La batalla judicial tras la dana

Cuando la alarma del Cecopi sonó, el marido de Susana ya había muerto en el garaje de su finca. Nadie era consciente de la tragedia que estaba a punto de llegar. No hubo indicaciones, ni directrices... Ni recomendaciones para que los ciudadanos supieran cómo actuar cuando llegara la tromba de agua por sus pueblos. Los seis forman parte de las 32 familias que se han unido para demandar a las administraciones como responsables de los homicidios imprudentes de los fallecidos por la dana. La plataforma SOS Desaparecidos ha encabezado esta iniciativa y les ha proporcionado asesoramiento jurídico gratuito a los afectados para que los presuntos responsables de una mala gestión que terminó siendo mortal.

Los seis se reúnen en la plaza del Ayuntamiento de Catarroja. Con sus manos sostienen una pancarta en la que se puede leer: «Que no salgan impunes. Pedimos que lo paguen con cárcel». No quieren ceder ante la pena de haber perdido a sus familiares. Se mantienen fuertes hasta que consigan hacer justicia.

A Susana le cuesta hablar. Se ha pensado mucho si aparecer en el reportaje. Está completamente devastada por la muerte de su marido, José Ruiz. Cuando el agua comenzó a llegar a la localidad, los vecinos de la finca mandaron un mensaje por el grupo de WhatsApp pidiendo que bajara gente a cerrar las compuertas del garaje. «Volvieron todos menos él», lamenta la mujer. Su marido falleció salvando la vida a una chica que se estaba ahogando. Ella logró sobrevivir. Pero José nunca regresó. «Mi marido murió antes de que sonaran las alarmas», comparte rota de dolor.

«Ya no soy persona. Lo único que me importa es mantener la cordura para poder cuidar a mis padres», confiesa en un suspiro. Se fue a buscar a José recorriendo las calles hasta que le notificaron que habían hallado su cierpo sin vida. «Lo único que quiero es luchar para que se le haga justicia», comenta. Habla con la voz entrecortada. Al borde del llanto cada vez que recuerda cómo perdió al amor de su vida. Pero no piensa darse por vencida. No va a dejar que se olvide la muerte de su marido.

El hermano de Encarna Martínez era director en un centro educativo de Cheste. Cuando comenzó la lluvia, José cogió el coche para volver a su vivienda en Valencia, pero nunca llegó. «Mi otro hermano y mi cuñado localizaron el móvil de José y vimos que estaba cerca del barranco. El miércoles por la tarde fui a buscarle pero la Policía me dijo que no había encontrado a nadie con esa descripción. Al día siguiente empecé una campaña de búsqueda y pedí que me ayudaran por redes sociales», comparte la mujer.

Encontraron su coche en aquel barranco. La ventanilla estaba abierta. Pero no había ni rastro de su hermano. Pensó que quizá había logrado escapar. Lamentablemente, no fue así. Hallaron el cuerpo de José en Quart, a unos 20 kilómetros de donde perdió la vida. Encarna enfatiza: «Mi hermano no es víctima de la dana, es víctima de una riada».

La mujer quiere puntualizar en que, en su opinión, «se les fue de las manos. Sabian lo que iba a pasar y no tomaron precauciones». Acudió a la misa dedicada a los fallecidos y se sintió profundamente decepcionada. «Eso parecía la premier de una película, no un acto para recordar a las víctimas», dice con rabia. «A mi hermano no le tocaba morir. Lo han asesinado. Quiero tener a todos los responsables frente a la justicia», afirma.

La indignación que siente Rosa Álvarez, la hija de Manuel, fallecido en la Dana, aumenta por momentos. «Las administraciones nos maltratan. Nadie se ha puesto en contacto con los afectados para preguntarnos si necesitamos algo. No tienen sensibilidad», opina enfadada.

Todavía no se ha permitido romperse para llorar la muerte de su padre. Tiene que estar firme para luchar en su nombre. «El 13 de junio de 2023 nuestros fallecidos, con la firma del pacto de Gobierno, quedaron sentenciados a muerte», comenta con rotunidad. Siempre ha sostenido que su padre no murió, si no que fue «asesinado» por la gestión que hicieron los dirigentes de la dana.

«Nos imaginamos cómo lo debió de pasar ahí dentro del coche. Sin poder salir. Intentando romper los cristales con los reposacabezas, porque los encontramos quitados. En las ventanas se había quedado la marca de sus manos...» Ernesto, el padre de Sonia Fuster, se quedó atrapado en la CV-36 en el camino de Torrent a Valencia. Intentaron encontrarlo de todas las maneras.

Después de contar su situación por redes sociales y pedir ayuda para saber dónde estaba su padre, la hija de Sonia recibió un pantallazo de Tiktok donde se veía el coche de Ernesto. Rápidamente, se dirigieron al lugar. Y allí estaba el cadáver de su padre. Tuvo que compaginar el duelo con el susto que pasó cuando estuvo cuatro días sin saber si su hijo estaba a salvo de la dana, porque también estaba en la carretera cuando empezó la riada. «Hay que ir a por todas. No pueden salirse de rositas», comparte. Sonia está hecha polvo, aun así asegura: «Me da consuelo ver cómo las familias nos estamos uniendo y haciendo fuerza para que los asesinos de nuestros padres no queden impunes. No entiendo que sigan en sus cargos».

La madre de Juan José Monrabal murió ahogada en su vivienda de Catarroja. El hombre se tuvo que poner a limpiar el cementerio, junto con sus vecinos, para que pudieran enterrar a las víctimas. «Yo pido cárcel para los responsables de asesinar a nuestros familiares», dice Juan José.

Tiene esperanzas en que logren ganar la demanda y que los responsables paguen las culpas. «Estas navidades el turrón más blando me sabrá duro sin mi madre», lamenta.

Leonardo Zambrao, el marido de Lilian Ponce, murió en su garaje de Catarroja aquel terrible 29 de octubre. «Nadie nos avisó de que no había que bajar. ¿Si tenemos gobernantes por qué no se preocuparon por nosotros?», dice apenada. «Lucharemos hasta que paguen los culpables», sentencia la mujer.