El 5 de julio de 1995, la Comunitat Valenciana amanecía con una inquietante noticia. «La Guardia Civil busca pistas para localizar a una profesora de ... Benicasim desaparecida el domingo», rezaba el titular del artículo publicado en la página 42 de LAS PROVINCIAS. Difícil, prácticamente imposible, imaginar el truculento caso que iba a estallar a raíz de aquel suceso. La preocupación invadió al municipio castellonense cuando trascendió que la joven Sonia Rubio Arrufat llevaba tres días ilocalizable. «Mi hija es muy responsable y yo sé que no se ha escapado de casa», afirmaba la madre en declaraciones recogidas por este diario. La información iba acompañada de una fotografía de la profesora de 25 años correspondiente al día de su graduación.
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La desaparición se produjo sobre las cinco de la madrugada. «Sonia Rubio y una amiga suya abandonaron una discoteca de Benicasim. Según la versión ofrecida por la familia, Sonia y su amiga se despidieron en la misma puerta de esa sala de baile, a un kilómetro escaso de su domicilio», relató el periódico. Su hermana Victoria denunció la desaparición al día siguiente en el cuartel de la Guardia Civil de Benicàssim.
48 horas después de comenzar la investigación, la familia de Sonia confirmó que las indagaciones llevadas a cabo por las Fuerzas de Seguridad del Estado se habían extendido por toda España ante «el temor» de que se tratase de un secuestro. Los agentes no descartaban ninguna hipótesis, aunque sí desechaban las motivaciones económicas, ya que la familia no poseía «una fortuna destacada». Las primeras gestiones apuntaban al círculo de amistades.
Apenas un mes antes, la joven había regresado desde Gran Bretaña a España. Ese mismo 5 de julio, LAS PROVINCIAS dio la clave: «La sospecha familiar sobre la posibilidad de que un desconocido se ofreciera a trasladar en un vehículo a Sonia Rubio desde prácticamente la puerta de la discoteca a su domicilio«.
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El 6 de julio, el entonces gobernador civil de Castellón, Ignacio Subías, solicitaba la colaboración internacional de la Interpol para localizar a Sonia. La población de Benicàssim estaba conmocionada. Los agentes habían reconstruido las últimas 24 horas que la joven había pasado en el municipio. La madre sospechaba que podía haber ocurrido algo: «Lo peor».
María Bordoy, quien compartió la noche del sábado con Sonia, fue contundente en declaraciones a Efe recogidas por LAS PROVINCIAS: «Tras cuatro días sin saber nada de ella, sólo puedo pensar lo peor, que alguien la haya cogido por algo». Ambas se despidieron al salir de la discoteca. María, al igual que Sonia, estudió filología inglesa en la Universidad de Castellón: «Acababa de llegar de Inglaterra, estaba supercontenta». Y no vio probable que se montara en el coche de un desconocido: «Eso no lo hacía ni lo hemos hecho nunca, no somos niñas de 16 años que vayamos a hacer auto-stop».
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Ignacio Subías informaba de que unidades especiales con perros adiestrados se habían unido a la investigación. Miembros de la familia intervinieron en el programa de televisión '¿Quién sabe dónde?', dirigido por el periodista Paco Lobatón. A raíz de esta participación, se multiplicaron las llamadas telefónicas de personas que aseguraban haber visto a Sonia.
Transcurrían los días sin novedades fehacientes. La investigación se había extendido a Inglaterra y otros puntos de Europa. El 6 de agosto, LAS PROVINCIAS publicaba una entrevista a Victoria Rubio Arrufat, hermana mayor de Sonia. El titular es crudo: «Nos llama gente, dementes con muy mal gusto, que parece que quieran hacernos más daño». Se resistía a hablar en pasado al referirse a Sonia y profundizó en una hipótesis: «Creemos, más bien, que se trata de gente desconocida. Sospecho que la cogieron entre varios, ya que con uno solo ella habría podido, ya que tiene mucho carácter. Es muy extrovertida, pero exclusivamente con la gente que conoce. Es muy prudente». Conservaba la esperanza.
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Sonia Rubio aparece asesinada en Oropesa«. Así titulaba LAS PROVINCIAS su portada del 21 de noviembre. »El hallazgo de los restos de la profesora Sonia Rubio se produjo pasadas las 12.30 de la mañana de ayer. A esa hora, un joven arquitecto que buscaba una zona para construirse un chalet, percibió mal olor y se acercó al lugar de donde emanaba, un paraje de la localidad castellonense de Oropesa del Mar, de grandes formaciones montañosas y que había sido ampliamente rastreado, al menos cuatro veces, por los perros de la Guardia Civil. Allí descubrió en un punto sin visibilidad oculto entre matorrales los restos humanos de la joven«, arrancaba el sobrecogedor artículo. El cadáver estaba desnudo y en fase de desecación.
Al día siguiente, a través de la célebre sección de El Cabinista, un lector lamentaba que no hubiesen sido las autoridades las que hubiesen hallado el cuerpo de Sonia. Una sección a la que, posteriormente, llegaba otro comentario lleno de rabia: «Pero, ¿en qué mundo estamos? ¿Qué consiguen matando a una pobre chica de 25 años? ¿No tienen sesos en la cabeza o qué? ¡Animales estúpidos! Ojalá Dios os condene (...)».
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El cadáver fue descubierto en un camino vecinal de la partida Plà de Batalla, a sólo tres kilómetros de la casa de veraneo de la joven. Los videntes y mediums consultados por los investigadores habían coincidido en que el cadáver se encontraría enterrado en alguna zona montañosa situada entre Benicàssim y Oropesa. Después de 140 días de angustia, llegó el trágico desenlace.
«Estamos muy afectados. No sabemos nada. La Guardia Civil sólo nos ha dicho que ha encontrado el cuerpo. Sólo nos queda esperar el resultado de la autopsia de mañana para saber con certeza que es ella». Fueron las declaraciones a LAS PROVINCIAS de Joaquín, cuñado de Sonia. Junto al texto, una fotografía de Lloret en la que se muestra el doloroso paraje, frecuentado habitualmente por cazadores.
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Al día siguiente, ya con la confirmación por parte de los forenses de que los restos humanos correspondían a Sonia, el periódico recogía que algunas fuentes ya apuntaban que podría haber fallecido estrangulada y que la hipótesis que cobraba «más consistencia» era el móvil sexual. El alcalde de Benicàssim, Alejandro García, visitó la partida Plà de Batalla y expresó su consternación: «Es un golpe tan brutal que afecta a la sensibilidad de cualquier persona».
El 16 de diciembre, fue el turno de la crónica del funeral de Sonia, que se convirtió en un emotivo homenaje bañado de lágrimas. Llegaron semanas de incertidumbre y rumores. El juez de Castellón José Luis Albiñana había decretado el secreto de sumario con el propósito de detener al asesino: «No revelaremos nada sobre el modus operandi porque debemos tomar ventaja sobre el criminal».
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Meses después, el 26 de marzo de 1996, el fiscal jefe de la Audiencia de Castellón, Eduardo Castelló, informaba de que el hallazgo de un cabello humano junto al cadáver de Sonia «podría aportar importantes pruebas para resolver este caso». La provincia se vio sobresaltada por el brutal asesinato de Sonia y por la muerte de otras cinco mujeres durante los meses posteriores. En medio de los crímenes sin resolver, se produjo la detención de 'El Francés', un proxeneta. En enero de 1997 se arrestaba a Claudio A. H. como supuesto autor de la muerte de tres jóvenes prostitutas.
Sin embargo, hubo que esperar al 10 de septiembre de 1998 para leer este titular en LAS PROVINCIAS: «Detenido el presunto asesino de Sonia Rubio». Por primera vez, aparecía escrito un nombre que, a partir de entonces, iba a estar asociado al terror: Joaquín F. V.
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En el momento de su procesamiento, el supuesto autor del crimen se encontraba en la cárcel por un intento de secuestro y abusos de una mujer. «Puede que haya sido yo, pero no me acuerdo». Las palabras que encabezan la información del 11 de septiembre de 1998 resultan escalofriantes. El presunto homicida, Joaquín F. V., de 35 años, respondió de esta cínica manera durante un interrogatorio que se prolongó durante 12 horas.
«Todo comenzó el 26 de junio de 1989, Joaquín rompió relaciones con su novia, y aquello le causó tal conmoción interior, que, comenzó a odiar a las mujeres, obsesionándose con ellas, adoptando una doble personalidad, la de una ciudadano normal y corriente que cumplía con sus obligaciones laborales, sociales y familiares, y en su tiempo libre, sobre todo los fines de semana, urdía y maquinaba planes contra determinadas mujeres, a las que tenía más o menos vigiladas o controladas», recoge la información.
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Ilustrando el texto, aparece una imagen de la noticia publicada en este periódico en 1989 sobre la violación que cometió el mismo día en que se terminó su relación sentimental: iba con su coche por un camino vecinal cuando atropelló intencionadamente a una joven que conducía un ciclomotor para ofrecerle ayuda y llevarla al hospital. En el trayecto, la agredió sexualmente, por lo que fue condenado a 14 años de prisión. Obtuvo la libertad condicional en abril de 1995, tres meses antes del asesinato de Sonia.
El 12 de septiembre de 1998 ya apareció en LAS PROVINCIAS una fotografía de Joaquín F. V., natural de Valencia y con domicilio en Castellón. En ella, lucía sonriente y formal. El titular era contundente: «El asesino de Sonia Rubio confiesa el crimen». Los investigadores le consideraban un hombre «muy peligroso» e inteligente.
Joaquín Ferrándiz negaba ser el autor de otros asesinatos de mujeres en la provincia de Castellón, aunque los investigadores estaban convencidos de que mentía, y tarde o temprano, se derrumbaría y terminaría confesando. No iban desencaminados.
Un mes después, lo reconoció. «Se autoimputó el asesinato de cinco jóvenes de Castellón, con edades comprendidas entre los 22 y los 28 años entre los años 1995 y 1996: Sonia Rubio Arrufat, Mercedes Vélez Ayala, Francisca Salas León, Natalia Archelos Olaria y Amelia Sandra García Costa», indica la noticia. Así, se destapó el primer asesino en serie de España.
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