Llevaba sólo dos meses en Valencia cuando Jorge Ignacio P. J. se cruzó en su camino. Lady Marcela Vargas, nacida en Colombia y de 26 años de edad, había trabajado en varios restaurantes de Cali y también realizaba tratamientos de belleza para las uñas y ... las manos en su país.
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Pero el dinero que ganaba con la manicura y sirviendo en los bares no era suficiente para criar a sus dos hijos pequeños, y por eso decidió viajar a España en busca de un futuro mejor. «Era una mujer llena de sueños y quería lograr muchos objetivos en su vida. Era muy joven, buena madre, le quedaba mucho que vivir y le apagaron todos sus sueños», afirma Dora Gicela Gutiérrez, la madre adoptiva de Lady Marcela.
«Sus padres murieron y nosotros la acogimos en nuestra casa. Estamos destrozados desde que nos contaron cómo murió, y esperamos que condenen al asesino a la máxima pena, la prisión permanente o perpetua, porque se merece el peor castigo», añade la mujer.
El 14 de junio de 2019, Jorge Ignacio P. contactó con la joven colombiana para mantener relaciones sexuales en la vivienda donde residía la víctima, concretamente en un piso de la la avenida de la Plata en Valencia. Según la Fiscalía, el presunto asesino en serie «le introdujo cocaína de gran pureza en la vagina y el ano, conociendo que eran vías de absorción rápida de la droga, sin consentimiento alguno de la mujer y pese a saber los efectos nocivos y hasta posiblemente mortales» de la intoxicación que estaba provocando.
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Como consecuencia del afán egoísta de Jorge Ignacio P. por satisfacer sus inclinaciones sexuales, Lady Marcela comenzó a encontrarse mal y a convulsionar, «tapándole entonces la boca el encausado para que no gritara hasta la muerte de la joven por insuficiencia cardiorrespiratoria, y abandonando luego la vivienda», según el escrito de la acusación pública. Los forenses detectaron en la autopsia cocaína en sangre y otra sustancia estupefaciente.
Unas horas después del crimen, la mujer que le había alquilado el piso descubrió el cadáver y llamó por teléfono a los familiares de la joven en Colombia para informarles de la trágica noticia. «Al principio no sabíamos lo que había pasado. Nos dijeron que la habían encontrado muerta en la cama con espuma en la boca, y no sabíamos la causa de la muerte», explica Gicela.
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Los familiares de Lady Marcela, que residen en Cali, no tenían entonces a nadie a quién recurrir en España para pedirle que indagara sobre la extraña muerte de la joven, y creyeron que podría haber fallecido por una sobredosis de droga, como apuntaban las primeras investigaciones policiales.
Tras la detención de Jorge Ignacio P. como presunto autor de la muerte de Marta Calvo, la Policía Nacional revisó otros casos de muertes similares, como el de Lady Marcela, y descubrió pruebas e indicios que incriminan al presunto asesino en serie.
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Los abogados Juan Carlos Navarro e Isabel Carricondo, que se hicieron cargo de la acusación particular, piden prisión permanente revisable para el procesado tras calificarlo de «feminicida» y sostienen que eligió a sus víctimas «por ser mujeres vulnerables», ya que ofrecían servicios sexuales a cambio de dinero.
Jorge Ignacio P. está acusado de asesinato con alevosía, abuso sexual y tráfico de drogas en los casos de Lady Marcela, Arliene Ramos y Marta Calvo. Son los mismos delitos que le imputan respecto a otras siete víctimas supervivientes, pero en grado de tentativa en el delito de asesinato. En cada uno de los hechos delictivos, Navarro y Carricondo aprecian la agravante de género.
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El presunto asesino en serie se sentará en el banquillo de los acusados el próximo lunes, 13 de junio, para ser juzgado por las muertes de tres jóvenes, siete delitos más de asesinato en grado de tentativa de otras tantas mujeres y los abusos sexuales que denunció otra víctima. Un centenar de periodistas, fotógrafos y operadores de cámara de una veintena de medios de comunicación y productoras se han acreditado para seguir en directo las sesiones del juicio.
Tras localizar y tomar declaración a ocho víctimas, los investigadores de la Guardia Civil consideran que Jorge Ignacio P. mató a tres mujeres y puso en peligro las vidas de otras siete con un mismo patrón de conducta sexual. Varias de las jóvenes sufrieron cuadros de convulsiones e inconsciencia y dos de ellas necesitaron atención médica después de que el putero les introdujera pequeñas piedras de cocaína en sus genitales.
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