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PÉREZ PARDO
Jueves, 17 de abril 2014, 11:20
Alicante se contrae en Miércoles Santo. La ciudad deja de existir más allá de la Rambla y solo hay un nombre este día: Santa Cruz. El pintoresco barrio situado en las faldas del Castillo es el epicentro de una ciudad presidida por el Cristo de la Fe, 'El Gitano'. Él y solo él reina en Alicante la tarde del Miércoles Santo; él y solo él eligió a los santacrucinos para que fueran sus porteadores desde hace medio siglo.
Fieles a su obligación, la hermandad cumplió ayer como siempre, como nunca. Cincuenta años hace que la imagen tallada del Cristo en la cruz pasea por las calles de Santa Cruz y se deja ver un poco más allá, solo un poco, para retornar con paso presto de nuevo a su ermita, desde la que divisa toda la ciudad.
Arranca la procesión con el Cautivo, hasta hace poco el de los pequeños. Es el primer paso de Santa Cruz en todos los sentidos, ya que la edad y la experiencia cargando el trono harán que el costalero pase a otros. Tras él va 'El Gitano'.
Lo saben y se preparan. La muchedumbre que rodea la ermita enmudece al tañir de la campana. «Va por todos ellos que han cargado este trono, que sabemos quiénes son y los llevamos en el corazón. Va por Juanito y Manolo Castaños. ¡Arriba!», ordena el capataz, Ramón 'Moncho' Riquelme. Y el Cristo de la Fe se pone de pie y comienza su recorrido por Santa Cruz.
Al alzarse al hombro de los 32 costaleros de entrada, 85 en total con los que cuenta la imagen, el silencio que se hizo en recuerdo de los difuntos se rompe entre aplausos y gritos de «¡Viva EL Gitano!».
Los hombres de Santa Cruz no lloran, recuerdan. Antes que ellos fueron sus padres, tíos, primos, abuelos... El puesto de varal pasa de padres a hijos, tres generaciones ya han sufrido las cuestas y pendientes del típico barrio alicantino. Ya no queda ninguno de los fundadores, pero todos los que estuvieron ayer portando el Cristo de la Fe saben que uno de los suyos antes que ellos estaba en ese mismo lugar un Miércoles Santo.
Nobleza obliga para llevar el trono bien alto, que también es el recuerdo de sus antepasados. Pocas personas como Moncho Riquelme son capaces de expresarlo de palabra: «Lo llevas en la sangre. Te lo inculcan desde que eres niño». Es así.
Sabe de lo que habla. Él es el capataz de 'El Gitano', un honor tal vez solo superado por su padre, Ramón Riquelme, hermano mayor. Uno de sus hermanos, David, es capataz del Cautivo y otro de sus primos está en el Cristo de la Fe.
No es la imagen más antigua, honor que le corresponde al Descendimiento. Puede que tampoco la más bella, puesto que la serena faz de la Virgen de los Dolores, 'la Loli' para los santacrucinos, calme muchas aficiones. Los ropajes del Cautivo son lustrosos. Pero 'El Gitano' tiene algo que no se puede explicar que mueve el corazón. Por eso es fe, por eso es devoción. «El que lo prueba, ya no puede dejarlo», previene Riquelme.
Pero eso queda para los santacrucinos. El resto de alicantinos tiene que verlo desde fuera. En terrazas, balcones, portales... cualquier rincón de los que miles que hay repartidos por las estrechas callejuelas sirve para este día. Los más afortunados podrán alargar su mano y tocar el madero.
Momentos especiales
Varios momentos llenan de emoción a los santacrucinos y alicantinos. El saludo a la patrona, la Virgen del Remedio, el baile de las imágenes al son de las saetas y la arrancada desde San Nicolás de vuelta a la ermita es algo único en Alicante. Todos los aprecian y lo quieren como si fueran uno más en estas casas. Los santacrucinos lo agradecen: «Cuando te faltan las fuerzas, el fervor de la gente hace que subas el trono», concede. El Cristo de la Fe fue el protagonista, como vaticinó a la salida el capataz. Los aplausos de los alicantinos se sintieron más allá de los muros de cal de Santa Cruz, cuando salió al cielo descubierto de la Rambla de Méndez Núñez de la Carrera Oficial. Pero la procesión no había terminado.
«Hasta que no vuelve el Descendimiento, no acaba Santa Cruz», avisa serio Riquelme. Los costaleros de 'El Gitano' vuelven para ayudar a sus hermanos a levantar las dos toneladas que pesa el trono más antiguo de la cofradía. «Somos compañeros», afirma rotundo. Y santacrucinos todos.
Por sus dimensiones y su peso es el trono más difícil. El esfuerzo de los costaleros es manifiesto casi a cada paso, pero pueden con todo porque así tienen que hacerlo.
Quienes no necesitan ayuda son las madres, hermanas e hijas de los costaleros de 'El Gitano', encargadas de llevar la Virgen de los Dolores, 'la Loli'. «Que nadie me llore», avisa la capataz antes de poner la imagen en el cielo, pero esta vez no puede evitarlo y alguna lágrima se escapa. No pueden evitarlo, puesto que la emoción embarga todo.
Es normal. Es Santa Cruz. Nadie espera otra cosa cuando se obra el milagro del Miércoles Santo y la ciudad se rinde a los pies de 'El Gitano'.
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