Un policía habla con un hombre en la puerta de la finca donde tuvo lugar el crimen. Irene Marsilla

Los forenses desmontan la tesis de la defensa del acusado del crimen de la calle Conde Altea

Los peritos subrayan que la víctima intentó defenderse al ser apuñalada y asfixiada por el procesado

Jueves, 25 de mayo 2023, 15:28

Varapalo para la defensa en una nueva sesión del juicio por el crimen de la calle Conde Altea. Los forenses echaron por tierra la versión del acusado de que la víctima no sufrió. Todo lo contrario. Cristina estaba consciente mientras la acuchillaron, según han ... explicado en la sala de vistas los médicos forenses encargados de la autopsia de la joven de 30 años. Una de las bazas con las que jugaba la defensa de Alberto L., el abogado y profesor de derecho acusado de asesinar a su pareja sentimental en su vivienda de la calle de Conde Altea, era que la víctima no sintió todas las heridas de arma blanca que recibió, ya que había perdido la consciencia de un primer golpe que el procesado le propinó en la cabeza con una piedra.

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En la vista del juicio que se celebra en la Ciudad de la Justicia de Valencia los peritos se han encargado de desmentir este jueves esta hipótesis. «Cristina presentaba heridas defensivas en los brazos y en las manos. No cabe duda de que luchó por su vida. Los golpes con la piedra la aturdieron pero no la dejaron inconsciente», han destacado los médicos forenses.

De todas las puñaladas que presuntamente le propinó Alberto L., siete de ellas eran mortales porque afectaron a órganos vitales. Cuando hallaron el cuerpo sin vida de Cristina, la víctima yacía aún con un cuchillo de cocina clavado.

El desangramiento por las múltiples cuchilladas -más de 60- no fue la única causa de la muerte. Los peritos afirman que también la asfixiaron y que todos los ataques se produjeron en el mismo lapso de tiempo.

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Las imágenes de la escena del crimen que han reproducido en la pantalla de televisión de la sala del Tribunal del Jurado son devastadoras. El jurado ha podido ver, con evidente expresión de horror, el estado en el que quedó la habitación de la vivienda de la calle Conde Altea de Valencia en la que se produjeron los hechos. Entre las pruebas que recogieron los investigadores había tres cuchillos de cocina de gran tamaño, unas tijeras multifunción, el lazo de una bata y una corbata.

Uno de los miembros de la Policía Científica que acudió al lugar de los hechos ha sido tajante con una confesión: «Hacía tiempo que no veía algo tan salvaje». Ni los propios profesionales han podido ocultar su sorpresa ante un crimen tan atroz. También ha incidido en que la sangre hallada en la escena del crimen demostraba que Cristina se movió tratando de defenderse y que intentó levantarse mientras era atacada.

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La dureza de esta nueva vista del juicio era evidente. Se ha notado la ausencia de familiares y amigos de la víctima, que sí han acudido a las sesiones anteriores. También el investigado, que se caracterizaba por mantener una expresión imperturbable, con los ojos abiertos como platos casi sin pestañear, ha comenzado a temblar cuando han reproducido las imágenes en la pantalla de televisión de la sala del Tribunal del Jurado.

Después, el investigado saltó por la terraza de la casa. Estaba en un séptimo piso. Atravesó un techo de uralita que había en la parte baja del edificio y que pertenece al almacén de un restaurante. A pesar de presentar lesiones en el tobillo y de padecer un neumotórax por la caída, estaba consciente en el momento en el que lo encontró la Policía.

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En aquel instante, declaró que se había lanzado para intentar robar en el bar. Pero una vez encontraron el cuerpo sin vida de la joven, los investigadores consideraron que Alberto L. era el principal y único sospechoso.

Alberto L. se enfrenta ahora a una condena de 25 años de prisión por el delito de asesinato, lo que supone la pena máxima, con la agravante de ensañamiento. Sin embargo, la defensa pide 10 años de prisión por la eximente de enajenación mental transitoria. En las próximas vistas, los psicólogos forenses evaluarán si el investigado se encontraba en esta situación mental. En último lugar Alberto tendrá la palabra, aunque siempre puede acogerse a su derecho a no declarar. Aun así, en una entrevista que tuvo con los psicólogos forenses confesó que tenía miedo de que la relación se acabara «por no ser suficientemente bueno para ella».

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