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Los boinas amarillas de la Unidad Militar de Emergencia (UME) están considerados los héroes del Ejército por su magna vocación de servicio y su ... entrega cuando prestan auxilio a las víctimas de catástrofes. En los últimos 18 años, los militares que integran las compañías de intervención se han convertido en los mejores centinelas del fuego, la lluvia y la nieve.
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Prueba de ello son las cifras de sus servicios. Desde la creación en mayo de 2006 del Tercer Batallón de Intervención en Emergencias (BIEM III), los boinas amarillas de la base de Bétera han intervenido en 38 incendios, cuatro nevadas, dos inundaciones y siete operativos de apoyo a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Las cifras corresponden a la Comunitat Valenciana, pero los números aumentan si contabilizamos los servicios que realizan en la Región de Murcia y las Islas Baleares, que se encuentran en la demarcación del BIEM III, o las operaciones de apoyo a otros batallones de la UME
En sus 17 años de vida, el batallón de la UME de Bétera se erige en un cuerpo de élite que proporciona seguridad y tranquilidad a los valencianos. Cada día se entrenan para luchar contra el fuego, buscar a personas desaparecidas y rescatar a víctimas de inundaciones, entre otros servicios humanitarios, pero también se forman en tropa y marinería.
«Estamos preparados para intervenir con urgencia en cualquier momento. Acudimos donde nos necesitan con un protocolo a través de la Delegación del Gobierno. Siempre tenemos un retén de guardia que duerme en un hangar, y por eso la primera unidad sale a los pocos minutos», explica el comandante Salvador Romón (Valladolid, 43 años), jefe del área de operaciones y relaciones institucionales del BIEM III.
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«Esta unidad es como una misión permanente en la que siempre estamos en alerta. Nos nutrimos de militares con experiencia, y el inconveniente de la total disponibilidad lo suplimos con vocación y compañerismo», añade Romón.
El vínculo que existe entre los miembros de la UME es un valor añadido para su gran labor en las catástrofes. Ser buen compañero implica colaboración, respecto, comprensión y ayuda en momentos críticos cuando luchan contra el fuego o un temporal de lluvia, pero también en los trabajos de mantenimiento en la base.
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«El compromiso es muy grande en esta unidad. La calidad personal, el compañerismo, el esfuerzo, todo suma al final para dar la mejor respuesta. Tenemos diez días libres en verano, pero algunas veces nuestros hombres y mujeres suspenden sus vacaciones para apoyar a los compañeros en un incendio», señala el comandante.
El cabo mayor Félix Lereu (Stuttgart, 51 años) asiente con la cabeza y agrega: «La fortaleza física y mental, la perseverancia, el espíritu de equipo, la humildad y la disciplina son otros valores que forman el ideario de la UME».
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Lereu es el militar más veterano y el relator del batallón (lee las resoluciones en los actos militares). También gestiona la logística del puesto de mando en las emergencias y selecciona al personal que opta a las vacantes. «La unidad es de libre designación. Hemos llegado a recibir hasta ciento veinte peticiones para una vacante», asegura el cabo mayor.
«La mayoría de los jóvenes que quieren venir a la UME lo hacen por su vocación de servicio y por ese gran reconocimiento social que tiene la unidad», sostiene Lereu. «Seleccionamos a los mejores por su experiencia y méritos. Tenemos en cuenta su historial y sus aptitudes para elegir a los tres o cuatro más preparados, y estos hacen luego las pruebas físicas y la entrevista final», añade.
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Mientras hablamos con el comandante Romón y el cabo mayor Lereu, el capitán Pablo Modroño interrumpe la conversación durante unos segundos para informar de una incidencia al jefe de operaciones. La base de Bétera es un hervidero. Los militares entran y salen de los hangares. Los teléfonos no dejan de sonar en las oficinas. Los mecánicos se afanan en la revisión de los vehículos. El viento no da tregua con rachas de hasta 106 kilómetros por hora. El riesgo de incendio no es grande, pero las condiciones climatológicas podrían complicar las labores de extinción de un fuego forestal al no poder intervenir los hidroaviones y helicópteros.
En el edificio de la plana mayor, el subteniente Agra revisa las últimas incidencias (con alertas actualizadas del 112) en dos mapas digitales de España y la Comunitat Valenciana. Todo parece estar bajo control, pero los especialistas de la UME no bajan la guardia. «Tenemos que estar al tanto de los incendios más graves para estar preparados ante cualquier emergencia», insiste el comandante.
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La cabo primero María Aza (Valencia, 40 años), jefa de uno de los equipos de batallón, y la teniente enfermera Sara Crespo (Alcalá de Henares, 25 años) se unen también a la reunión después de revisar la autobomba y el material sanitario de la ambulancia. Aza lleva 16 años en la UME y está curtida en decenas de incendios y operaciones de salvamento. Crespo llegó a la unidad hace tres meses tras opositar para el Cuerpo Militar de Sanidad. Su hermano también es militar.
Las dos mujeres llevan con orgullo la boina amarilla. «En el Ejército nos preparan para misiones en el extranjero, para la guerra y para ayudar a la gente, pero nuestras intervenciones en las emergencias tienen más reconocimiento social y eso nos anima a darlo todo», afirma Aza.
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Entre su recuerdos más emotivos se encuentran la despedida de los vecinos de Orihuela en agradecimiento por la ayuda recibida en las inundaciones que asolaron el municipio alicantino en septiembre de 2019. Unas 500 personas realizaron un pasillo humano para aplaudir el paso del convoy de la UME.
Atrás quedaban jornadas de duro trabajo para quitar el barro en viviendas, calles y carreteras. «Llevaban pancartas y un vecino hasta paró un camión para abrazar a un compañero. El agradecimiento fue muy bonito», recuerda la cabo primero. La teniente Crespo coincide: «Lo más gratificante de nuestro trabajo es ayudar a los demás y percibir también que la gente lo valora».
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Horas después de que habláramos con los boinas amarillas en su base, 161 militares del BIEM III fueron movilizados, entre ellos Romón, Lereu y Costa, para luchar contra las llamas del incendio forestal de Montitxelvo. Acudieron con 58 vehículos de extinción, control y mando.
El batallón de la UME de Bétera cuenta en la actualidad con 475 efectivos (442 hombres y 33 mujeres) y 261 vehículos, tres de ellos anfibios. Entre sus grupos de intervención destacan el equipo cinológico con nueve perros adiestrados, uno de ellos para buscar cadáveres bajo el agua, y el de buceo con nueve submarinistas.
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