José Antonio A. sabía perfectamente lo que hacía cuando cogió dos cuchillos y acabó con la vida de su hijo Jordi. Un niño de tan sólo 11 años. 27 fueron las puñaladas que le asestó su padre. ¿El motivo? Quería vengarse de su exmujer por divorciarse de él. Los peritos forenses han descartado que el parricida de sueca padezca algún tipo de alteración psicológica o de enfermedad mental. La psiquiatra que lo evaluó ha sentenciado: «Es una persona normal. No es un enfermo mental. Esto es maldad». Una frase que después ha repetido la fiscal en su alegato final.
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En la última vista del juicio contra el parricida del niño de Sueca, los peritos han despejado las posibles dudas que pudieran tener los miembros del Tribunal del Jurado. No, José Antonio no se encontraba en estado de embriaguez cuando cometió un crimen tan inhumano. Tampoco tenía dependencia del alcohol. «No tuvieron que suministrarle ninguna medicación porque no presentaba ningún síntoma de abstinencia», ha explicado la psiquiatra en la sala del Tribunal del Jurado de la Audiencia Provincial de Valencia.
El parricida confeso recordaba con todo lujo de detalles el asesinato. Lo reprodujo ante la Guardia Civil y también ante los psiquiatras y psicólogos que lo evaluaron. «No se corresponde con un trastorno de enajenación mental transitorio. Estaba orientado en el espacio y el tiempo. Sabía perfectamente lo que hacía cuando cometió los hechos», ha resaltado la experta.
Los expertos han descrito a José Antonio A. como una persona mala y «muy mentirosa». En los test que le realizaron marcó 94 sobre 100 en simulación. Es decir, quería fingir que padecía algún tipo de enfermedad mental para librarse de la pena de prisión permanente revisable a la que se enfrenta. «Él nos dijo que estaba endemoniado y que el hermano de María Dolores le echaba droga en la bebida», han recordado los peritos de la Unidad Forense de Valoración Integral del Riesgo en materia de violencia de género.
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José Antonio se pensaba que María Dolores le pertenecía. No aceptó que ella le dijera que quería el divorcio. Mucho menos, que le asegurara que se había enamorado de otro hombre. «Nos dijo que si ella no hubiera seguido adelante con el divorcio no hubiera matado a su hijo. Que él no tenía que 'pagar el pato'», han repetido los profesionales. Una frase que el acusado ha repetido incesantemente. Tanto en su primera declaración como ante los miembros del Tribunal del Jurado, que lo escuchaban completamente horrorizados.
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«Aquí hemos llorado todos, menos el padre de Jordi», ha recalcado la acusación particular ejercida por Reyes Albero en su alegato final. Durante las cinco sesiones de juicio, José Antonio no ha derramado ni una lágrima. Ni siquiera ha hecho una mueca que denotara su repulsión tras cometer un acto tan atroz. Se ha mantenido inerte. Sin pestañear. Sin cambiar ni siquiera su postura corporal ni en la última sesión, que ha durado cerca de siete horas con un único receso de 30 minutos.
Que no siente ni padece no es una simple impresión de los presentes. Los peritos forenses han destacado que lo que más les había llamado la atención era la absoluta carencia de carga afectiva hacia su propio hijo. «Si hubiera sufrido una enajenación mental transitoria se hubiera horrorizado al darse cuenta de lo que había hecho. Pero no es el caso», ha apreciado la psiquiatra. Durante las entrevistas que tuvo con ellos, sólo mencionó el nombre de Jordi una vez. Y trató de argumentar una versión alternativa que luego vio que en un juzgado no se mantenía.
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El enjuiciado declaró ante los psiquiatras que fue Jordi quien había cogido un cuchillo y le había dicho: «Hijo de puta. Tú no eres mi padre». Completamente falso. Los expertos ya han destacado que no hay nada de credibilidad en su relato. Más allá de que fue capaz de matar a su propio hijo a sangre fría. No sólo quería acabar con su vida, si no también infringirle el mayor dolor posible. Jordi mandó el último mensaje en el que ponía: «Mamá, ¿puedes venir a por mí?» Pero el acusado le arrebató el teléfono. Sólo le dejó contestar cuando le asestó la primera de las 27 puñaladas. Quería que su exmujer escuchara cómo su hijo agonizaba. «¡Mamá!» fue su última palabra en un grito desesperado de auxilio.
Sólo dos heridas eran mortales. El cuerpo presentaba 27 cuchilladas y 41 escoriaciones. El resto de veces que José Antonio le clavó el cuchillo, sin piedad, fue para que agonizara. Los médicos forenses ya lo dijeron delante de los miembros del Tribunal del Jurado: «Jordi sufrió mucho». Un crimen atroz. Un asesinato que ha conmocionado a todos los presentes. Menos al padre del niño fallecido.
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Tras los alegatos finales de las partes, José Antonio ha dicho en valenciano y en voz muy baja: «Ese día iba bebido y drogado. Quiero pedir perdón a María Dolores y a su familia y a mi familia Me arrepiento muchísimo». Ha hecho una pausa. Fingiendo emocionarse. Pero de esos ojos repletos de crueldad no ha salido ni una lágrima. Luego ha vuelto a repetir la misma frase palabra por palabra. Un discurso completamente aprendido. Cero sentimiento en sus palabras. Ni un ápice de humanidad.
El Ministerio Fiscal solicita para José Antonio A. una pena de prisión permanente revisable por el asesinato de Jordi, dos años por el delito de amenazas, otro año por el quebrantamiento de condena, otro por el delito de violencia de género y otros tres años por los delitos de violencia física y psíquica. Mientras tanto la defensa pide la libre absolución de su cliente alegando tres atenuantes: alteración psicológica por el abuso del alcohol, reparación del daño tras ofrecerle como pago de responsabilidad civil a María Dolores un inmueble que ella no aceptó y por confesión tardía.
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El letrado de la defensa, Félix Beltrán, pide su absolución y que se le apliquen los atenuantes de alteración psicológica, reparación del daño y confesión tardía. Aun así, en sus conclusiones finales ha añadido que se le condene por el delito de homicidio pidiendo una pena de 10 años de prisión para su cliente.
El próximo lunes 15 de enero se hará entrega del objeto del veredicto a los miembros del jurado que tendrán que deliberar si José Antonio mató conscientemente a su hijo para vengarse de su exmujer o si, como alega la defensa, sufrió una alteración psicológica y no era consciente de sus actos. Además, también tendrán que valorar si se le aplican las atenuantes de reparación del daño (aunque le ofreciera el inmueble en el que asesinó a su hijo y la propia víctima ni lo supiera ya que sus familiares se negaron al ver que era una oferta cruel). Otra de las atenuantes que tienen que sopesar es la de confesión tardía, aunque las acusaciones ya han explicado al jurado que no se puede admitir dado que lo pillaron nada más cometer el crimen y su confesión no ayudó con la investigación.
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