![La zona de confort](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/01/17/IMG_5799.jpg)
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Hola capturadores
El mundo va volviendo poco a poco a su ser. Los virus que nos han mantenido bajo arresto domiciliario a media humanidad van remitiendo y en la máquina de vending de mi trabajo vuelve a haber Fanta de limón, agotada desde el año pasado para drama de nadie. Además, la rueda de hámster sobre la que transitamos a diario ha vuelto a coger velocidad de crucero y las personas que se habían comprado un abrigo han podido lucirlo durante el par de días de frío que ha hecho en esta ciudad. También quienes se habían marcado ambiciosos propósitos de inicio de año han comenzado a abandonarlos y las libretas en las que se utilizó la primera hoja para escribir ese listado de buenas acciones son conscientes de que se quedarán con el resto de sus páginas en blanco.
Yo, sin embargo, este año me he propuesto cosas sencillas. En concreto, no aprender a hacer nada nuevo, porque con lo que sé, creo que puedo ir tirando. No quiero actualizarme, no quiero ponerme al día en nada. No quiero hacer ningún amigo nuevo, ni abrirme ningún perfil en ninguna red social más. Tampoco aprender nuevas recetas ni descargarme ninguna aplicación más en el móvil. No quiero salir de mi zona de confort ni tan siquiera descubrir si es que tengo una, cosa que dudo. Yo este año quiero vegetar. Todo lo que venga extra, será un regalo.
Es lo que tiene tomarse el inicio de año como un mero cambio de mes. Porque al fin y al cabo, eso es lo que pasa durante la noche de las Campanadas. Que cambiamos de hoja del calendario. No hay motivo para empezar nada de cero que no hubieras empezado ya, ni para darle boleto a algo que te quedara a medias. Lo mismo que hacías en diciembre lo puedes continuar en marzo. Y si no, mal asunto. La cosa de las listas tiene más sentido cuando acaba el verano, cuando yo estreno agenda y calendario. Y cuando cambiamos de estación, o de horóscopo, una situación que me suele afectar más que los cambios de año.
Así que yo a estas alturas estoy trabajando en la continuidad. En hacer como si nada. En seguir en mi zona de confort, un término que por sí solo me da ansiedad. Como si vivir fuera cómodo en algún momento. Como si hubiera una etapa en la que estar tranquilamente repantingado. Como si el mero hecho de existir no fuera una carrera de obstáculos. Yo no pienso salir de la mía.
La cosa tiene miga. Casi todas las cosas que necesitamos en nuestro día a día las queremos cómodas. Buscamos calzado que nos permita aguantar el día, pantalones que no nos aprieten demasiado para no estar incómodos, colchones mullidos y almohadas acogedoras. Optamos por la comodidad del sofá, hemos abrazado la 'comfort food', ahorramos para no pasar apuros y nos gastamos el dinero en unas buenas zapatillas de estar por casa. Sin embargo, a la hora de plantear nuestros retos, se nos anima a abandonar esa zona de comodidad por la que tanto hemos trabajado para sumirnos en una especie de agujero negro de propósitos con los que desquiciarnos, sabiendo que no vamos a cumplir. Nos invitan a estar incómodos. A sufrir. A pasar un calvario.
A estas alturas de la vida, hay algo que he aprendido. Y es que donde me encuentro bien es en la comodidad. En el transcurso de los acontecimientos. En el proceso. En el camino. Y no en el final. En ir mejorando todo en lo que ya me siento bien. En ir disfrutando de una monotonía que hace poco era vertiginosa. En no afrontar grandes retos que me generan frustración y en continuar los que ya tengo. En consumir mucho caldito de pollo, incluso ahora que se ha puesto de moda. No quiero acumular, ni tener demasiadas ventanas abiertas. Quiero continuar y no empezar. Quiero seguir sabiendo lo que ya sé. Aquí es donde voy a estar este año. Mejorando el pollo al curry que he hecho doscientas veces. Tejiendo hasta que me salga perfecto el punto jersey. Desayunando cada mañana lo mismo. Observando los atardeceres desde las ventanas de mi casa. Y tratando de mantenerme en la zona de confort de la que muchos nos animan a salir. Con bajar de la rueda de hámster tendría suficiente. Así que si tú no has hecho ningún cambio, en ese camino nos cruzaremos. No te desesperes.
Dime cómo estás. A Andrea Savall, la persona detrás de la cuenta de Instagram @girlsfromtoday la sigo a través de la talentosa periodista Patricia Moreno. Habitualmente hace un consultorio en sus redes en el que pregunta a sus seguidores algo tan sencillo como que cómo están o cómo se sienten y les recomienda una peli o un libro, según haya elegido. Pero este año ha empezado con una idea muy chula para materializar ese consultorio. Así que tú le puedes decir cómo estás o cómo te sientes y ella elige un libro para ti (actual o fuera de las novedades) y te lo envía a casa junto con un regalito sorpresa hecho a mano y una carta manuscrita en la que te cuenta por qué lo ha elegido para ti. Además, antes te pregunta si tienes algo de la autora que te propone y así evitar enviarte un libro que ya tengas. Puedes comprar esta bonita idea aquí, en su web.
Club de mujeres. Otra cosa de mujeres talentosas que también descubrí hace poco más de un mes fue la cuenta @elclubdelastreinta Se trata de un club de mujeres para mujeres, en Valencia, en el que cada mes propone un plan. Se trata de un espacio seguro de ocio en el que compartir un ratito con otras mujeres. En este club no se pagan cuotas ni hay condiciones, más allá de ser mujeres y treintañeras (yo este año dejo de serlo, así que no me aceptarán). Me encanta su idea. Igual debería yo empezar el club de las cuarentañeras en breve y reuniros a todas las que estáis en esa década. ¿Qué me decís?, ¿lo hacemos?
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Marta
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