Andrés Goerlich. D.TORRES

Goerlich, un apellido fundido con el barrio que mira hacia Viveros

Andrés Goerlich, legatario de la memoria del célebre arquitecto de la Valencia del ayer, ejerce como algo más que un vecino del barrio alrededor de Jaime Roig: una suerte de presencia viva de la zona residencial donde vive y trabaja

Jorge Alacid

Valencia

Sábado, 10 de febrero 2024, 01:33

Andrés Goerlich, abogado y presidente de la Fundación Javier Goerlich, es uno de los vecinos del barrio, donde reside «desde hace 25 años» y hoy ejerce como algo más que uno más de sus residentes: es habitual verle de aquí para allá, por las calles ... que rodean Viveros y alrededores. Ocurre que él vivía con su familia en Rocafort cuando tomaron la decisión de mudarse a una casa en la calle Álvaro de Bazán, donde tiene también su despacho, atraído además por la proximidad con el colegio Alemán, donde había estudiado su mujer y habían matriculado a sus hijas. «Yo conocía el barrio desde siempre, porque tenía familiares y amigos que vivían en la zona», explica.

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Goerlich, que se siente «muy vinculado al Colegio Alemán», recuerda que se decantó por instalar casi enfrente su domicilio por razones de «comodidad y cercanía», además de valorar también el prestigio del centro escolar. Le atraía por supuesto ubicarse en una zona que cuenta con magníficos ejemplos de gran arquitectura (se nota la influencia del apellido Goerlich) y no de cualquier clase de arquitectura, sino la propia del barrio: edificios con amplias zonas verdes, con una vegetación tan exuberante que convierte el paseo casi en una visita a un particular jardín botánico. «Hay que tener en cuenta», observa, «que muchos ejemplares de arbolado se plantaron cuando empezó a construirse el barrio, así que hoy son ejemplares formidables».

También le gustaba de su barrio lo que luego ha ido descubriendo: que siendo netamente residencia, convive con una larga serie de dotaciones administrativas y otros servicios. Casi al lado de su domicilio, en la calle Jaime Roig se alza la sede valenciana del CSIC, y alrededor figuran despachos de arquitectos, bufetes de abogados, oficinas bancarias y toda la actividad que genera el Hospital Clínico casi vecino «sobre todo de hostelería».

Un conjunto de comodidades que se añaden a ese carácter «tranquilo y seguro» que a su juicio distingue a su barrio, cuyas torres de edificios forman un paisaje dominante «ideal para el esparcimiento de las familias», sobre todo cuando cuentan con hijos pequeños. Sus pisos, de elevado tamaño, agregan un toque de confort adicional que también valoran los Goerlich y que justifican la frase que cierra sus palabras: «Nunca me he arrepentido de instalarme aquí».

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