Un policía, en la puerta de la finca de la calle Conde Altea en la que se produjo el crimen. Irene Marsilla

El acusado de asesinar a su novia en la calle Conde Altea de Valencia: «Lo hice porque me vino una idea monstruosa a la cabeza»

La Fiscalía y la acusación particular mantienen que Alberto L. era consciente de sus actos y «aumentó deliberadamente el dolor de Cristina»

Lunes, 29 de mayo 2023, 14:24

Alberto L., acusado de matar a su pareja, Cristina B., en su vivienda de la calle Conde Altea de Valencia, ha visto que su tiempo se acababa. Cuando las partes han expuesto al Tribunal del Jurado sus alegatos finales, el procesado ha decidido pronunciarse, frente ... a la sorpresa de los presentes. A diferencia de su declaración en el juicio, con respuestas vagas y múltiples como «no lo recuerdo», esta vez se ha explayado en su discurso.

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Socorro Zaragozá, la fiscal personada en esta causa, ha enfatizado en su alegato que el acusado sólo se disculpó con la familia de la víctima porque se lo sugirió su letrado. «No hubiera sido muy complicado girar la cara y pedirle perdón a la madre y a la hermana de Cristina», ha enfatizado la fiscal. Sin embargo, en la segunda de sus disculpas tampoco se ha dignado a mirar a los ojos a los familiares de la fallecida. Una reacción que ha molestado a los presentes de la sala.

El acusado ha seguido, hasta el último minuto, tratando de que su relato coincida con el de su defensa, que pide que la pena de prisión pase de los 25 años que le solicitan la Fiscalía y la acusación particular por el delito de asesinato con el agravante de ensañamiento a tan sólo 10 y que se le apliquen las atenuantes de confesión y obcecación. «Lo hice porque se me pasó una idea monstruosa por la cabeza. Por mucho que le dé vueltas no encuentro una explicación lógica. Fue una absoluta pérdida de control por mi parte», ha detallado Alberto L.

Sin embargo, tanto los psiquiatras que le atendieron en Urgencias como los especialistas del Instituto de Medicina Legal de Valencia y los peritos aportados por la acusación particular han coincidido que el acusado era plenamente consciente de lo que hacía y no tenía su voluntad anulada. Podía parar cuando quisiera. Pero no lo hizo. Siguió asestando puñalada tras puñalada.

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Aunque los peritos aportados por la defensa hablen de una «fobia de impulsión» que hizo que no tuviera capacidad de decidir, el resto de profesionales que examinaron a Alberto L. descartan esta posibilidad por las características del ataque continuado y por los múltiples medios para acabar con la vida de Cristina B.: una piedra, tres cuchillos, un cinturón de una bata y unas tijeras.

Por cómo se produjo la agresión, tanto la Fiscalía como la acusación particular sostienen que el crimen se produjo con ensañamiento y con la voluntad de asegurarse que acababa con la vida de la víctima. La letrada que ejerce la acusación particular, Ángela Coquillat, ha expuesto que el procesado «aumentó deliberadamente el dolor de Cristina».

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Ahora, el jurado tendrá que determinar si Alberto L. es culpable de asesinato y mató a su pareja con alevosía y ensañamiento siendo plenamente consciente de sus actos y de las consecuencias que estos tendrían o si, por el contrario, se dejó llevar por una «fobia de impulsión» que hizo que fuera incapaz de controlarse.

Los peritos de la defensa argumentaron que el procesado padece alexitimia, un rasgo de personalidad que se expresa en la incapacidad para reconocer las propias emociones. Según expusieron en su declaración, esta condición impidió que el acusado pidiera ayuda cuando dos días antes de que se produjera el brutal crimen comenzó a tener ideas de matar a Cristina. «He estado investigando y la alexitimia se da en un 99% de las personas autistas. Que sepamos, en ningún momento se ha hablado de que el procesado padece un trastorno autista», ha dejado claro la fiscal Socorro Zaragozá.

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La alexitimia, que no es ningún trastorno o enfermedad mental si no un rasgo de personalidad, ha quedado completamente descartada en las evaluaciones del resto de profesionales que examinaron al acusado. De hecho, la psiquiatra forense del Instituto de Medicina Legal de Valencia explicó que, aunque la defensa alegara que Alberto L. actuó condicionado por la alexitimia y la fobia de impulsión que padecía, ambos condicionantes son mutuamente excluyentes. «Si existe alexitimia no puede haber fobia de impulsión», sostuvo la experta.

La defensa del procesado pende de un hilo. De hecho, Manuel Sáez el letrado que representa a Alberto L. ha dejado caer la posibilidad de llegar a una conformidad con las partes. Una propuesta a la que ha contestado el Magistrado Presidente diciéndole: «Espere a que primero haya un veredicto de culpabilidad».

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Socorro Zaragozá también ha echado por tierra el argumento de la defensa de que se le aplique al acusado la atenuante de confesión. «A los únicos a los que les dijo que había cometido el crimen fue a los psiquiatras de la defensa. La juez de guardia que llevaba la causa y yo intentamos que declarara tres veces y en todas ellas se negó», ha afirmado la fiscal. Como ha planteado Zaragozá, lejos de colaborar, el silencio que ha guardado con las autoridades «ha aumentado el sufrimiento de la familia de Cristina que ha tenido que esperar un año y medio a que se celebrara el juicio».

Por su parte, la acusación particular ha pedido que se incluya en el veredicto el agravante de género. Tanto las amigas como la hermana de la fallecida contaron ante el Tribunal del Jurado que Cristina se sentía agobiada en su relación con Alberto. Como recalcó una de las testigos: «Cristina decía que si por él fuera se casaban ya». Aunque no haya constancia de que el acusado le levantara la mano a la que era su pareja antes de que cometiera el crimen atroz, sí tenía comportamientos de control como alegaron las personas del entorno de la víctima.

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Sus amigas contaban que ella dejó caer la posibilidad de romper su relación con Alberto. Una de sus amigas cercanas contó que Cristina le había dicho respecto a su relación: «Ya veremos hacia dónde va esto». Por ello, la letrada Ángela Coquillat ha expresado en su alegato final: «Alberto sabía que Cristina tenía pensado dejarle en un breve periodo de tiempo. No hay mayor gesto de dominación que el pensamiento de: 'si no eres mía, te mato'. Consideraba que Cristina era su posesión».

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