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Cuando ingresó en la cárcel en 1998 no había pantallas táctiles ni podía enviar mensajes de WhatsApp. El asesino en serie se mostró sorprendido por los avances tecnológicos, especialmente en la telefonía móvil, cuando le explicaron cómo funcionaban las aplicaciones de un teléfono inteligente. Era el primer día de libertad de Joaquín Ferrándiz Ventura, el estrangulador de Castellón, tras pasar los últimos 24 años en prisión.
El recluso ha dado ya los primeros pasos hacia su rehabilitación tras mostrar una actitud colaboradora con los funcionarios de la cárcel de Herrera de la Mancha y la ONG que trata de integrarlo en la sociedad. Como ya informó ayer LAS PROVINCIAS en exclusiva, Ferrándiz ha disfrutado de tres permisos penitenciarios entre septiembre y noviembre de este año.
El asesino confeso, que actualmente tiene 59 años, saldrá definitivamente de la cárcel a finales de julio de 2023 pese a su evidente peligrosidad, aunque un informe de la junta de tratamiento de la prisión manchega destaca su bajo riesgo de reincidencia, una condición necesaria para que el juez de vigilancia penitenciaria concediera los tres permisos. Los psicólogos describen al reo como un hombre tranquilo, responsable, obediente, educado y pacífico, unos adjetivos que ya utilizaron hace tres décadas otros responsables de la clasificación penitenciaria.
El 24 de mayo de 1990, Ferrándiz fue condenado a 14 años de prisión por agredir sexualmente a una joven, pero obtuvo redenciones ordinarias y extraordinarias por cursar estudios, dirigir una revista para reclusos y participar en talleres de teatro y concursos literarios y de tarjetas navideñas, entre otras actividades.
Como consecuencia de todos los beneficios que le aplicaron, el juez de vigilancia penitenciaria acordó la libertad condicional de Ferrándiz el 21 de marzo de 1995 tras el informe favorable que le remitió la junta de tratamiento de la cárcel de Castellón. La Fiscalía se mostró en contra de la concesión del beneficio, pero no interpuso ningún recurso.
Tras salir en libertad, el violador aceptó ser objeto de seguimiento y apoyo de la comisión de asistencia social, y se comprometió también a facilitar información una vez al mes sobre su situación laboral, vida familiar y cambios de residencia.
Durante el tiempo que estuvo controlado sólo por una asistenta social, Ferrándiz estranguló a Sonia Rubio, Natalia Archelós, Mercedes Vélez, Francisca Salas y Amelia Sandra, cinco crímenes que cometió entre el 2 de julio de 1995 y el 14 de septiembre de 1996 en Onda, Villarreal y Castellón.
Antes y después de que el preso lograra la libertad condicional, nadie detectó la peligrosidad de un hombre que ofrecía garantías de hacer una «vida honrada en libertad», según la sentencia que lo condenó a 69 años de prisión y lo desterró de Castellón otros cinco años a partir del cumplimiento de la pena.
Tras el fracaso del primer intento de rehabilitación con el trágico desenlace de cinco asesinatos de mujeres, la junta de tratamiento de la cárcel de Herrera de la Mancha realizó un extenso informe para valorar la concesión de los permisos que ha disfrutado Ferrándiz.
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