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Una sudadera de Deadpool asoma entre en barro del Poyo. «Todo el armario de Izan y Daniel salió volando cuando el contenedor del tráiler se estampó contra su habitación», cuenta un familiar de los niños de 3 y 5 años desaparecidos en Torrent. Desde que la carga de aquel vehículo impactó contra la vivienda y los pequeños salieron disparados con la corriente de la inundación, la familia no ha dejado de buscarlos. Tratando de recrear la ruta que siguieron los cuerpos.
Un amigo de la familia escribió a los 'Topos Aztecas', un grupo de voluntarios de México que recorren todo el mundo en busca de víctimas de desastres naturales, para que los ayudara. Los rescatistas no dudaron ni un momento y partieron rumbo a Torrent, para seguir inspeccionando después de que los efectivos de la UME hicieran la primera batida.
«Si os parece bien revisamos todo como si fuera la primera vez», pide desolado Daniel, el familiar de los pequeños. Los 'topos' le hacen un gesto afirmativo. Armados de varas de hierro que encuentran por el camino, revisan cada montículo de tierra en busca de cualquier rastro que pueda desvelar el paradero de Izan y Daniel.
Pero lo único que parece quedar de ellos en aquel barranco que siempre será recordado con horror son sus enseres personales. Un carrito de la compra de juguete aguarda debajo de un árbol. Objetos infantiles que también han perdido a sus respectivos dueños.
Los voluntarios suspiran cada vez que encuentran un juguete que pertenecía a Izan o a Daniel. Muchos tienen hijos. Se les eriza la piel al ponerse en la piel de la familia.
Las horas pasan. Lentas. Impasibles. Y la búsqueda, aunque sea dedicada, no da frutos. Los voluntarios marcan con un spray de color naranja una erre de «revisado» en los lugares que puedan dar lugar a confusión sobre dónde se encuentran los niños: lugares en los que ha fallecido algún animal o debajo de bloques de hormigón que hay desperdigados.
Emplean el mismo código que los efectivos de la UME. Pero no siempre se tienen claras las pistas. En un Ford Focus azul marino que está enterrado en el barranco hay una erre. Pero también un interrogante. «Eso quiere decir que tenían dudas de si podían estar debajo del coche», comparte David, uno de los voluntarios de los 'Topos Aztecas'.
El familiar de los pequeños pide ayuda a los rescatistas: «¿Os importa que miremos dentro del coche?» Y todos se unen para forzar las puertas del vehículo, que está completamente repleto de tierra y escombros que arrastró la corriente.
Las barras de hierro no son suficiente para poder hacer de palanca y forzar los laterales, que están completamente atorados. Pero se ayudan también de un martillo y consiguen abrirlo: ahí tampoco están Izan y Daniel.
Peinan completamente la zona. Repiten los pasos que ya dieron los vecinos del pueblo que participaron en la búsqueda (y que siguen asomándose al barranco por si encontraran alguna pista) y también la UME. Pero a medida que avanzan, lo único que saben es dónde no están los niños. Y las hipótesis de qué hizo la corriente con los cuerpos se vuelven infinitas.
Al más pequeño indicio, se vuelcan a cachear la zona. Los voluntarios hacen una cadena humana. Con la fuerza de sus propias manos, hacen presión para romper unas cañas que no permiten revisar uno de los montículos. Falsa alarma. La esperanza va menguando a cada paso que dan. «Hace falta más maquinaria», comentan. Daniel, el familiar de los pequeños, está desesperado. Pero el hombre saca fuerzas viendo cómo los voluntarios se parten el lomo para buscar a Izan y Daniel. «Se me ponen los pelos de punta de ver cómo se vuelca la gente». Y se señala la piel erizada del brazo.
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