Tras casi dos años, el informe de la Guardia Civil en el que se analizaban las llamadas y las conversaciones entre una empleada de Vaersa y el Central de Prevención de Incendios ha llegado. Una pieza clave en la investigación. El juzgado de Primera Instancia ... e Instrucción de Segorbe archivó la causa a expensas de recibir el dossier de los investigadores. Los letrados personados han solicitado a la titular del juzgado que reabra la causa judicial y se comience a tomar declaraciones de una treintena de víctimas y de testigos, que todavía no se han realizado.
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Los abogados esperan que al recibir el informe del Equipo de la Policía Judicial de Burriana en el que se evidenciaba que la empleada de Vaersa avisó 28 minutos antes de que se detuviera la marcha del tren a la Central de Prevención de Incendios de que las llamas se dirigían hacia la estación de Torás Bejís. Según concluye la Guardia Civil: «En caso de haberse realizado un análisis y la correcta interpretación del contenido de las imágenes por parte de quien correspondiera, habría habido tiempo suficiente para haber adoptado alguna medida que impidiera el suceso en el que se vio implicado el tren de pasajeros».
A raíz de recibir el informe de los investigadores, la titular del juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Segorbe deberá decidir si sigue adelante con el caso y pedir responsabilidades, en caso de que lo considere pertinente. En su momento, imputó a cuatro responsables antes del archivo provisional.
Más allá de la causa judicial, los letrados se reunieron con el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, para comunicarle la situación de abandono en la que se encuentran los 49 pasajeros que iban a bordo del tren de Bejís. El presidente se comprometió en atender los casos personales de todos los afectados y costear sus tratamientos a raíz de las secuelas que les dejó el siniestro.
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Manuela y su marido ahora mismo necesitan recurrir a un psicólogo privado. «Casi dos años después aún sigo oliendo a humo. Tengo que preguntarles a las personas que tengo a mi alrededor si también lo huelen», confiesa. Le tiembla la voz. A raíz de aquella desgracia, a pesar de que no tuviera secuelas físicas, tiene trastorno de estrés postraumático. «Mi psicóloga de la seguridad social ya me ha dicho que necesito a un profesional que me vea más seguido. Todo esto no avanza y no paro de revivirlo», cuenta Manuela.
No sólo habla por ella. Recuerda también a Pilar, la mujer que murió de un cáncer de páncreas dado que no la pudieron operar a tiempo por las quemaduras de tercer y segundo grado que sufrió. «Siento que he perdido a mi hermana mayor», dice la mujer. Tiene que hacer pausas mientras habla. Pero coge fuerzas para pedir que la Justicia se movilice y se pidan responsabilidades en caso de que la jueza considere que hubo culpables de que se produjera el siniestro.
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Ya el el atestado de la Guardia Civil cuestionó la falta de previsión de los Bomberos y el deficiente canal de comunicación entre Emergencias y Adif, o mejor dicho, la ausencia de comunicación, circunstancias que propiciaron que el convoy se adentrara en pleno incendio forestal. También se puso en cuestión la actuación de la maquinista al margen de que pueda existir una responsabilidad judicial.
Por fin, los afectados comienzan a ver la luz al final del túnel. Pero más allá de las promesas, desean ver los hechos materializados. Las indemnizaciones que les corresponden, encima de la mesa. «Ni siquiera nos han devuelto el precio del billete», comenta Manuela. Ni mucho menos han recibido todavía ayuda para pagar los tratamientos médicos y psicológicos que necesitan a raíz del trauma.
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El papel de la afectada fue clave para que la desgracia no fuera mayor. Consiguió mantener la mente fría. Hizo con los reposacabezas un filtro para que no entrara tanto humo. Fue ayudando a trasladar a los demás pasajeros al tercer vagón, el más alejado de las llamas. Ayudó a recoger a los viajeros que habían salido corriendo por las vías y humedeció los asientos para que el convoy no ardiera. «Recuerdo pensar que iba a morir en ese tren».
La mujer se revela contra el término «el tren del pánico». «Fue el tren de los olvidados. Estuve llamando al 112 para que me orientaran mientras practicaba primeros auxilios y no se puso ningún médico al teléfono», rememora. Cuenta que en un primer momento llegó sólo una unidad del SAMU. Después ya llegó la UME y el resto de efectivos. Pero se sintieron solos, abandonados... casi dos años después, mantienen este sentimiento a la espera de respuestas e indemnizaciones.
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