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El magistrado tiene otras dos novelas en el mercado.
«Los ojos de un asesino dicen poco, más bien tratan de ocultar»

«Los ojos de un asesino dicen poco, más bien tratan de ocultar»

El juez Vázquez Taín, instructor del 'caso Asunta' y del robo del Códice Calixtino, repasa la historia del crimen en España a através de los siete pecados capitales. Los suyos, la gula y la lujuria «dentro del catolicismo»

Julia fernández

Lunes, 9 de noviembre 2015, 20:09

¿Quién puede matar a un niño? Así tituló Chicho Ibáñez Serrador un largometraje rodado en 1976 que luego acabó convirtiéndose en el más célebre del género de terror en España, capaz de helarnos la sangre casi cuarenta años después. También es una pregunta mil veces repetidas cuando aparece el cadáver de un menor con signos de violencia. La primera respuesta siempre es la misma, un perturbado. La incómoda, la que nadie quiere escuchar, es que "cualquiera puede ser un asesino". Lo dice el juez José Antonio Vázquez Taín (A Merca, Orense, 1968) en su nuevo libro, el tercero en su cuenta, Matar no es fácil, donde revisa los datos de algunos de los crímenes más impactantes de nuestra crónica negra para reflexionar sobre la esencia del alma humana.

Ahí está José Bretón, que asesinó a sus propios hijos, la dulce Neus, que convenció a su hija de 14 años para que matara a su padre, el loco del chándal, que atacó a más de 16 mujeres (8 murieron) con un arpón en las nalgas... Vázquez Taín también se encargó de la instrucción del caso Asunta, juicio que ha concluido con una rotunda conclusión del jurado popular: Alfonso Basterra y Rosario Porto, sus padres, confabularon para quitársela de en medio. En su primera novela Santiago: la leyenda del santo oculto, recrea el mito del apóstol, el descubrimiento de su sepulcro y el robo del Códice Calixtino, otro delito que llevó él.

- Ahora hace un repaso pormenorizado de casos sobrecogedores. Vaya sangre fría.

- Es desagradable, aunque tengas práctica y experiencia profesional. Escribía por las tardes y por las noches, y cuando me metía en la cama la mente se quedaba triste, con un rastro de amargor.

- ¿Le ha servido para liberarse de lo que le "come por dentro"?

- No, no. Es una reflexión, una especie de revisión desde mi perspectiva profesional de lo que pasó. Y llego a la conclusión de que cuando se habla de comportamiento humano está todo escrito, lo único que ocurre es que no nos fijamos. Por mucho que evolucione la sociedad, las motivaciones de la gente cuando comete un delito son las de siempre: los siete pecados capitales.

- ¿La corrupción también?

- Responde a varios. Uno puede padecer avaricia y también lujuria. La corrupción no solo es el ansia de tener algo, sino también de tener algo más que los demás y satisfacer ciertos instintos. Cuántos corruptos no están metidos en tramas sexuales o en otro tipo de vicios, por decirlo de forma coloquial. No solo se puede padecer un pecado capital, sino varios e, incluso, demasiados.

De el Arropiero, el mayor asesino en serie de España, Vázquez Taín hace un análisis pormenorizado muerte a muerte. Como de las razones que llevaron a el asesino de la baraja a atacar a nueve personas a las que no conocía de nada. Solo tres se libraron de morir. "Es un caso claro de narcisismo". El asesinato en octubre de 2011 de los pequeños Ruth y José Bretón, de 6 y 2 años, a manos de su padre lo engloba dentro de la envidia.

- ¿En qué pecado capital situaría el caso Asunta?

- Es todavía muy pronto para saberlo. Estamos saturados de opiniones y contraopiniones. Tiene que pasar un tiempo y que se asiente y clarifiquen las cosas.

- Un jurado popular ha declarado culpables por unanimidad a los padres. Usted fue el juez instructor, ¿tenía tan clara la conjura de ambos para asesinarla?

- De este tema ya opiné como jurista a través del auto de apertura del juicio oral. Como juez tengo que respetarla porque la di entonces y, además, se confirmó. Y como persona no tengo que opinar.

En el auto, el juez Vázquez Taín precisa que "el asesinato (de Asunta) responde a un plan premeditado, ejecutado de forma gradual" por ambos padres y aclara que la motivación principal de Alfonso Basterra para participar fue recuperar a su esposa, que entonces mantenía otra relación. Textualmente dice: "Colocaría a Rosario en sus manos definitivamente y le aseguraría el sustento económico del que carece".

- Parece inimaginable que un padre haga daño a un hijo.

- La violencia intrafamiliar afecta a casi un 20% de los menores. Es un fenómeno al que los jueces de instrucción no somos ajenos. Se produce de forma demasiado frecuente, no con la gravedad de un asesinato, pero sí con la de los malos tratos y los abusos sexuales. La sociedad mira para otro lado creyendo que así desaparecen y lo que hay que hacer es trabajar más esos temas.

- ¿Es habitual que los dos padres colaboren?

- No se puede producir violencia en el seno familiar si no existe el consentimiento de los dos. Ningún padre podría agredir a un hijo si el otro progenitor lo defiende. ¿Por qué? Porque le podría pegar una vez, pero al día siguiente se marcharían de casa. Por eso incluí en el libro el caso de Sara.

Sara es una niña de 4 años que vive con su madre y su nueva pareja. Casi desde el principio de la convivencia la pequeña sufre malos tratos por parte de su padrastro, que se ocupa de bañarla y vestirla cada día y que aprovecha esos momentos para abusar sexualmente de ella. La madre, que conoce lo que ocurre, no hace nada y la pequeña termina falleciendo en casa tras una agresión brutal que le produjo desgarros en la vulva y una fuerte hemorragia interna.

Jueces humanos

- En el libro hace un pequeño alegato en favor de los jurados populares.

- No hay ninguna norma jurídica que diga que una prueba es más importante que otra. Por eso, existen los jurados populares. La única norma que hay es la del sentido común, por eso, cualquier persona dotada con él, con raciocinio y con sana crítica puede valorar los hechos. Otra cosa es si un jurado puede distinguir conceptos como la legítima defensa, cuestión en la que ni los propios juristas nos ponemos de acuerdo.

- También dice que lo lógico sería regular la prostitución, pero que es imposible.

-No es imposible hacerlo, pero es que nunca se ha afrontado con seriedad ni con voluntad. No hay consenso político. Si estuviera regulada, sería más fácil luchar contra las lacras de la prostitución forzada y los cuerpos policiales lo agradecerían.

- El Garzón gallego, las tainadas... Es usted un juez muy mediático.

- (Sonríe) Por eso he pedido el traslado a un juzgado donde esté tranquilo.

Vázquez Taín ejerce en el Juzgado número 2 de lo Penal de A Coruña desde hace aproximadamente un año. Sus allegados pensaron que le promocionarían a la Audiencia Nacional, pero él se adelantó. No es la primera vez. Después de cinco años en Vilagarcía de Arousa, donde le apodaron el martillo de los narcos, solicitó destino en Mataró.

- ¿Es bueno que se hable tanto de los jueces?

- Mi opinión personal, no como jurista, es que los jueces debemos ser más humanos y transparentes, pero no titiriteros. No debemos escondernos detrás de una toga o de una puerta pidiendo que se nos respete desde el silencio.

- ¿A qué pecado capital cree que es usted más vulnerable?

- Jajajaja. Hay dos pecados de los que todos nos sentimos orgullosos. Me encantan la cocina y la buena mesa, así que para Santo Tomás sería un pecador de gula empedernido. Y luego, creo que afortunadament puedo pecar de lujuria dentro de las normas católicas.

- ¿Y la Justicia?

- No es tan cercana al pueblo como debiera. Pero no es un pecado capital, sino una prevención. Intentamos mantener la distancia para ser más justos y más asépticos.

- ¿Va a haber algún magistrado que se atreva con Pujol y su avaricia?

- Yo creo que ya están ello. Ahora hay que esperar e intentar que la Justicia sea técnica y ágil para que la sociedad vea que todos somos iguales ante la ley, tengamos el apellido que tengamos.

- Dice que su trabajo como juez le permite mirar a la gente a los ojos. ¿Qué dicen los ojos de un asesino?

- Suelen decir poco, tratan más de ocultar.

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