![Jucio de Marta Calvo | «Pensé que si cerraba los ojos me iba a morir»](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202206/23/media/cortadas/1448744551-R72SJMa4XlNGhgIUwxpWXxI-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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RUBÉN GARCÍA BASTIDA
Jueves, 23 de junio 2022, 16:40
Primero contactaba con ellas para solicitar servicios sexuales, después les ofrecía beber algo, momento tras el cual comenzaban a sentirse mal. Más tarde perdían el control de su cuerpo y, en ocasiones, la consciencia. Despertaban rodeadas de cocaína, completamente drogadas y temiendo por su vida.
Los testimonios de tres de las víctimas que sobrevivieron a encuentros con el presunto autor de las muertes de Arliene Ramos, Lady Marcela Vargas y Marta Calvo y de la intoxicación de ocho mujeres, dejaron patente este jueves, en el juicio, la total coincidencia en el 'modus operandi' de este durante sus encuentros con prostitutas.
Las tres coincidieron en su reacción al verle en la televisión tras la desaparición de Marta Calvo: acudir a la Guardia Civil. Le reconocieron de inmediato como el cliente que las había llevado, también a ellas, al borde de la muerte. «Lo tenía muy claro. Estaba segurísima de que era él», relató M.M.C., la primera en testificar, una mujer de nacionalidad española con la que el acusado contactó presuntamente solo 15 días después del hallazgo del cuerpo sin vida de Lady Marcela. Esta relató cómo, al igual que en los otros dos casos, Jorge Ignacio le escribió a través de WhatsApp para solicitarle una 'fiesta blanca'. Llevaba menos de un año ejerciendo la prostitución. Denunció todo lo que había vivido y detalló a los agentes los hechos.
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Había sido recogida por el acusado y llevada a la vivienda, donde aceptó tomar un copa de champán. «Un par de sorbos mientras hablábamos. Al poco me empecé a sentir mal», recordó. «Se lo dije y me dijo: 'Pues vamos a subir y empezamos´».
Fue el comienzo de una pesadilla. En la habitación ya se sintió extraña. «Estaba como en una nube», una sensación que al principio le pareció «la más placentera del mundo». Le costaba mantener los ojos abiertos y, en un momento dado, claudicó. Cuando volvió a abrirlos él estaba sobre ella: «Fue un acto reflejo, puse las dos manos y lo aparté. No me encontraba nada bien». Le dijo que necesitaba ir al baño. Allí se sentó a orinar y comprobó que aunque oía el orín, no sentía estar miccionando. «Ahí dije: 'Vale, aquí no va bien algo'». Entonces se puso en cuclillas, metió un dedo en su vagina y encontró una piedra de cocaína. Tenía «el tamaño de una canica, pero de las gordas», recordó. «Me acojoné».
Decidió darse una ducha de agua fría para volver en sí, pero tampoco notaba el agua sobre la piel. En este punto coincidió también el testimonio de la segunda mujer en declarar, S. R., que tras sentirse intoxicada durante otra cita con el acusado, el 26 de agosto, se dio una ducha con agua fría. «Mi cuerpo no sentía el frío», aseguró.
M.M.C. pensó que debía tener más droga en su interior, se enjuagó con agua y vio caer «costras». Se volvió a meter los dedos y encontró «otra pelota» que escondió en la alcachofa de la ducha tras desenroscarla. «Tenía pánico». Entonces decidió engañar al acusado. Le dijo que que había hablado con una compañera que iba a acudir a la vivienda para seguir porque ella no se encontraba bien. Le enseñó la foto y él aceptó.
«Me llevó a la estación de tren». No estuvo segura de que saldría viva del encuentro hasta que no vio una cámara de seguridad de la estación. «Solo pensaba en mi hijo. Es lo único que quería. Si salí de esa casa fue porque quería ver a mi hijo», dijo llorando ante el gesto impasible de Jorge Ignacio.
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Volvió a hablar con Jorge Ignacio al día siguiente. «Quería que fuera otra vez a su casa, pero yo quería que viniera a mi apartamento», sorprendió en el juicio. «Se la quería hacer pagar». En esto también coincidió con S.R., quien intentó que él volviera, en este caso al domicilio de Valencia donde sufrió los mismos efectos. «Me escribió y me dijo que iba a volver a hacerme todo lo que me hizo, como meterme cocaína en la vagina», relató esta segunda testigo. Si el sospechoso rehusó finalmente acudir a la cita fue, según considera S.R., porque sospechó de su cambio de actitud. Primero le había escrito para decirle: «No sé lo que quisiste hacer, pero no pudiste matarme». Después había aceptado que volvieran a verse. «Pensé: 'Este tío viene aquí y llamo a la Policía'».
En aquel encuentro reconoció haber cometido «un error». «Le dejé solo en la habitación con mi bebida para ir a guardar el dinero a la cocina». Tras eso notó en la cerveza un «sabor amargo». La cita terminó cuando ella lo echó después de que se pusiera violento y ella sintiera perder el control del cuerpo. Ella cree que fue burundanga. «No podía levantar las manos, era como una gelatina. Él me ponía droga debajo de las axilas, detrás de la rodilla, me besaba, no sé cuanta cantidad me metió por la vagina y el ano», aseguró, una práctica que ella había rehusado. «No entendía qué me pasaba. Mi cabeza me decía que no cerrara los ojos –dijo rompiendo a llorar–. Pensé que si cerraba los ojos me iba a morir». Pasó «37 horas sin dormir y 34 sin comer». «Creía que él iba a volver para terminar lo que quería hacer, que volvería para matarme».
La tercera en declarar fue M.T., quien relató un encuentro muy similar el 26 de septiembre, otra vez en la casa ubicada en Manuel. Ella fue la única de las tres que aceptó consumir cocaína. «Pero quiso ponerme una raya gigante y dije que no». El acusado tenía una piedra de droga «del tamaño de una pelota de golf, casi de tenis», señaló. Allí, M.T. tomó dos copas de vino tras las que se desmayó. «Me desperté muy asustada».Estaba en una cama llena de cocaína, «desde la parte de abajo hasta las almohadas». «Él intentaba tocarme e introducirme cocaína, pero le dije que no me tocara ni se acercara. Se impregnaba las manos con cocaína y me tocaba los pies, las axilas, me ponía en los pezones, en el pelo, me intentaba masajear todo el rato con la sustancia», explicó. Igual que S.R., sospecha haber sido envenenada con otra sustancia: «Es imposible que te duermas tras consumir cocaína», concluyó. Escapó cuando le dijo que tenía que ir a trabajar. Él, tras mostrar su desacuerdo, aceptó acercarla. Esa mañana tuvo que ir a Urgencias totalmente drogada. Al día siguiente, todavía se halló rocas de cocaína en el ano y la vagina. «No me percaté cuando las introdujo. Creo que lo hizo en el momento en que yo estaba dormida». Al igual que en los casos anteriores, él quiso quedar más veces, volver a hacer su fiesta blanca.
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