-¿Qué es lo mejor de trabajar en esta época del año?
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-El aire acondicionado en la agencia.
¿Y lo peor?
-Me pierdo playa, cerveza y tardeo.
Es como tener hambre, servir pasteles y no probar ni uno. El agente de viajes ... gestiona las vacaciones ajenas mientras aguarda la propia. Y en esta tesitura encontramos a Diego Amargós, de Viajes Tuland, en Campanar.
En la temporada alta para su oficio no esta solo. Comparte profesión y oficina con su mujer, Mayte, mientras sus hijos «van ya un poco a la suya», que para eso tienen 16 y 19 años. El mayor es monitor multiaventura y anda por Cuenca, a tope de senderimo y escaladas.
Y los papis, mientras, a currar de lo lindo para que muchos valencianos sean ahora felices en Bali, Tailandia, Córcega, Cerdeña... «Te diría que un 40% de este negocio se concentra entre los meses de junio y agosto», describe. «Aunque en la segunda mitad de agosto está ya todo el pescado vendido. Llegan sólo los que llamamos 'paracaidistas', los de la reserva de ultimísima hora, eso tan valenciano del 'pensat i fet'».
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En cuanto a las elecciones del consumidor, Amargós pone un punto de inflexión en la pandemia. «Lo alteró todo. Antes había más presencialidad y ahora gestionamos mucho por correo o móvil, de modo que el cliente aparece sólo para formalizar y firmar los papeles de su viaje». Antes del Covid, los destinos de costa española triunfaban en esta época: Baleares, Canarias... Ahora, en este verano, la gente persigue destinos más exóticos «como Indonesia o Tailandia, con estancias de entre 12 y 15 días en familia». Buscan «playa idílica, cultura oriental y gastronomía» y se gastan alrededor de 2.500 euros por persona.
También existe bastante interés en destinos europeos con costa como Grecia, Italia, Albania o Sicilia, con desembolsos de entre 1.000 y 1.200 euros, detalla el agente de viajes valenciano.
Con los precios de la vida por las nubes, le pedimos que nos aconseje un buen viaje para las economías más humildes y Diego no lo duda: «Pues mira, Cerdeña, con estancia en apartamentos, está muy bien. Tanto en barco, llevando tu propio coche, como en vuelo, la semana ronda los 600 euros. Es una isla preciosa y con unos rincones realmente espectaculares», destaca.
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En el lado opuesto está el 'viajazo', el que sólo pueden permitirse los más pudientes. «Aquí nos encontramos claramente con Japón, propio de un cliente que busca conocer la cultura, los templos, los jardines, ciudades como Kioto...». Como es un destino muy lejano suelen ser viajes de dos semanas cuyo precio ronda entre los 4.000 y 4.500 euros».
Mientras, la guerra en Gaza ha hecho caer el interés por destinos que, históricamente, tenían cierto tirón en esta época del año. Cita el agente de Tuland países como «Israel, Jordania o Egipto».
La jornada de Diego en esta época del año comienza a las nueve de la mañana y termina sobre las siete de la tarde. «Yo soy de los que está pendiente del móvil 24/7 por si el cliente tiene algún problema. Pero siempre les digo aquello de 'por favor, que sea un problema serio'», matiza.
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Y llega ahora el capítulo oscuro. ¿Qué situaciones sacan de quicio a un agente de viajes en verano? «Lo más estresante puede ser esa llamada a las cuatro de la mañana por problemas de embarque con determinada documentación». También «los problemas de overbooking, tanto en plazas hoteleras como de avión».
Son instantes en los que toca «lidiar con unos y otros. Te conviertes en bombero y vas apagando fuegos por teléfono». Realmente, matiza Amargós, «no son cosas que hayan ocurrido por mi culpa pero afectan al cliente y hay que volcarse en solucionarlas u ofrecer alternativas». Ante los imprevistos, marrones y cabreos, «mucha calma, cabeza fría y a aguantar».
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Diego Amargós ríe el último y, quizá, reirá mejor. En el horizonte, cuando el estío toque a su fin y todos lloren el final de las vacaciones, aguarda el viaje. Ya no el viaje de esos otros. El suyo. Será a finales de este mes y le llevará a Alaska y Arizona.
«Serán dos semanas con autocaravana» por los extraordinarios parajes norteamericanos. «Celebramos así, en familia, el 50 cumpleaños de mi mujer». Su cara se ilumina al describirlo. Mientras, tiene un consuelo. Ama su trabajo, se vuelca con él y el aire acondicionado funciona. ¿Se puede pedir más en agosto?
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