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Maje envió cinco cartas de amor a su amante en la cárcel antes de que la delatara

La abogada del asesino de Patraix ha remitido al juez las misivas como una posible prueba de otra manipulación sentimental de la viuda

Javier Martínez

Valencia

Lunes, 21 de enero 2019, 01:02

La joven encarcelada como presunta inductora del asesinato de su marido, Maje M. C., envió desde la cárcel de Picassent cinco cartas de amor a su examante y autor del crimen, Salva R. L., que se encuentra en otro módulo de la misma prisión, para que él siguiera exculpándola y no la delatara en el juicio previsto para finales de este año, según se desprende de la última declaración del homicida confeso.

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Otra presunta manipulación emocional de Maje podría estar detrás de la relación que la viuda mantuvo con Salva a través de las cartas que le envió en el centro penitenciario, concretamente entre febrero y octubre de 2018. La abogada del preso aportó estas misivas a la causa después de la última declaración del asesino ante el magistrado, cuando delató a Maje tras manifestar que ella le pidió de forma explícita que cometiera el crimen.

Algunas de las cartas fueron entregadas en mano por dos reclusos que ayudaron a los amantes a mantener en secreto sus comunicaciones. De esta forma, Salva y Maje eludieron el control de su correspondencia, como hacen los presos más avispados cuando quieren enviar una misiva a un interno de otro módulo sin que lo detecte la dirección de la cárcel.

El recluso delató a la viuda después de que su hija y el capellán le pidieran que dijera la verdad | Maje avisó a Salva de que alguien había leído una de sus cartas para que tomara precauciones

Pocas semanas después de ingresar en prisión, Salva mostró su malestar porque los funcionarios no le dejaban hablar con la mujer que él todavía quería como si fuera su amante. El preso culpaba a uno de los psicólogos del centro penitenciario de que no le permitieran tener un contacto personal con Maje. Así lo manifestó en una entrevista clínica que le realizó un psiquiatra forense en mayo del año pasado.

Pero el recluso consiguió hablar en persona con la viuda en una ocasión, al menos, dentro de la cárcel. El encuentro tuvo lugar junto al polideportivo. Salva estaba ingresado entonces en el módulo de enfermería y realizaba funciones propias de asistencia a presos. Tras sufrir una interna un mareo en la Unidad de Conductas Adictivas (UCA), acudió él para atenderla y se cruzó en ese momento con su querida Maje. Hablaron unos segundos sobre el estado de ánimo de ambos, pero apenas pudieron intimar. La presencia de otras dos reclusas en el lugar hizo que se cohibieran y no pudieron expresar sus sentimientos.

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El 30 de abril de 2017, Salva recibió la última carta de su amante. Él le escribió otras dos misivas pero no recibió ninguna respuesta. La relación entre rejas se enfrió con el paso de los días y el preso se refugió en la religión. Salva estaba pasando sus peores horas en prisión y se entrevistó varias veces con el psicólogo.

Tras pedirle su hija que dijera la verdad en una de sus cortas visitas en la cárcel, el recluso habló con su abogada y solicitó declarar otra vez ante el juez para delatar a Maje y detallar cómo planearon juntos el asesinato. Antes de su última confesión, Salva recibió asesoramiento espiritual proporcionado por un grupo religioso que realiza actividades pastorales en la prisión. El capellán también le aconsejó que actuara con sinceridad.

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Mentiras al psiquiatra

En una de las últimas cartas que Maje envió al que fuera su amante, la viuda le informó que había relatado en su entrevista con el psiquiatra forense algunos episodios de violencia física en su matrimonio, según ella, por parte de su marido, algo que nunca le había contado a su amante y compañero de trabajo. Antes del asesinato, ella le dijo que su marido le infligía maltrato psicológico, pero no mencionó que sufriera golpes o guantazos.

En su última declaración ante el juez, Salva explicó que la intención de Maje era que él engañara al psiquiatra y le contara también la misma mentira: unos supuestos malos tratos físicos que la joven nunca había denunciado. Sin embargo, la carta llegó demasiado tarde. El preso ya había hablado con el especialista y no pudo confirmar la versión de la viuda.

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Registro de cartas en la cárcel

El protocolo de control de las comunicaciones escritas entre reclusos establece que un funcionario debe anotar en un libro de registro las fechas y los nombres de los internos, tanto del remitente como del destinatario, e incluso puede abrir la carta delante del preso si sospecha que dentro del sobre hay alguna sustancia estupefaciente.

Sin embargo, los funcionarios que controlan y reparten la correspondencia no pueden abrir ninguna carta ni leerla, y solo pueden hacerlo en el caso de que un recluso tenga intervenido su correo postal por orden de un juez. Antes de ello, la dirección de la cárcel debe informar por escrito al recluso para que este sepa con antelación que la carta la recibirá abierta, porque un funcionario ya habrá leído el texto, aunque este riguroso control se adopta para delitos muy concretos, como terrorismo u otros relacionados contra la seguridad del Estado.

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En el caso de Maje y Salva, su correspondencia no está intervenida por el juez que instruye la causa, pero la viuda no se fía de los funcionarios que reparten y registran sus misivas. Prueba de ello es que la joven manifestó a Salva sus sospechas de que alguien había leído, antes que ella, una de sus cartas y se lo dijo a él para que tomara precauciones cuando escribiera la próxima.

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