El más grave de los delitos, el que lleva a una persona a arrebatar la vida a otra, deja este año 33 tragedias en la Comunitat Valenciana. Y cuatro interrogantes: los de las muertes violentas que, de momento, no cuentan con sospechoso arrestados. Son los ... casos pendientes de resolver y que se sitúan, geográficamente, en Algimia d'Alfara, Sempere, Benetússer y Valencia. Además, seis de los crímenes de 2023 se enmarcan en la lacra de la violencia machista.
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Por orden cronológico, el primero de los homicidios que arrastra meses de investigación y sin detenidos ocurrió en Algimia d'Alfara, en el Camp de Morvedre. Fue el 14 de marzo, en su planta de residuos. Los operarios paralizaron los trabajos y dieron la voz de alarma tras descubrir con horror el cuerpo descuartizado de un hombre.
Una de las hipótesis es que el cuerpo fue descuartizado por una acción criminal para impedir su identificación. Después habría sido arrojado a un contenedor de basura y así acabaron los fragmentos en la planta. El caso está en manos de la Guardia Civil. Los especialistas tomaron fotografías de los miembros y de residuos próximos para tratar de localizar el punto de recogida de la basura.
Por el momento, los agentes han logrado identificar a la víctima, pero no han trascendido más avances, según indicaron fuentes de la Benemérita a consultas de este diario.
El segundo homicidio sin esclarecer fue perpetrado el 4 de abril, en Sempere. La Guardia Civil todavía trabaja para incriminar y poner ante el juez al autor o autores del asesinato de Ramón Úbeda. Conocido como 'Ramoncín', era uno de los 23 habitantes de uno de los pueblos menos poblados de la Comunitat.
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El vecino de 77 años fue hallado sin vida en su casa de la Vall d'Albaida, típica de pueblo con planta baja y una altura. Ramón fue torturado y el cuerpo presentaba quemaduras en los genitales y en la espalda, además de varias fracturas como resultado de muchos golpes. El miedo se instaló en el pequeño pueblo ante un caso que apuntaba a ladrones.
Según las primeras pesquisas, el hombre sacaba dinero del banco y lo guardaba en un escondite: el hueco de un vehículo. Parece que eso es precisamente lo que buscaban, la razón por la que torturaron a la víctima hasta la muerte sin conseguir su objetivo. Vaciaron cajones, voltearon colchones y registraron armarios, pero se marcharon con las manos vacías y manchadas de sangre.
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Año y medio antes del crimen, Ramón ya fue asaltado en su casa por unos atracadores encapuchados. En aquella ocasión lograron robarle tras atarlo y amordazarlo.
María Dolores Ortolá es la alcaldesa de Sempere. Confirma que el pueblo sigue sumido en la incertidumbre ante la ausencia de arrestos en el caso. «No se sabe nada», lamenta. «Cada cierto tiempo pregunto a la Guardia Civil y me dicen que aún no saben... Tampoco la familia de Ramón. Ni su hija, ni su hermana, que es una mujer mayor y también vive en el pueblo».
El miedo sigue instalado en la reducida población, con habitantes de avanzada edad. Y agrandado por el móvil del robo. «En el pueblo ha quedado mucho miedo. Lo pasamos muy mal y el temor aún perdura», señala la alcaldesa. «Antes la gente estaba más confiada, ibas por la calle con tranquilidad. Ahora no. Al ser un pueblo solitario, de noche hay preocupación cuando llegas tarde. Y los vecinos se aseguran de cerrar muy bien sus puertas. Lo de Ramón nos ha cambiado mucho».
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Los asesinatos de este año tienen su siguiente incógnita en la noche del 11 de octubre, en Benetússer. Una bala segó la vida del joven David Giménez, de 31 años y conocido como 'El Zobe'. Fue en plena calle, abatido por un desconocido que le disparó a traición. Por la espalda y a corta distancia.
Los testigos vieron huir a tres sospechosos y las investigaciones de la Guardia Civil apuntan a un ajuste de cuentas o un asunto relacionado con el mundo del narcotráfico.
Los investigadores de la Benemérita han recopilado declaraciones de testigos, amigos y familiares de David. Tratan de conocer cualquier rencilla, enemistad o amenaza que planeara sobre la víctima, pero por el momento no ha sido posible poner un sospechoso en manos de la justicia. El caso sigue bajo secreto de sumario.
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El último de los casos criminales que quedan abiertos en 2023 se sitúa en Valencia. Y de nuevo en plena calle, en el conflictivo barrio de Orriols. La víctima es Addou, un joven de 19 años al que su agresor atacó por sorpresa y clavó un cuchillo en el cuello. Aún lo llevaba cuando aparecieron los primeros agentes.
En esta ocasión el caso está en manos de la Policía Nacional. Al parecer, el joven había recibido amenazas y, tras recopilar varios testimonios, han podido identificar al sospechoso. Pero hasta la fecha no ha sido arrestado, como confirmaron fuentes de la Jefatura Superior de Valencia.
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El análisis de los mecanismos homicidas a lo largo de este año confirman el arma blanca como sistema más habitual, presente en 16 de las muertes violentas. Suele ser el método de aquellos casos que suceden en hogares o en las reyertas callejeras.
En el plano evolutivo se aprecia una progresión a la baja en el número de homicidios. Hay un leve descenso respecto a 2022, que acabó con 37 personas asesinadas. También si comparamos con 2021, año que se saldó con 35 crímenes. Atrás quedan años mucho más sangrientos, como 2012 y sus 51 víctimas mortales. O 2015, con 48, según las estadísticas mortales.
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Pero hasta ahora hemos hablamos sólo de crímenes consumados. Si nos fijamos en aquellas lesiones graves que por poco no acaban en muerte (los homicidios en grado de tentativa), el panorama empeora notablemente este año en la Comunitat.
Con datos hasta septiembre, Interior contabiliza 128 intentos de asesinato frente a los 89 del mismo periodo del año anterior. Es decir un ascenso interanual próximo al 50% que revela una sociedad cada vez más violenta. El asunto todavía es más grave si tenemos en cuenta que en 2022 ya se alcanzó un techo histórico de personas a las que alguien intentó matar: fueron 137. Era el colofón sangriento de tres años ininterrumpidos de ascenso en esta conducta delictiva en nuestra región. Al alza desde la pandemia.
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Otro signo de esa violencia que palpita en calles y hogares son los más de 2.600 delitos de lesiones y riñas callejeras contabilizados entre enero y septiembre. De esta tremenda cifra emerge una media diaria de casi diez agresiones y peleas en la región.
Vamos a peor. El deseado horizonte de un año sin una sola víctima de la violencia machista no llega. 2023 se extingue con seis mujeres asesinadas a manos de sus maridos, parejas o exparejas, el doble que en el año pasado, según los datos del Gobierno. Todos los casos han quedado resueltos a nivel de investigación, bien con detenciones o al suicidarse el agresor tras perpetrar el crimen.
La lista de la vergüenza se abrió el 26 de marzo en Orihuela, cuando un hombre acuchilló en el vientre a su mujer, una británica de 68 años. Siguió el 9 de julio, con el asesinato de una mujer de 38 años a la que su pareja mató del mismo modo, antes de quitarse la vida en Antella.
Raquel Lorente murió el 30 de agosto en Alzira por los disparos de su marido, un expolicía jubilado que también se suicidó después. El 15 de septiembre fue un día negro. Otra mujer británica fue asesinada en Orihuela y otra rumana de 54 años pereció acuchillada por su pareja en Castellón. Este último también se quitó la vida.
El último de los crímenes machistas cierra la lista de homicidios de este año. Y nos deja sin Fátima Mansouri, una mujer de 34 acuchillada en Sagunto en un caso en el que su hija de 13 años resultó herida.
En la comparativa estatal, la Comunitat es la cuarta región de España con más víctimas de la violencia de género. A la cabeza está Andalucía y le sigue Cataluña y la comunidad de Madrid. En España, y hasta el 1 de diciembre, eran 55 las mujeres asesinadas. Sólo una de cada cuatro víctimas había denunciado malos tratos con anterioridad.
La presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Ángeles Carmona, no se cansa de remarcar el papel clave de la denuncia. Por un lado, «para que no haya impunidad». Por otro, para poner en marcha el mecanismo de protección «en su integridad». «No queremos que haya maltratadores que piensen que no les va a caer toda la acción de la justicia», destacó esta semana a Europa Press.
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