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Arriba, estación de la Encina. A la derecha, túnel de Mariaga. :: juananvaztrenes (Arribe)/m. j. pereda (dcha)La cúpula de AVE se reúne en la Encina.
La Encina, esperanza ferroviaria valenciana

La Encina, esperanza ferroviaria valenciana

El nudo de La Encina permitió el transbordo de una a otra línea sin utilizar la estación de Almansa

F. P. PUCHE

Lunes, 30 de mayo 2016, 00:38

El pasado lunes, los miembros de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) se dieron cita en los andenes de la estación de La Encina, donde celebraron una reunión extraordinaria, reivindicativa y simbólica. En un tiempo en que se hace preciso movilizar a la sociedad civil, el suyo fue un gesto de alto valor testimonial: porque en La Encina, desde mediados del siglo XIX, reside gran parte de la estrategia política y geográfica de una sociedad, la valenciana, que ve en el ferrocarril, ahora en el Corredor Mediterráneo, la mejor solución a su vocación de progreso, desarrollo y crecimiento exportador. Desde el año 1864, el enlace de vías que hay en ese enclave ferroviario del término de Villena, es la solución esperada tanto para Alicante como para Castellón y Valencia.

Para entenderlo mejor hay que observar que José Campo, el futuro marqués de Campo, inauguró la primera línea de ferrocarril valenciana, entre la ciudad y el Grao, en el año 1852, aunque con la vocación inmediata de que las vías llegaran a Xàtiva; el 20 de diciembre de 1854, cuando llegó a esa ciudad, José Campo pronunció un discurso en el que se le oyó decir: «El término de nuestra empresa no debe estar en Játiva, sino en Almansa; allí está la unión de nuestra vía con la que de la Corte se dirige al Mediterráneo; allí entrará el ferrocarril valenciano a formar parte de ese vínculo de hierro que une a todas las naciones civilizadas de Europa y que imprime a todas hábitos de fraternidad y de progreso».

En efecto, se trataba de seguir teniendo vías y poner rumbo a Almansa. En ese punto tendrían que enlazar con la línea Madrid-Alicante, la primera trazada entre Madrid y el mar, un trazado que estuvo disponible en la primavera de 1858, tras la solemne inauguración del tramo Almansa-Alicante por la reina Isabel II.

Ya es conocida la alta competición financiera a inversora en que se empeñaron el marqués de Salamanca, propietario de la línea a Alicante, y el marqués de Campo, titular del ramal valenciano. Aunque nunca ha sido argumento para una película de aventuras, esta gran batalla de los hombres contra los problemas del terreno, de la naturaleza y de la política, se dio en nuestras tierras entre 1852 y 1859, diez años antes de que en Estados Unidos se lograra conectar las vías férreas que unía el Atlántico y el Pacífico. Baste decir que lo primero que hicieron los tartaneros de Valencia en las revueltas de 1854 fue quemar el puente ferroviario sobre el río Turia para entender las dificultades existentes. sin salir de la ciudad de Valencia. Las riadas del Xúquer de 1855 y 1864 fueron terribles, también, para el tendido del ferrocarril que, tras un tiempo de dudas y nuevos esfuerzos, circuló desde Xàtiva, por el valle de Montesa y Moixent, hacia Almansa, con gran disgusto de los empresarios y propietarios de Albaida y Ontinyent.

José Campo procuraba inaugurar los tramos de su ferrocarril el 19 de noviembre, día del santo de la Reina Isabel II. Su tren llegó a Alcudia de Crespins en esa fecha de 1857 y a Moixent exactamente un año después. En esa misma fecha, pero del año 1859, completó la comunicación entre Moixent y Almansa lo que equivalía unir Valencia con Almansa y con Madrid en sentido ascendente y con Alicante descendiendo hacia el mar. Ese gran avance hizo que los viajes comenzaran a medir se en horas y no en kilómetros o leguas: en poco más de doce horas era posible el viaje desde la plaza de San Francisco hasta Atocha, con solo un transbordo. El correo despachado en la Corte al atardecer, podía estar en Valencia de buena mañana y, una vez respondido, podía viajar de nuevo a Madrid durante la noche.

Como había un tramo en que las vías de Campo y las de Salamanca iban en paralelo, pronto se encontró una solución: en vez de poner el intercambiador de viajeros en Almansa, se situó, en el año 1864, en el apeadero de La Encina, situado en término municipal de Villena, dentro del Reino de Valencia aunque cerca de la provincia de Albacete. Las dos líneas férreas de más valor estratégico de España se encontraban en un punto del mapa haciendo un triángulo de oro: la línea Madrid-Alicante, que tenía y tiene ramales a Cartagena y Murcia se encontraba con la de Valencia y hacia posible la comunicación entre Alicante y la ciudad del Turia. Ese ramal a La Encina del estratégico 'triángulo de oro' es el que ahora se espera para completar el necesario Corredor Mediterráneo.

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