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J. A. MARRAHÍ
Jueves, 10 de junio 2021, 00:37
La hora final ha llegado. El jurado encargado de hacer justicia a los dos pequeños hermanos asesinados el 13 de enero de 2019 en Godella ... , Amiel e Ixchel, delibera ya sobre el objeto del veredicto. Es un documento de 29 preguntas y ocho folios en el que el tribunal popular deberá pronunciarse sobre la autoría del doble crimen.
Su crucial responsabilidad es decidir, en esencia, si fue una acción conjunta o de uno sólo de los padres y si, como parece un hecho poco discutible, la madre estaba en esas fechas padeciendo un brote de esquizofrenia paranoide. El juicio terminó ayer, después de ocho jornadas, con las conclusiones de Luisa Ramón, abogada de la madre acusada.
Sobre la una de la tarde, el objeto del veredicto obraba ya en manos de los miembros del tribunal. Se les pregunta por las tres versiones defendidas por el fiscal y los dos abogados, pero desgranadas en 29 consultas en las que tienen que pronunciarse en términos de probado o no probado. Y aquí entra en juego la Ley del Jurado, que precisa al menos siete votos favorables de entre los nueve miembros para considerar probado un hecho desfavorable para el acusado. Y son sólo cinco para aquellos otros hechos descritos que son favorables, por ejemplo una eximente o atenuante de la responsabilidad penal.
Las cuestiones clave son la séptima y la octava, pues en ellas se pregunta al jurado si creen probado que Gabriel y María mataron a los niños de manera conjunta en una especie de ritual para protegerlos de una inexistente secta. Si estos puntos no se consideran probados se abre entonces el abanico de posibilidades sobre la participación individual. Las primeras deliberaciones del jurado se prolongaron durante toda la tarde. A las 20 horas aún no había acuerdo y se acordó continuar hoy por la mañana con el debate secreto de los nueve miembros del tribunal.
El juicio se cerró por la mañana con la intervención de la abogada de María, Luisa Ramón. «La enfermedad mental de mi defendida no puede ser un argumento para concluir su participación» en el asesinato de los menores. Según expuso al jurado, es complicado «enjuiciar algo que ha sucedido en un lugar apartado y sin testigos». En esta tesitura, «debemos guiarnos por los indicios y por la credibilidad de las personas». Según la letrada, «mi defendida no mató a sus hijos a pesar de su brote psicótico».
En cuanto al padre, «Gabriel ha mentido de forma sistemática y reiterada. Y el que miente una vez sobre todo lo que se le pone por delante no merece ser creído». En primer lugar, refiere la abogada, «ha negado tener unas creencias esotéricas muy tóxicas porque cree que no le va a beneficiar, pero hemos visto cómo mentía». Como ejemplos, «intentó camuflar su letra en las pruebas caligráficas y amigas de los dos han descrito su convicción de creerse Jesucristo, de que María era María Magdalena y de que quería formar su propia secta para que todos le adoran».
Gabriel dijo que rompió la relación con María en prisión «pero no es verdad, lo hizo porque sus cartas no le benefician. En la cárcel escribió «que un abuelo había ido a por los niños para hacerlos renacer». «No te preocupes, van a volver», le mencionó a su pareja, según la abogada. Y en otra misiva escribió: «Un indio oscuro te persigue». O frases como «ahora los aztecas ya saben lo que ha pasado, vendrán a conquistar España». Para la abogada, «esto no casa con un padre que ha perdido a sus hijos y busca un interés manipulador». En una coincidencia en los calabozos Gabriel «conminó a su pareja a que se inculpara para así cubrirse las espaldas». Este hombre «la volvió medio loca porque ella es sensible e influenciable, un juguete y un títere para cualquiera que quisiera aprovecharse de ello».
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Además, ahondó «maltrataba a su hijo Amiel con tres años y medio y también a su mujer». Fue «un maltratador y un manipulador, como padre y como marido». Para Ramón, el sospechoso «envenenó a María con sus ideas para lavarle el cerebro y sus escritos se los repetía para que terminara creyendo que una secta e incluso la familia más cercana abusaba de sus hijos».
Gabriel «tampoco tenía empatía con sus hijos y no se preocupaba por ellos. Tocaba la guitarra mientras su hija pequeña lloraba de hambre». Su personalidad es «megalómana y hasta psicopática». Según la abogada, «hay indicios de que Gabriel limpió ropa, hizo desaparecer prendas claves en el crimen y se cambió para tener un aspecto más aseado que nunca, seguramente para marcharse con sus cosas».
El padre de los niños no quiso usar su derecho de última palabra previo a la deliberación. La madre sí lo hizo, con un breve parlamento: «Con lo que ha explicado mi abogada, está todo dicho». A la salida del juicio, María recibió palabras de cariño y apoyo por parte de sus familiares y amigas de Godella y Rocafort. Ahora el jurado decide.
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