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Cuando el anterior alcalde de Valencia Joan Ribó dejó su despacho de Alcaldía, le dejó a María José Catalá un regalo, en forma de un ... pequeño olivo y una carta en la que le expresaba sus mejores deseos, «porque serán los de toda Valencia». Un gesto bonito, qué duda cabe. Pero no fue lo único que le legó. Mientras Ribó firmaba la carta, los vecinos de varios barrios de la ciudad estaban al borde del hartazgo. Además de esos regalos, el exalcalde ha dejado a su sucesora un malestar en varios barrios que amenazan con convertir el mandato hasta 2027 en un rosario de manifestaciones, caceroladas y concentraciones. Malvarrosa, Orriols y Cedro y Honduras y, en menor medida, Zaidía, están hartos.
Ocho años de abandono, o al menos, de falta de actuaciones decididas han hecho que determinados problemas se atraganten. Donde más evidente se ve es en la Malvarrosa. «Gobierne quien gobierne, la Malva se defiende», es el lema de las marchas. Llevamos ya dos y una cacerolada. De hecho, los vecinos han llevado la cuestión hasta la plaza de Manises, donde se celebran estos meses los plenos municipales mientras está de obras el Salón del Hemiciclo en el Ayuntamiento. «Queremos que el plan para Casitas Rosa y su entorno sea un plan integral después de décadas de abandono institucional y marginación. Queremos la erradicación del tráfico y mercado de la droga que esclaviza personas y deteriora el barrio, a la vez que queremos intervenciones sociosanitarias de reducción de daños. Es necesaria una intervención urbanística que regenere todo el entorno, derribando infraviviendas a la vez que se aseguran realojos a las personas afectadas, rehabilitación de edificios y viviendas que lo necesiten, creación de jardines y viviendas públicas de alquiler social en los espacios que se liberen», reclama la asociación, que ha exigido pasos decididos y que la alcaldesa acuda a la próxima reunión interconcejalías.
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Esa forma de trabajar, las mesas interconcejalías, fue puesta en marcha por el gobierno de Ribó y dio buenos resultados. Al menos de forma inmediata. En Orriols, por ejemplo, la portavoz de Orriols en Lucha, María del Carmen Tarín, admite cierta mejoría. «Nos costó que el anterior equipo de gobierno nos hiciera caso pero en los dos últimos años de gobierno y después de muchas presiones por nuestra parte conseguimos que fueran conscientes de la realidad que teníamos». «A partir de ahí empezaron a mover ficha. Tarde, pero lo hicieron», admite. «Pero hacían, y hacen, falta medidas más decididas y valientes», comenta.
En Orriols el principal problema es el de la okupación por parte de delincuentes de pisos vacíos. El anterior concejal de Protección Ciudadana, Aarón Cano, se las vio y se las deseó para obligar a la Sareb, propietaria de decenas de pisos en el barrio, a que se pusiera seria con los okupas. El PP ha optado por un acercamiento más radical: ha intervenido ya en decenas de pisos okupados para, de la mano de las empresas de suministros, cortar los enganches a la luz y al agua y así hacer inhabitables los pisos.
En la Malvarrosa, estamos a vueltas con Casitas Rosa. La concejalía de Urbanismo que dirigía Sandra Gómez tenía un proyecto para demoler al menos parte de las manzanas convertidas en un hipermercado de la droga, pero al final se hizo un estudio que concluía que había que hacer otro estudio. El actual equipo de gobierno se inclina por demoler las Casitas Rosa y ampliar las calles, pero para eso falta la colaboración de la Conselleria de Vivienda porque no quieren dejar a nadie en la calle.
En Cedro y Honduras, la situación es casi insostenible. El problema podría parecer menos grave: hablamos de ruido y molestias derivadas del botellón y, según dicen los vecinos, de las terrazas donde, en ocasiones, puede haber miles de personas bebiendo durante toda la tarde. Sin embargo, cuando llevas con esta situación ocho años y lo único que ha hecho el anterior equipo de gobierno es reducir terrazas y poner unas vallas en los parques, la paciencia se acaba. Tanto es así que consiguieron, por sentencia judicial, la declaración de Zona Acústicamente Saturada (ZAS) para los alrededores de las plazas del Cedro y de Honduras. Sin embargo, han dado al PP un voto de confianza antes de exigir su puesta en marcha. El plazo, eso sí, se termina. Las asociaciones de vecinos de la zona han organizado caceroladas esta semana, como hicieron en Orriols, y no descartan continuar con las concentraciones si el equipo de gobierno no actúa de forma decidida. Los baldeos y el control policial no son suficiente para ellos.
En Zaidía también están cabreados. Aunque más lejos del foco mediático, al otro lado del río exigen una solución para las naves de Guatla que pase por rehabilitarlas y no perder patrimonio histórico. Los vecinos organizan caceroladas los últimos miércoles de cada mes. La próxima será la semana que viene. El equipo de gobierno de PP y Vox ha guardado dinero en el presupuesto del año que viene para las naves. PSPV quería mantener al menos una.
La alcaldesa de Valencia ha dicho que ella hace política, no magia. «Los vecinos llevan ocho años esperando ser escuchados y que hagan algo por su barrios, pero yo llevo cinco meses. En cinco meses es difícil solucionar los problemas de los últimos ocho años», ha apuntado. «Es hipócrita que quienes ni ayudaron ni solucionaron los problemas en ocho años acudan ahora a esas manifestaciones», ha detallado la alcaldesa.
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