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Miércoles, 14 de octubre 2020
María Jesús M. C., de 29 años, y Salvador R. L., de 49 , se conocieron porque ambos trabajaban en un hospital privado de Valencia. Cuando se convirtieron en amantes, ambos se involucraron en lo que se conocería como el crimen de Patraix.
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Conocido como Salva, este auxiliar de enfermería, casado y padre de una hija (ya mayor de edad), se enamoró de Maje (así la llamaban sus amigas), casada con Antonio Navarro Cerdán. Ésta última describía cómo se conocieron en una carta intervenida por la policía: «Lo ví... Allí estaba... Sonriente, con los ojos brillantes desde el control de enfermería de la tercera planta (...) Me gustaba, me atraía, ¡¡¡lo deseaba!!! (...) Su olor, su presencia, su mechita cayendo, su gorrito...». En estas misivas, Maje describía su relación como «la historia de amor más auténtica y apasionante que he vivido y la gente pueda escuchar».
En este intercambio de cartas, Salva escribía a su amante: «Todo lo que hemos pasado juntos ha sido y seguirá siendo increíble (...) Te quiero tanto que no dejo de pensar en ti nunca. Creo que algún día escribiré un libro y seguramente será sobre ti», le indica. «Quiero ver crecer en ti a tu hija, nuestra hija», llega a decirle, y le aseguró: «Deseo tanto que seas feliz que haría cualquier cosa por ti (...) Espero poder seguir a tu lado para ver que vida da un cambio y empiezas a disfrutar como te mereces«.
Tanto Salva como Maje fueron arrestados en 2018 por el asesinato de Antonio, el marido de ésta. Según declararía ella en el juzgado, Salvador se habría dejado llevar por sus sentimientos obsesivos hacia Maje para asesinar a cuchilladas a Antonio el 16 de agosto de ese mismo año. Además, habría contratado dos seguros de vida antes del crimen con su mujer, su hija y también Maje como beneficiarias.
«Lo decidí yo solo y lo ejecuté», contestó Salvador con aparente tranquilidad cuando el juez le preguntó si había planificado el crimen con su compañera de trabajo en el hospital. También manifestó que Maje le dio en marzo una llave del garaje donde cometió el crimen, aunque explicó que lo hizo para que pudiera estacionar su coche los días que comían juntos en casa de ella.
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Según declaró Maje, Salva pensaba que podría formar una familia con ella después de cometer crimen y separarse de su mujer, supervisora de enfermería en el mismo hospital donde trabajaban los dos detenidos. El enfermero confesó a la policía que asesinó a Antonio con un cuchillo cebollero que había comprado en una ferretería de la calle Lérida de Valencia, pero dio vagas explicaciones cuando le preguntaron el motivo. Aseguró que no tenía ninguna inquina contra la víctima y que pensó que matar al ingeniero sería bueno para Maje, porque su familia no llevaría bien el divorcio. También manifestó que quería mucho a su compañera de trabajo.
No obstante, la primera versión de Salva quedó desmentida cuando la policía intervino las llamadas entre él y Maje. Tras enterarse de que Maje viajaría con otro de sus amantes a Italia, Salva se puso celoso y llamó a la joven por teléfono.
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Las intervenciones de sus comunicaciones desvelaron que Salvador contactó con Maje poco antes del hallazgo del cadáver en el garaje de Patraix: «Ya está hecho», le dijo. También quedó grabada una conversación entre ambos cuando, tras los hechos, ambos quedaron en una cafetería del centro comercial Las Américas en Torrent para hablar de crimen que habían cometido y planificado.
Dos forenses expertos en psiquiatría reconocieron Salvador para elaborar un informe psiquiátrico solicitados por el fiscal del caso. Según este mismo informe, el asesino confeso estuvo atento y cordial con los forenses, pero mostró «una distante frialdad» en sus referencias a los hechos criminales que cometió, según el informe psiquiátrico.
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Tras su ingrso en prisión en 2018, Salva permaneció seis semanas en el programa de prevención de suicidios, y más tarde estuvo realizando labores de ordenanza en uno de los módulos más conflictivos. Su mujer se divorció de él y solo recibía las visitas de su hija de 20 años, enfadada con su padre por el crimen que cometió y por sus primeras declaraciones en las que exculpaba a Maje.
El fiscal pidió 18 años de prisión para Salvador, mientras que la acusación particular solicitó 20 años de cárcel. Por su parte, la defensa del asesino confeso su absolución, alegando que él era «una marioneta en manos de la acusada» María Jesús, «quien fue consciente del poder de atracción que tenía sobre él», desde el momento que lo conoció, y lo utilizó en su propio beneficio para «engañarle, manipularle y conseguir que Salvador R. L., locamente enamorado de ella, hiciera cualquier cosa por María Jesús».
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Según la defensa de Salva, «cabría aplicarle la eximente completa de trastorno mental o la atenuante de trastorno mental transitorio» al considerar que el procesado perpetró el crimen «por estímulos tan poderosos que producen arrebato, obcecación u otro estado pasional semejante».
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