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M. Hortelano
Viernes, 17 de marzo 2023, 11:00
Hola capturadores
El balcón (fallero) es el nuevo yate. La frase no es mía, ya me gustaría. Se la leí el otro día en Instagram a la ilustradora África Pitarch, que forma parte de un grupo de amigos que tienen en común una cosa muy poco común: todos me parecen brillantes. La foto con la que ilustró la frase estaba tomada desde uno de esos yates, porque lo que se veía era una muchedumbre pasando calor en la plaza del Ayuntamiento, donde cada día, del 1 al 19 de marzo, se dispara la mascletà. Si me estás leyendo desde fuera de Valencia, te lo explico muy rápido, porque si no igual cierras esta carta. La mascletà es un espectáculo pirotécnico en la principal plaza de la ciudad en el que cada día, a las dos de la tarde se disparan de golpe cientos de kilos de pólvora en apenas cinco minutos. Quienes la diseñan consiguen que los petardos suenen a distintas intensidades, cadencias y alturas. Y si vienes este año por primera vez a Fallas, el consejo que le damos a todo recién llegado es que abra la boca para evitar el picor de tímpanos que deja el estruendo. Aviso, esta definición es poco ortodoxa y no ha sido aprobada por la real academia de falleros.
Ahora que ya sabes lo que es una mascletà podemos entrar al asunto. Los disparos se efectúan a ras de calle, con una valla de seguridad y un perímetro de más vallas, donde se sitúa el público. Asistir es gratis y siempre a la misma hora. El espectáculo comienza con el grito de la fallera mayor de Valencia desde el balcón más balcón de todos los balcones: el del Ayuntamiento. A las dos en punto dice...«Senyor pirotécnic, pot començar la mascletà». Y a partir de ahí viene el estruendo. Históricamente, como me contaba mi compañero Pablo Salazar, para la mascletà había un balcón. El municipal. El resto, acudían a ras de plaza, donde siempre ha habido una especie de distribución sectorializada. A quienes les gusta más el ruido se ponen en Correos y la calle Ribera, donde acaba el terremoto final. Los que venían en tren, por la calle Xàtiva, justo al salir de la estación del Norte. Por la parte de San Vicent y María Cristina quienes llegan tarde y quieren salir antes, o verla más holgados desde más lejos. Un mapa sociológico muy curioso.
Pero de unos años a esta parte, la moda es ver la mascletà desde un balcón. Se ha instalado la idea de que verla desde abajo, desde la calle, para donde están concebidas en realidad, es poco menos que de pobres. De los que no tenemos estatus para ir a un balcón o no queremos gastarnos el dinero en verla desde las alturas porque nos sigue gustando vibrar con una cerveza fresca en lata y una bolsa de pipas. Un placer al alcance de todos. Sin embargo, ahora lo que mola es pagar una pasta por estar un rato en un balcón y tomarse la misma cerveza en una copa de cristal. Los balcones son los nuevos yates de Ibiza. Una especie de oda al postureo. Tomar distancia, en este caso altura, con la plebe. Pero de inicio a fin. Desde el mismo momento en el que para entrar en un uno alguien tiene que invitarte. O pasar por caja. Hoy en día son casi una plaga. Hasta la Generalitat se ha montado uno en el antiguo edificio de Correos para poder recibir en Fallas. Pero lo tienen también varios partidos políticos, instituciones como el Ateneo Mercantil, empresas que pagan una fortuna por alquilar uno para darse promoción o particulares que quieren hacerse la foto. De aquí a nada empezarán a pedir más parte área en detrimento de la de tierra porque desde arriba lo que se ve es el humito.
Si en Fallas no pisas un balcón, no eres nadie. Como lo de ir al mar y quedarse en la arena. Todos quieren subir a un barco. Por eso han proliferado las empresas que te alquilan uno por horas, de la manera más low cost posible, sin necesidad de que nadie lo conduzca. Surcar el mar desde dentro, con un mojito en la mano nos mejora la foto de Instagram. Como la que sacamos de la plaza desde las alturas. Pero yo, como tengo cierto vértigo, prefiero quedarme abajo, con la cervecita de 1 euro. Aunque no muchas veces, que también le he cogido tirria a las multitudes y me agobio con facilidad.
-Para completar el tono fallero de esta carta te traigo una tarta que te hará recordar las fiestas josefinas cuando ya hayan acabado. La hacen en La central de postres, la empresa dulce de Germán y Carito, los cocineros de Fierro. Y une en un solo pastel la esencia de las Fallas: calabaza y chocolate. Se trata de una tarta de tres pisos con mermelada de calabaza y una ligera mousse de chocolate negro. Para coronarla, buñuelos rellenos de crema de chocolate y avellanas, bañados con una crujiente cobertura de chocolate. Se compra en su web.
-Os lo conté ayer en el podcast diario de buenas noticias que estamos haciendo. Hay un puesto de churros y buñuelos que tiene unas colas espectaculares estos días. Se trata de churrosnumerosos.com el puesto de Jesús Manuel Ruiz. Todos los productos son sin gluten y fritos en aceite de oliva. Si eres celiaco o no tomas gluten, puedes pasar por el cruce de la calle Jesús con Pintor Benedito y darte un capricho.
-Captura de pantalla tiene este año una falla. No es verdad, pero podría serlo perfectamente porque la falla Corona ha plantado un gato negro enorme como ninot principal. Lo ha hecho Escif y yo estoy convencida de que en esa comisión leen esta carta, porque si no, no se explica. Os lo dejo abajo en el Gat-checking. Ah, y ojo, que el ninot indultat también lleva un michi... Todo son señales.
Turno para nuestro experto en Eurovisión, Luis Fuster, que acaba de llegar de Estocolmo, del MelFest.
¡Hola capturadores! Hoy os presento el plantel eurovisivo de 2023, que viene bien variadito y con varias actuaciones que prometen ser icónicas. Para empezar, está Loreen. Venga, y hasta aquí la columna.
No, pero vamos, por si no la habéis visto, la ganadora de Eurovisión 2012 intentará convertirse en la primera mujer que gana dos veces el festival y darle la séptima victoria a Suecia con «Tattoo», que es un remix de «The Winner Takes It All» de ABBA con la base de «Flying Free» de Pont Aeri y que canta emparedada entre dos pantallones gigantes.
Ahora, el resto de competidores tampoco se quedan atrás ni son más fáciles de explicar: Finlandia va segunda en apuestas con Käärijä y su «Cha Cha Cha», que es un petardazo que mezcla rock, europop y hip hop con mucho brilli y bailarines y que cuenta que en su país, o te pones hasta el culo los findes, o ni lo intentes.
Austria no está muy de acuerdo en que TikTok sea el patrocinador oficial de Eurovisión, así que han decidido darle la vuelta al tema «Who The Hell Is Edgar?». A partir de Edgar Allan Poe, Teya y Salena critican el machismo en la industria, la fugacidad de las estrellas del pop y lo poco que se paga a los artistas por reproducción a ritmo de Poe Poe Poe Poe Poe. Esto es muy complicado de explicar si no lo veis.
Entre el resto de rivales de Blanca Paloma (que además de que tiene la puesta en escena clavada, va a tener suerte porque no hay ninguna otra folclórica ni ninguna exhibición vocal como la suya) está Reino Unido con un temazo muy Geordie Shore versión 2023; Israel subiéndose a la ola de Chanel con una diva con dancebreak; Italia con el guapérrimo Marco Mengoni que te vende como nadie la baladita normal que lleva; Francia con otra divaza plurioperada y un tema francesísimo; Noruega con un petardazo épico que lleva casi 25 millones de reproducciones; Serbia yendo de moderna con una canción sacada de un videojuego; Chequia subiéndose al carrito de la pena por Ucrania con un temazo medio en ucraniano y la propia Ucrania, que sigue tercera en las apuestas pese a la canción, pues bueno, está bien. Georgia y Armenia traen las power ballad del año, Eslovenia es la que mejor parada sale de la batalla de grupitos indie que se han venido arriba porque el festival es en Liverpool y Portugal ha actualizado Noche de Fiesta. Y está muy guay, os lo prometo.
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Marta
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