Con un sombrero marrón, camisa de cuadros grandes y bigote, Pedro está sentado junto a su carro, del que sobresale la compra del día. Hace un descanso de camino a casa. Justo detrás de él asoma otro sombrero, el de Woody, de la mítica cinta ... de Pixar 'Toy Story', pintado por el artista urbano Escif en un mural de 2.000 metros cuadrados. «Todo va a salir bien», reza el eslogan de la pintura. Esa es la promesa que le hicieron a Patraix, la que aún está pendiente. Pedro está convencido. «Hubo tiempos peores y lo que hay es una falta de compromiso, pero aquí se vive muy tranquilo», comenta. Patraix es ese barrio tranquilo y paciente que reclama atención a su manera, y sigue esperando su final de promesas cumplidas, de película Disney, ese que nunca llega.
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Patraix era la industria de la ciudad, un auténtico polígono de naves y fábricas aún ligado a la huerta y la acequia de Favara que cruzaba el barrio, y que ahora les deja el peor aroma de las aguas residuales y una convivencia con ratas y cucarachas.
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Esa industria aún se intuye en el barrio, en la gran chimenea de la antigua fábrica de chapas y prensas o en la calle Alcúdia en esa casa pensada para destinarse al trabajo agrícola, pero que pasó a convertirse en el taller y fábrica de muebles de Pepe Martínez, ahora reconvertida en un espacio de 'coworking' por su hija, quien rehabilitó la alquería para mantenerla con vida. Y así es como todo sale bien en este barrio, por el empeño de los vecinos que no han dejado de hacer y deshacer por y para Patraix.
Una pequeña puerta de metal y ese fuerte olor que desprenden las máquinas del zapatero, Mario. «El único del barrio», dice él entre orgulloso y triste. Todo parece antiguo, viejo, como su propio oficio en peligro de extinción; todo salvo esa mampara de metacrilato que se alza sobre el mostrador. El cartel pegado en ella lo resume todo: «No se cobra con tarjeta». Mario reconoce que va a contracorriente, trabajando para ganar algo con lo que poder seguir pagando. «Este barrio es el mejor de la ciudad, se debería de tener más en cuenta, nos tendrían que cuidar más y prestar más atención pero bueno, nosotros seguimos, como siempre, somos como una familia, la de toda la vida», explica Mario, que también recuerda a su abuelo, quien le enseñó el oficio.
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En la parte más antigua los edificios empiezan a encoger, cerca de la plaza de Patraix ya son casas, aunque muchas de ellas en ruinas, a punto de caer al suelo. El bloqueo de las licencias por el Ayuntamiento de Valencia ha impedido durante años su rehabilitación.
La intención del Ayuntamiento no fue otra que la de protegerlas, pero lejos de hacerlo ha conseguido que los cascotes y tejados empiecen a caer. Con lo que los bomberos han tenido que intervenir más de una vez. Y todo por otra promesa que aún no llega, la de un Plan Especial con el que los dueños podrían rehabilitar sus viviendas, porque pretende conservar esas casas y su trama histórica.
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281 Patraix es un barrio grande con más de 24.489 habitantes, pero desde 2018 ha perdido 281 vecinos. En el último año, la mayoría de las bajas se dan por cambio de residencia y por emigración, 1.529, en total. Aún así sigue llegando mucha población extranjera al barrio. En general, no es un barrio envejecido, sino todo lo contrario, con mucha población joven.
Acogida nacional y vecinos extranjeros Patraix fue una zona con mucha industria y de trabajadores, la mayoría llegados tras la Guerra Civil de otras comunidades. Por ejmplo, hay un gran número de vecinos procedentes de Castilla-La Mancha. En los últimos años también ha sido barrio de acogida de inmigrantes sobre todo de América del Sur.
Se dispara el precio de la vivienda En los útlimos años, la compra de una vivienda en el barrio se convierte en misión imposible. Y donde antes estaba la posibilidad de adquirir una casa a un precio muy asequible, incluso barato en comparación al resto de la ciudad, ahora en Patraix el coste de la vivienda ha subido casi un 4%.
En un bar cercano a la plaza, un grupo de mujeres almuerza en la terraza. Charran y se quejan: «Hace falta más limpiza, y que recojan la basura y los muebles que tiran a la calle», dice una de ellas, mientras el resto apostilla con comentarios similares. «No, si el barrio es muy tranquilo pero está un poco dejado», comenta otra. «Como lo de la luz, que siempre está medio a oscuras y menos mal que en este barrio vive el alcalde», añade otra.
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