![Agentes de la Policía Nacional inspeccionan la zona del accidente mortal, junto al castillo ya deshinchado en la explanada de Mislata.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202201/07/media/cortadas/feria-RDR3KXJGW7UpWv6o6iLy7AN-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Caras largas, pena y atracciones en retirada. Es el ambiente que reinaba este viernes entre los trabajadores de la feria de Mislata donde el martes pereció una niña de 8 años y otros ocho menores resultaron heridos al volcar un castillo hinchable a causa del viento. Sólo un mensaje brota entre los consultados: «Es una desgracia, pero creemos que fue algo absolutamente imprevisible».
Las atracciones permanecían cerradas a las 14 horas de este viernes y varias en desmontaje. «El asunto está ya en investigación y en manos de abogados, pero hay una verdad clara: pasó en un segundo. De no soplar nada de viento a un vendaval tremendo y eso es algo imprevisible», mantienen los feriantes.
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«Y hay cosas para las que no hay tiempo de reacción», se defienden en referencia a la fuerte racha que arrancó los anclajes de la estructura. «Se habla del límite de los 38 km/h pero aquí con mucho menos ya cerramos las atracciones. Pasó sólo unos días antes. ¿Quién va a querer jugársela con una desgracia?», destacan. «Aaquí estamos muy afectados por lo ocurrido», insisten los feriantes de Mislata.
Mientras, la investigación de la Policía Nacional sigue su curso. Se presume larga y ayer no había arrestados o investigados en relación con una posible imprudencia. Martín Sabariego es técnico especializado en atracciones temporales del Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Valencia. Detalla que los protocolos de seguridad con los que funcionan los castillos hinchables se rigen por normas UNE «que por lo general se siguen».
Pero no pasan de ser meras recomendaciones técnicas. El experto echa de menos que se transformen en ley o «decreto que convierta la recomendación en obligación» para aquellas instalaciones hinchables más ligeras o con determinadas condiciones. Y apela al empleo de anemómetros para medir la velocidad del viento entre cualquier profesional del mundo de las ferias.
También existe cierta indefinición sobre el tipo de elementos a los que anclar un castillo en casos en los que no es posible perforar el suelo. La norma UNE habla simplemente de «un método igualmente eficaz» y sugiere «sacos de arena u otros pesos o fijaciones ya en el suelo». Pero no marca quién decide qué es eficaz y qué no en cada caso.
Otra cuestión clave en la investigación radica en si las advertencias meteorológicas fueron o no suficientes para haber decidido el cierre de la atracción antes de que el viento soplara con semejante fuerza en la explanada de Mislata.
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Ocho horas antes del siniestro, el 112 publicaba avisos relacionados con viento y temporal costero en puntos de las tres provincias. Se sabía que se avecinaba este fenómeno en la Comunitat con carácter general pero en la provincia de Valencia el aviso con nivel amarillo que marca un riesgo medio estaba circunscrito al interior y litoral sur. El mayor peligro en las horas previas al siniestro estaba señalado para la provincia de Castellón, en preemergencia por el viento en el interior y litoral norte.
Juan Antonio, otro de los feriantes de Mislata, mostraba su tristeza en declaraciones a Europa Press: «Después de lo que ha pasado, lo más coherente es recoger. No creo que ni el pueblo ni nosotros estemos con ánimos de seguir», expuso. En cuanto al propietario del castillo hinchable, «está destrozado, tanto él como su familia».
Fernando Moner, al frente de la Asociación Valenciana de Consumidores y Usuarios, insistió ayer en que todas las ferias «deben llevar unos controles muy exhaustivos». A su entender, «normas hay», pero en el suceso de Mislata «algo ha fallado y quizá varias cosas».
Para Móner lo importante ahora es «adoptar medidas para que algo así no vuelva a ocurrir». Según reflexiona, «si se ve que se han cumplido todas las medidas y éstas han sido insuficientes a lo mejor habría que prohibir este tipo de instalaciones en determinados momentos de previsión de vientos». Es decir, bajar el umbral para garantizar la plena seguridad. Para Moner la razón de exigir las máximas cautelas es sencilla: «Los destinatarios finales son niños».
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