![Crimen de la calle Conde Altea de Valencia: «Cristina estaba que se subía por las paredes»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/05/23/conde-altea-U200376581750UeG-1200x840@Las%20Provincias.jpeg)
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Alberto L. H. era un «controlador». Así lo definen las amigas de Cristina B. M., la mujer que falleció asesinada en la calle Conde Altea de Valencia. Una de sus amigas más íntimas recuerda sentirse incómoda cuando quedaba con la pareja. «Él apenas hablaba. Me ... llamó la atención que estuviera todo el rato agarrándola mientras cenamos», ha declarado en la continuación del juicio que se celebra en la Ciudad de la Justicia de Valencia y que se prolongará hasta el 29 de mayo.
La Fiscalía ha pedido 25 años de prisión para el acusado por el asesinato de su pareja. Presuntamente, la mató asestándole 30 puñaladas y golpeándola con piedras.
La víctima y el acusado de asesinato no se encontraban en el mismo punto de la relación. Las amigas de Cristina cuentan que ella tenía un carácter muy independiente. «Se dejaba fluir y él estaba muy enganchado», han explicado.
Algo ocurrió en los últimos días de vida de Cristina. Una de las amigas de la víctima que ha acudido a declarar ha relatado que «en las últimas semanas era muy difícil quedar con ella. Me dijo que estaba que se subía por las paredes y que él no le dejaba hacer su vida».
La terapeuta de la víctima también ha especificado que notó un comportamiento inusual. De normal, acudía a consulta cada mes o mes y medio. «Ella estaba bien. Tomaba medicación para la ansiedad pero estaba en un buen momento. No solía hablar de su relación», ha declarado la psicóloga.
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Sin embargo, quince días después de su última visita, le pidió fecha para una nueva consulta. «No era normal en ella que quisiera venir tan rápido», ha valorado la terapeuta. Pero aquella visita nunca se produjo. Cristina murió asesinada antes de poder desvelar por qué tenía urgencia de hablar con su psicóloga.
Allá dónde iba ella, Alberto L. iba detrás. A todas las quedadas con amigos, a las partidas de pádel. Incluso se apuntó al único viaje que hicieron. La fallecida viajaba a París para ver a una amiga suya y, cómo no, el acusado también fue.
Cristina y Alberto se conocieron a partir de un amigo de él. «Yo había quedado con Cristina por Tinder y le dije a él y a otro amigo mío que vinieran porque ella también se traería amigas a la quedada», ha relatado el testigo. Su conmoción era evidente. Mientras relataba cómo se conocieron víctima y presunto asesino, ha enfatizado que aquel momento no sabía lo que iba a pasar a posteriori. Presa del arrepentimiento de haberlos presentado. Aún sin dar crédito de cómo su amigo pudo, presuntamente, asesinar a una mujer.
El chico con el que había quedado Cristina fue el primero en abandonar la cita. Ella y sus amigas se quedaron con Alberto y el otro amigo que había acudido. Casi de manera inmediata, comenzaron a mantener una relación sentimental.
Como han asegurado sus amigas, durante la corta relación, que duró poco más de dos meses, la víctima se mostraba contenta. Aunque Cristina empezó a sentirse agobiada por él enseguida. «Decía que él estaba mucho más enamorado y que necesitaba que le diera espacio», han coincidido.
Incluso los propios amigos del colegio de Alberto lo describen como una persona mentirosa, reservada. Que no solía hablar de su vida ni de sus cambios de trabajo. Aunque pareciera «una persona normal». El presunto asesino era abogado y profesor de filosofía del derecho en la universidad.
Una de las contradicciones pronunciadas por el acusado salió a la luz nada más pronunciarla. Después de acabar presuntamente con la vida de su pareja, se lanzó en pijama a través de un hueco en el techado. La Policía lo detuvo porque él admitió que trataba «de robar en el restaurante». Sin saber los agentes, en aquel momento, que Cristina yacía ya sin vida en aquella vivienda de la calle Conde Altea.
El crimen se produjo el 3 de diciembre de 2021. Cuatro familiares de la víctima hallaron el cadáver horas después. Según dijo el procesado a un psiquiatra forense, el móvil para acabar con la vida de su pareja fue que tenía miedo de que lo dejara «por no ser suficientemente bueno para ella».
La acusación particular, ejercida por Ángela Coquillat pide también 25 años de prisión para el acusado con la agravante de género, mientras que el abogado que ejerce la defensa, Manuel Sáez, sostiene que el procesado sufrió un trastorno mental transitorio y pide 10 años de prisión por la aplicación de los atenuantes de confesión y obcecación.
Además, la defensa también sostiene que la víctima no sufrió a pesar de las 30 puñaladas que presuntamente le asestó Alberto, porque estaba inconsciente tras el primer golpe que sufrió en la cabeza con una piedra. Por ello Sáez defiende que no hubo ensañamiento.
Sin embargo, la fiscal Socorro Zaragozá explicó a los miembros del tribunal del jurado que el acusado asesinó a Cristina «de manera deleznable». Además de los 25 años de prisión, la fiscal Socorro Zaragozá pide también ocho años de libertad vigilada para el procesado, una vez cumplida la condena, y que pague una indemnización de 90.000 euros a la madre y la hermana de la víctima.
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