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Los dos padres acusados del asesinato (a izquierda y derecha), hoy en la Ciudad de la Justicia. J. Signes

El jurado dictamina que los padres de los niños de Godella los mataron en un ritual

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El tribunal considera al progenitor culpable al «inculcar» a su pareja que había que asesinarlos cuando la madre sufría una enfermedad mental

Jueves, 10 de junio 2021, 14:40

Amiel e Ixchel, asesinados a golpes en la noche del 13 de marzo de 2019 en Godella, ya tienen justicia. El jurado encargado ... de juzgar el doble crimen determinó ayer que su padre, Gabriel C. A., fue el impulsor de un asesinato ritual y copartícipe en los homicidios. Si bien el tribunal popular reconoce también la autoría material de la madre en las muertes, su participación no tendrá castigo. Es inimputable por la enfermedad mental que en esos momentos padecía.

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La decisión del jurado llegó tras un día de deliberaciones a puerta cerrada y se dio a conocer con una audiencia pública celebrada al filo de las tres de la tarde de ayer, en la sala Tirant II de la Ciudad de la Justicia.

El jurado ve probado, por una mayoría de siete contra dos, que los acusados tenían y compartían creencias místico-religiosas que habían aprendido e interiorizado durante su relación, algunas de ellas relacionadas con la cultura maya y en la que estaba muy interesado Gabriel.

Asumían técnicas terapéuticas como la regresión. Creían en la purificación de las almas mediante baños de agua y en su renacimiento tras la muerte de los cuerpos, tal y como describe el fiscal Javier Roda en su escrito de acusación. Y aquí se cita el papel preponderante y director de Gabriel, ahora probado: «Tales creencias, inicialmente profesadas por el padre, fueron poco a poco asumidas por la madre». El jurado es unánime al estimar probado que los dos progenitores temían a una inexistente secta «que les perseguía y asediaba, además de abusar del mayor de sus hijos». Consideraban que estaba integrada «incluso por familiares y amigos», por lo que hacían vigilias para evitar ser atacados.

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A principios de 2019 esas creencias compartidas incrementaron tras ser denunciada la ocupación ilegal de la casa donde vivían. También por el hecho de que la abuela materna de los niños estuviera pendiente de ellos, temerosa de que algo malo pudiera sucederles.

Y aquí llega la clave del caso, la que evidencia que Gabriel, inteligente a pesar de sus extrañas y temibles creencias, se aprovechó de su pareja enferma: «Le inculcó que la única forma de proteger a los niños era un baño purificador de sus almas, terminar con sus vidas y enviarlos al más allá para que luego pudieran revivir».

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Ese ritual llegó en la noche del 13 de marzo. Y así se narra en el relato de hechos probados: «De común acuerdo, haciendo y dejando hacer el uno al otro, cogieron a sus hijos». Tras bañarlos en la piscina para purificarlos «les propinaron multitud de violentos golpes que les causaron la muerte.». Sólo uno de los nueve miembros del jurado no estuvo de acuerdo. Una vez muertos, los padres enterraron sus cuerpos cerca de la vivienda.

Ya está probado que la madre de los menores fue, en ese momento, un títere a merced de las manipulaciones esotéricas de Gabriel y atormentada por su enfermedad, una esquizofrenia paranoide que la convierte en no imputable. Sin culpa. Tras el veredicto, su abogada, Luisa Ramón, pidió al tribunal que se recupere en un centro «adecuado» y por un periodo de no más de siete años. Mientras, Gabriel queda abocado a una condena de 50 años por dos asesinatos, y su abogado, Arturo Peris, anunció que recurrirá su culpabilidad.

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