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VALENCIA
Jueves, 22 de octubre 2020, 16:49
El crimen de Patraix se ejecutó con un cuchillo cebollero que Salva, el asesino confeso, había comprado en una ferretería de la calle Lérida de Valencia días antes del asesinato de Antonio. Según la investigación, Salva compró un mes antes del crimen el cuchillo de cocina con el que perpetró el asesinato. Tenía 15 centímetros de hoja, 4 de ancho y un solo filo. Salva se lo clavó 8 veces en el pecho a Antonio en el garaje de la calle Calamocha.
La policía encontró el arma el 19 de enero de 2018 en una fosa séptica de Ribarroja. El autor confeso del crimen, Salvador R. P., llevó a los investigadores hasta una casa de campo de su propiedad para indicarles el lugar exacto donde se deshizo del arma. Los agentes del Grupo de Homicidios y de la Unidad de Subsuelo de la policía participaron en la búsqueda el cuchillo cebollero con el que Salvador asestó ocho puñaladas a la víctima.
Más información del juicio
Una prueba de ADN demostró que el cuchillo era, como sospechaba la Policía Nacional, el arma con la que fue asesinado Antonio en el garaje de su casa del barrio valenciano de Patraix.
Las comprobaciones genéticas revelaron que los restos de sangre que se recuperaron en el filo de este cuchillo correspondían a Antonio, lo que supone una nueva prueba incriminatoria de peso contra Salva.
El pozo ciego sirvió de escondite para el arma durante unos cuatro meses, tiempo en que Salva y Maje confiaban en no ser descubiertos. Hasta que se produjo su arresto como fruto de la investigación policial.
El citado pozo estaba tapado con hormigón y dos capas de grava y arena. Los policías tuvieron que utilizar una pala para retirar los materiales que cubrían el depósito y luego hicieron la abertura más grande con un pico. Fueron casi tres horas de labores de albañilería, pero los agentes lograron finalmente extraer el arma con un artilugio que elaboraron con imanes y un gancho. El cuchillo se encontraba dentro de una bolsa de plástico.
Tal y como publicó LAS PROVINCIAS, en ese momento el asesino confeso, que acudió a su casa de campo en compañía de su abogada, llegó a llorar mientras uno de los policías golpeaba el hormigón con el pico. Y se derrumbó cuando el agente sacó el arma. Era la prueba definitiva para cerrar su incriminación y la segunda vez que buscaban el cuchillo en la casa.
Tras la recuperación del arma, la Policía Científica detectó restos de sangre de la víctima, a pesar de que Salvador lo lavó con agua y jabón. El detenido colaboró con la Policía Nacional y confesó el crimen.
El fiscal apunta que Maje se aseguró de dejar libre la plaza de garaje desde la noche anterior «no aparcando allí su vehículo particular». Y añade más: «Para que Salva pudiera esconderse en el garaje hasta que llegara Antonio, Maje le entregó las llaves de la única puerta de acceso» al aparcamiento. Y «facilitó» a su amante «información detallada del número de plaza, su ubicación, la marca del vehículo de empresa que utilizaba Antonio, sus horarios y días de trabajo», entre otros datos.
El enfermero dio vagas explicaciones cuando le preguntaron el motivo del asesinato. Salva aseguró que no tenía ninguna inquina contra la víctima y que pensó que matar al ingeniero sería bueno para Maje, porque su familia no llevaría bien el divorcio. También manifestó que quería mucho a su compañera de trabajo.
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