directora del máster en psicopedagogía de la Universidad Alfonso X el Sabio conoce bien este campo y es una firme defensora de que la escritura a mano ofrece ventajas «significativas» frente a los teclados. «Escribiendo a mano se activa una red neuronal más amplia y compleja que cuando tecleamos. Se activan simultáneamente las áreas motoras, sensoriales y atencionales del cerebro», cuenta. Gracias a ello, se crea «una huella mnémica más robusta, que facilita la consolidación de la información en la memoria a largo plazo.
¿Y cómo sucede? Pues porque cuando escribimos con boli, necesitamos procesar de una manera más profunda la información. «El cerebro debe coordinar la percepción visual de las letras con los movimientos motores finos necesarios para formarlas», explica la experta. Pero claro, teclear es mucho más rápido. Ahí no hay competencia. Sin embargo, esta velocidad puede acabar siendo contraproducente para el aprendizaje. Escribir a mano, aunque mucho más lento, permite un tiempo adicional para procesar y reflexionar sobre la información, lo que conduce a una mejor organización de los pensamientos.
A largo plazo, abandonar el estuche y la libreta por completo puede acarrear consecuencias a las generaciones digitales. «La sustitución de la escritura manual por completo puede afectar a nuestro funcionamiento cognitivo», alerta la profesora. «El uso constante de la escritura manual como se ha hecho tradicionalmente estimula y favorece la creación de redes neuronales y en niños favorece la maduración neuorlógica». Procesos como la memoria autobiográfica y la regulaciñon emocional tienen ya enlaces directos con la escritura a mano. De ahí los beneficios de algo tan sencillo como escribir un diario. Pero pensar en la vuelta del papel y el boli es algo melancólica. Por eso los expertos recomiendan combinar ambas técnicas. «Un enfoque equilibrado entre ambas modalidades de escritura para aprovechar los beneficios potenciales de cada una».
Pero, más allá de su indiscutible valor educativo, escribir a mano ha supuesto también una salida profesional para quienes han hecho de su letra un modo de vida. Uno de los calígrafos más reconocidos de España es el valenciano Joan Quirós, cuya letra es ahora una de las más cotizadas. Y lo es justo en un momento en que se escribe a mano menos que nunca. Dice que durante su etapa escolar disfrutaba mucho del acto de tomar notas y dibujar los títulos, hasta que en la adolescencia se topó con el mundo del graffiti, que lo llevó directamente a estudiar bachillerato artístico y, posteriormente, diseño gráfico. Tras saltar al mundo laboral y pasar la mayor parte de las horas delante de la pantalla, el teclado y el ratón, decidió comenzar a practicar caligrafía durante su tiempo libre para retomar la actividad manual y apartar la mirada de los píxeles. Ese hobby se le acabó yendo de las manos y, desde hace ya 10 años, la caligrafía y el lettering se han convertido en su profesión.
«Escribir a mano se ha convertido casi en un acto revolucionario, una forma de resistencia. La tecnología nos ha traído muchas cosas buenas y, a su vez, muchas comodidades. Pero la comodidad no tiene por qué ser siempre un aspecto positivo y, en muchas ocasiones, vale la pena salir de esa zona de confort y escribir a mano todos los días, aunque sean unas pocas palabras», recomienda. Casi en paralelo a esa disminución de la escritura a mano en nuestro día a día, ha crecido muchísimo el interés por el lettering como manualidad. Casi una contradicción porque hemos comenzado a tratar a las letras como una afición y no como algo cotidiano. Pero explica Joan Quirós que ha pasado siempre. «Ha venido ocurriendo desde la invención de la imprenta de tipos móviles de plomo en el S.XV, cuyo objetivo no era más que el de la mecanización de la escritura. Desde entonces, en oposición al trabajo realizado por máquinas, las labores manuales iban adquiriendo un tono más exclusivo y personalizado y, por tanto aumentaba su valor», cuenta. Por eso, por naturaleza, el ser humano necesita de una forma u otra hacer cosas con sus manos y crear algo partiendo de la nada, «aunque sea únicamente por la propia satisfacción de hacerlo, o para desconectar por unos instantes de la tecnología», dice.
Es consciente de que tablets y teclados están ganando la partida a bolis y libretas en colegios e institutos. Pero cree que ese camino puede ser reversible. «La escritura a mano aumenta nuestra capacidad de concentración en la propia actividad, aparte de ganar consciencia en el contenido de lo que se está escribiendo. El problema de los dispositivos móviles y los ordenadores es que ofrecen un estímulo demasiado inmediato, con una mayor falta de pregnancia, especialmente si se pasa de una actividad a otra en unos minutos o se favorece la multitarea», señala. Y da unos consejos para tratar de devolver las ganas por coger una pluma o un simple lápiz para juntar unas letras. «La práctica de la caligrafía por ocio es una buena solución, especialmente la escritura itálica del Renacimiento, que es la bisabuela de nuestra escritura cursiva actual. Es un acto que nos conecta con el momento presente y nos pone en una situación de plena consciencia. Debo admitir que, desde que comencé a hacer caligrafía hace ya 11 años, mi escritura personal ha mejorado considerablemente», explica. Otra buena actividad que intenta llevar a cabo de vez en cuando es la de escribir cartas a amigos, aunque sea muy de vez en cuando. «En una época en que la inmediatez y volatilidad de la comunicación a través de los smartphones, recibir una carta escrita a mano es toda una rareza y un símbolo de apreciación hacia la otra persona, ya que te has tomado tu tiempo en elaborar una comunicación de forma totalmente manual».
El mundo de la escritura a mano tiene incluso una ciencia que estudia los trazos. Se trata de la grafología. Macarena Arnás es grafóloga, perito calígrafo y experta en técnicas proyectivas gráficas. En su último libro, «Las firmas de Napoleón, Stalin, Hitler, Elvis...y otras historias de la grafología», disecciona las personalidades de grandes personajes de la historia pasada y reciente del mundo a través de su letra o de sus firmas. «La escritura va más allá de una simple palabra. Es un reflejo de nuestra personalidad», cuenta. Y asegura que los escritos que realizamos de manera inconsciente, la seguridad que se maquilla con un simple tachón, el anonimato de un escrito, la complejidad de una falsificación o las cartas de suicidio dicen mucho de la parte inherente del ser humano. Y habla también de la menor costumbe de escribir a mano. «El hecho de escribir menos a mano ha potenciado que la gente se interese por encontrar herramientas a través de su letra que les permita mejorar su caligrafía e incluso cambiar aspectos de sus personalidad», explica para hablar del auge de la grafoterapia y el lettering. ¿La escritura manuscrita está llegando a su fin?, se pregunta. «Quizá me aventure a decir que la escritura es inmortal», dice mientras rebusca en cajones de recuerdos entre los que se encuentran tarjetas manuscrita de su infancia. «Escribir es un arte t el arte es eterno. todos nos iremos, pero nuestra huella gráfica perdurará», señala.
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