![Avenida de Cataluña, mucho más que el 'semáforo de Europa'](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/07/21/VISTA-R6aReh0K2WaWHrWftiuVQKK-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
![Avenida de Cataluña, mucho más que el 'semáforo de Europa'](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/07/21/VISTA-R6aReh0K2WaWHrWftiuVQKK-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Cruce de caminos, encrucijada de calles, lugar de encuentro con los otros y con el tiempo. Sobre sus espaldas y a su sombra se levantan una suerte de pequeñas ciudades que ensambladas concurren en la gran ciudad invitando al recorrido urbano. Libre definición de esquina que empuja el paseo que hoy estrena LAS PROVINCIAS acercándose a la Avenida de Cataluña, donde hace más de tresdñecadas el hartazgo de los valencianos encendió el 'semáforo de Europa', gráfica expresión de un deseo de superación para un enclave que en los años sesenta empezó a codearse con la modernidad. Aunque todo ello diga mucho, es muy poco de cuanto se puede contar del entorno que en varios frentes proyecta la Avenida de Cataluña.
Pocas esquinas pueden presumir de abrazar entre sus vértices tantas de esas pequeñas valencias que trazan Valencia. El emblemático colegio del Pilar, edificación firmada por el arquitecto Soler Lluch, quien junto a Valls Gadea dirigió una la obra «sobre bocetos previos de Javier Goerlich», como lo explica la fundación que vela por la memoria de éste arquitecto. También la escultura de Anna Hyat Huntington, el colegio Guadalaviar diseñado por Fernando Martínez García Ordóñez, viviendas de promoción municipal de Camilo Grau y una de las estribaciones de Mestalla definen un continente incomparable. El contenido corre a cuenta del bullicio elegante que le imprime la alegre condición de zona universitaria y de colegios de prestigio. Y de habitantes acostumbrados a pasear por calles arboladas, vecinos con condición social de prestigio y que, por vivir donde viven, sin salir de casa vibran al grito de 'Gooooool' cada vez que el Valencia CF supera al guardameta visitante.
La cita es en la confluencia de la Avenida de Cataluña con el que fue Paseo al Mar y el tiempo rebautizó para homenajear al novelista Blasco Ibáñez. Es imposible errar en la localización. El suelo, por fortuna, conserva los rótulos que señalan el nombre de una y otra vía. Sobre baldosas de granito de tono vainilla ennegrecido por los pasos, resaltan en negro 'Av. de Cataluña' y 'Paseo al Mar'. Los días no han podido con las letras junto a las que se levanta un edificio con posición presidencial en esaesquina. Tiene uno gemelo contiguo. Cuenta la Fundación Goerlich, que se construyeron a pricipios de los sesenta por promoción del Ayuntamiento por el arquitecto Camilo Grau para viviendas de empleados municipales.
Lleva toda la vida contemplando cómo han pisado su acera hombres y mujeres en dirección al trabajo, escolares en busca de aula en los colegios vecinos que conceden al enclave ese particular sonido que regalan las horas de patio. Y sobre todo, estudiantes universitarios que con libros bajo el brazo han acudido de día a clase para citarse por la noche en terrazas de bares que han servido música y buena conversación remojada con cerveza de oferta, y quién sabe si allá por los años ochenta también con algún 'cubalitro' importado desde la vecina plaza Xúquer. El rico paisaje humano de un paisaje urbano.
Desde el punto de la cita -ya saben, donde se leen los rótulos en el suelo- enfrente, se desvela otro atractivo de tan generosa esquina: el colegio del Pilar. Fue el primero en aterrizar -en 1957- en un territorio donde aún olía a huerta y a ferrocarril. El imponente edificio que abrió paso a la Valencia de los años sesenta, tiene de vecino al colegio Guadalaviar, obra que levantó Fernando Martínez García-Ordóñez entre 1957 y 1960 vistiendo de modernidad a color el enclave.
Arriba y abajo. A uno y otro lado hay mucho que mirar porque hay mucho que ver. A la derecha se descubre la Avenida de Aragón, heredera de relatos escritos a bordo de un tren de los que entraban y salían de la ciudad por la Estación de Aragón hasta que en 1968 se enterraron sus raíles. La hoy ancha vía con desembocadura en la Avenida de Cataluña se reinventó más tarde para acoger la arquitectura de altos vuelos de los años ochenta que hasta dio un nuevo ayuntamiento a la ciudad, el que pocos años después, ya en el siglo XXI, cayó a golpe de piqueta.
En la misma dirección, salta a la vista un edificio que desborda. Asoma alguna de sus estribaciones para recordar a quien contempla que una de las riberas de nuestra esquina es territorio de emociones colectivas, lugar que corea «Goooool» para celebrar el triunfo valencianista y donde el silencio de las tardes de fútbol informa de que en el césped de Mestalla las cosas no responden al sueño de la afición.
Estaban advertidos. Tiene mucho que contar más allá de que un día la salida noroeste de la ciudad se convirtiera en el suplicio de los automovilistas que la coronaron con el apelativo de 'Semáforo de Europa'. Allí donde la ciudad escapa de sus lindes para emprender viaje hacia Aragón y Cataluña, hacia Europa, se agolpaban en grandes atascos coches y camiones. Mucho tardó en llegar, no lo hizo hasta 1992, aquel deseado by-pass que liberó del asfixiante tráfico un enclave urbano rodeado de referentes que, sin duda lo hacen único.
Y cuando parece que la historia ha terminado, el lugar de encuentro se revela inagotable. Se impone contemplar el punto donde todo confluye, el centro del entramado. Allí se levanta la escultura que Anna Hyat Huntington regaló a Valencia, una réplica de la que luce en la ciudad universitaria de Madrid. Un hombre abatido por los años entrega la antorcha a un joven vigoroso que le contempla desde el caballo. Es un alegórico retrato del paso del tiempo, de la entrega del testigo. Puede ser metáfora de la ciudad universitaria, que al frente y a la derecha del lugar de la cita se abre paso, o quizás el deseo de dejar escrito que allí, en ese punto nació otra Valencia para sumarse a todas las valencias demostrando que en cada esquina hay una ciudad. Y esta es muy elocuente. No se la pierdan
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