Secciones
Servicios
Destacamos
Hola capturadores
No sé tú, pero cuando yo era pequeña casi nunca salía a comer fuera. No se estilaba. Sin embargo, he escrito esta carta desde una cafetería, inspirada por unas tostadas de pan de masa madre con tomate y un café con leche de avena, porque he aprovechado un día libre para salir a desayunar fuera. Esta noche acudiré a cenar a un bar de bocadillos cerca de mi casa, como casi cada viernes y me pediré un bicolor y unas bravas, con una Estrella Galicia muy fría. Para este fin de semana ya tengo plan para ir a un restaurante que nos gusta, cerca de casa, porque nos apetece no cocinar un día y, ya de paso, comer arroz, que es de lo poco que se nos resiste. Y una vez al año procuro viajar con mis amigas Pilarín y Bego a un tres estrellas Michelin para darnos un homenaje solas o con nuestras parejas. Así que, como verás, los tiempos han cambiado mucho.
Salir a desayunar, a comer, a merendar o a cenar fuera de casa se ha convertido en algo normal para casi todos. No es cuestión de dinero, sino de presupuesto. Salir, sale casi todo el mundo, aunque sea a un restaurante de comida rápida. Un cambio sociológico silencioso que nos ha convertido en clientes habituales de mesas de todo tipo, y una actividad a la que hemos empezado a destinar una parte de nuestra nómina con normalidad. No hace falta hacer nada extraordinario para comer fuera de casa. No necesitamos celebrar nada. Simplemente, nos gusta salir.
El año pasado, el gasto en comer fuera de casa superó los 37.600 millones de euros en España. Un 30% más de lo que consumimos el año anterior. Lo gastamos en bares, restaurantes, máquinas de vending o comedores de empresa.
Cuando yo era pequeña pisaba bastante los bares con mi abuelo Federico. Caían Fantas y mostos sin problema, mientras él se tomaba un chato de vino. De matar el hambre, se encargaba el aperitivo del Pelusa o de la Bodeguilla de Ángel, que siempre era gratis. Pero. lo de quedarse a comer o a cenar en un restaurante eran palabras mayores. Comer se comía en casa. A diario, por supuesto, pero es que los fines de semana no era muy distinto, aunque mi abuela esos días encendía el horno. Eso ya significaba un festín. Pollo asado, cordero, canelones…Comidas distintas a las del resto de la semana. Más ricas, más producidas. Con los cumpleaños, tres cuartos de lo mismo. En mi familia siempre fuimos de juntarnos todos para cada aniversario. Lo hacíamos en casa de quien cumplía y el menú era casi siempre el mismo aunque la persona fuera distinta. Tortillas, canapés de paté, jamón, queso y sándwiches vegetales de lechuga, tomate y mahonesa. De postre, tarta de hojaldre y yema, y regalos de todo tipo.
Sólo cuando los primos fuimos todos bastante mayores empezamos a pisar los restaurantes. Imagino que porque las cocineras de la familia pidieron una tregua. Entonces, frecuentábamos de uvas a peras algunos locales familiares. El Rento si elegíamos campo, un asador si queríamos cordero o cochinillo y El Ventorro si queríamos comer como en casa, pero sin tener que fregar los platos. O íbamos directamente en un merendero si queríamos pasar el día al aire libre zampando chuletas y jugando a la billa. Pagar, pagábamos a escote, por unidad familiar, excepto si el que cumplía era mi abuelo, al que obligábamos a invitarnos a todos. Ahí siempre había helado de postre.
Y así descubrí los restaurantes. Un mundo mágico al que con los años le fui cogiendo primero afición y después algo de manía.
Ahora salgo a comer menos que nunca. Quizá porque los locales han aflorado como setas y una inmensa mayoría me parecen estafas revestidas de decoración de revista. Pero tengo unos cuantos a los que me encanta ir. En los que no miro pelo. Los que son honestos y hacen las cosas bien. En los que se come rico. Por ejemplo, el incendio en el local ese madrileño, con el techo y las paredes llenas de plantas de plástico, en el que flambeaban pizzas, jamás me habría pillado. Porque no voy a esos sitios 'instagrameables'. Me gusta ir a sitios bonitos, como a todos. Pero sobre todo, me gusta ir a sitios en los que se coma bien. Donde se tomen la cocina como un oficio. Por eso cada vez salgo menos. Y sobre todo, cada vez pruebo menos novedades. Porque me gusta ir a tiro hecho. No correr riesgos. Me pasa como con las ciudades, que las disfruto más las segundas y terceras veces, cuando las he hecho mías. Y porque donde mejor como (más allá de en La Salita de mi amiga Bego) es en mi santa casa y en la de La Celia.
Ahora, todo dios come por ahí. Y come cualquier cosa. Sin saber ni qué es. Ni de dónde viene ni si simplemente se ha calentado en un microondas. Cualquier niño ha comido ya en más restaurantes de los que yo pisé jamás hasta ser adulta. A nadie le duele ya pagar 40 o 50 euros por una comida o cena mediocre en un local bonito. Es nuestro ocio, nos lo merecemos después de toda la semana trabajando.
Pero como te decía, cada vez salgo menos. Y cada vez me importa más lo que como. Y lo que me cocinan. Por eso cada repito más en sitios en los que lo que importa es lo que te ponen en el plato. Y quién te lo pone. Si lo ha hecho con cariño. Porque al final, dar de comer es siempre un acto de amor. No una foto más en tus redes sociales. Cómo han cambiado los tiempos.
(*) Esta carta se escribió en Casa Capicúa, donde me encanta ir dando un paseo a desayunar cuando no trabajo. El bar donde me como los bocatas es el Bar Lolitos (el bicolor lleva pechuga de pollo, tomate rallado, champiñones a la plancha y queso parmesano). Mi restaurante de confianza para comer mejor que en casa es Restaurante Ciro (son familia para mí). Cuando quiero celebrar algo voy al restaurante La Salita. Y con mis amigas viajo de año en año al Celler de Can Roca. Imposible fallar así.
Ayúdame: Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigos.Tienes todas las cartas ya enviadas aquí guardadas por si quieres ver el género antes...
Suscríbete: Si has llegado aquí porque alguien te ha hecho llegar esta newsletter, puedes apuntarte para que te llegue la semana que viene a ti. Lo puedes hacer gratis aquí.
Escríbeme: si quieres contarme algo, estoy en marta.hortelano@lasprovincias.es y no sabes la ilusión que me hace recibir vuestros mensajes.
Gracias por leerme
Marta
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.