Javier Martínez
Valencia
Domingo, 28 de enero 2024, 00:54
Era un cura muy singular, un anciano tan piadoso como afable, risueño y confiado. El crimen de Alfonso López Benito ha causado una profunda ... conmoción esta semana en Valencia, y ha dejado muchos interrogantes sobre sus rutinas y amistades peligrosas. El canónigo emérito de la Catedral de Valencia, que estaba jubilado, ayudaba a personas sin hogar, gente joven, individuos socialmente marginados e inmigrantes con problemas económicos, como el hombre detenido por el crimen.
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El clérigo residía desde el año 2017 en la vivienda propiedad del Arzobispado de Valencia, según los vecinos. Era el único sacerdote que vivía en la finca. Los jóvenes que frecuentaban su domicilio incomodaban al portero y a la comunidad de propietarios del número 22 de la calle Avellanas, en pleno corazón histórico de Valencia.
«Los invitaba a su casa con la promesa de ayudarles. Es lo único que sabemos. Todo lo que están diciendo son especulaciones. Nosotros no sabemos lo que hacían en el piso», afirma una vecina del edificio. Don Alfonso, como le llamaban sus vecinos y la gente humilde a la que ayudaba, «era un buen cura, pero tenía sus secretos y sacaba su carácter cuando le llevaban la contraria», añade la mujer.
Aunque era un hombre caritativo y amable, también mostraba su genio cuando se enfadaba. «Discutió con una vecina por unas goteras y los gritos se escuchaban en toda la finca», recuerda otra persona que reside en la finca.
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En los últimos años, el eclesiástico había ayudado a varios jóvenes con antecedentes policiales que trataban de reconducir su vida. Eran amistades peligrosas, pero el presbítero asumía esos riesgos. Dicen que les daba dinero. Algunos de ellos habían estado en su casa y conocían sus costumbres, sus rutinas y hasta su amistad con el portero.
Prueba de ello es que el presunto homicida sabía a quién tenía que enviar los mensajes de WhatsApp para hacer creer que el sacerdote se había ausentado unos días de Valencia. El portero era la persona que más podía echar de menos al clérigo o sospechar que le podría haber ocurrido algo.
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Tras los problemas de convivencia que habían generado las amistades del cura, los vecinos estaban más pendientes que nunca de quién entraba y salía del edificio. Y esto posibilitó que el sospechoso fuera identificado como el hombre que solía acompañar al religioso cuando los investigadores del Grupo de Homicidios reconstruyeron las últimas horas de vida de la víctima.
Nacido el 23 de junio de 1943 en Valencia, Alfonso López fue párroco en varias localidades valencianas y profesor del Instituto de Estudios Jurídicos de Valencia y de la Facultad de Derecho Canónico. Además, trabajó en el Tribunal Eclesiástico de la archidiócesis de Valencia.
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Entre 1999 y 2015 fue canónigo de la colegiata-parroquia de San Bartolomé Apóstol y San Miguel Arcángel, en la ciudad de Valencia. Recibió la ordenación sacerdotal en Valencia en 1969, publicó varios libros, era doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.
Los amigos y compañeros del sacerdote asesinado lo definen como un «hombre muy querido en la diócesis, jovial y con gran sentido del humor, especializado en las últimas décadas en el trabajo sobre los mártires de la persecución religiosa».
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