Cuando la Comunitat los necesitaba más que nunca, los profesionales estaban atados de pies y manos. Su instinto los movía para acudir directamente a las ... zonas más afectadas de la DANA. No se lo permitieron. Tuvieron que ser testigos de cómo el agua arrasaba con 222 vidas desde la distancia, a pesar de llevarse preparando durante toda la vida para actuar en situaciones límite.
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Nadie entendió que los efectivos no pudieran coger sus equipos y dirigirse con urgencia a socorrer a los valencianos. Ellos tampoco. Raúl Hernández es bombero del Aeropuerto de Valencia. En lo primero que pensó fue en coger un camión y dirigirse a las zonas devastadas. No los activaron. Tenían órdenes de cumplir. «La gente no entiende que yo no podía coger un camión e ir. Me estaba jugando también mi trabajo y tengo dos hijos», lamenta el hombre.
El parque en el que están instalados está a tan sólo 1 kilómetro del Bonaire. Tan cerca y a la vez tan lejos. «Llorábamos por no poder ir a rescatar a las víctimas de la DANA», reconoce Raúl Hernández. Aún días después cuando se dirigieron a ayudar como voluntarios, no les dejaron utilizar sus recursos.
En los primeros momentos, la gente estaba subida a sitios altos: árboles, señales de tráfico... para impedir que la riada los arrastrara. Hernández considera que sobre todo hubiera sido trascendental su actuación en estos instantes. «Sí que creo que habría menos fallecidos», reflexiona. Se ha quedado muy desencantado tras la experiencia vivida. «Sentimos una total dejadez por parte de los organismos, como si salvar vidas no fuera una prioridad», lamenta.
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«Servir y proteger», es el lema de la Guardia Civil. Pero en el momento más decisivo, no se lo permitieron. Juan Cano es Guardia Civil en Massamagrell. Tenía previsto ir a visitar a su hija en Madrid cuando estalló todo. Se quedó para ayudar. Pero en un primer momento, ni siquiera los dejaron salir de la base. «No pedíamos cobrar ni que se nos apuntaran las horas de trabajo, sólo queríamos ir a ayudar a la gente», critica Cano. Para cuando pudieron desplazarse hasta los pueblos damnificados fue como voluntarios. «Tardábamos dos horas y media en llegar en lugar de poder ir por el carril de Emergencias», revela el guardia civil.
También tiene el mismo sentimiento de indignación por la gestión. «Ha sido horroroso», reconoce. Al principio ni siquiera tenían botas de agua que protegieran sus pies del lodo. «Importaba mucho que fuéramos rápido para poder salvar más vidas», opina. Los profesionales, preparados para enfrentarse a lo peor, están completamente devastados psicológicamente por vivir una tragedia semejante. Sumado a la impotencia que les generó no poder ayudar cuando el agua empezó a llevarse por delante a los ciudadanos.
Sebastián Gómez es policía nacional y secretario regional del sindicato JUPOL. Recuerda vívidamente la tarde del 29 de octubre. Él y sus compañeros estaban de servicio, encerrados en una comisaría de Valencia. «Cuando veíamos los vídeos nos mirábamos entre nosotros diciendo: '¿Qué hacemos aquí'?'» Si hay algo que la población haya criticado fue la falta de previsión. La Policía Nacional tiene el mismo sentimiento. «No nos informaron de nada», lamenta Gómez. La DANA se ha convertido en la experiencia más dura de su carrera. «Fue el momento en el que más relució nuestra vocación y no nos dejaron ir».
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