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LOLA SORIANO
Sábado, 25 de septiembre 2021, 00:00
Una mancha de aceite que se esparce y de momento nadie puede parar. Ese es el efecto que se está produciendo con la proliferación de ... consumo de alcohol en las terrazas y el auge del botellón en zonas del distrito Marítimo de Valencia, como es el caso de la plaza de Honduras, la avenida de Blasco Ibáñez y la vecina zona residencial de Ciudad Jardín, sobre todo en la plaza del Cedro y las calles Actriz Encarna Máñez y Emilio Gascó Contell.
La noche del jueves se convirtió en un infierno para los vecinos de estos barrios, que pasaron de nuevo una noche más en blanco y lo mismo ha ocurrido esta pasada noche del viernes.
El punto de quedada de los jóvenes, convocados por redes sociales, era una vez más la plaza de Honduras. Muchos de ellos fueron calentando motores con tubos infinitos de cerveza o sangría que presidían las mesas, con escasa o nula comida, y otros apostaron por acudir a locales de un producto cárnico de comida rápida donde había más demanda de copas de alcohol que del preparado gastronómico.
Los vecinos, desde sus balcones, podían comprobar cómo muchos de los asistentes a estos encuentros no mantenían grandes distancias, ni portaban mascarilla y poco a poco fueron llegando grupos cargados con bolsas de alcohol, refrescos y hielo.
«Al mediodía ya hay algunos que vienen y se ponen a beber sin parar cervezas, pero a partir de las 20 horas, las terrazas se ponen a tope. Conforme se van animando se ponen a gritar o a cantar y a las once de la noche está el barrio en plena ebullición», explica Ricardo Crespo, vecino de la plaza de Honduras.
Precisamente en la noche del jueves, las zonas ajardinadas de Honduras y otras similares que hay en calles adyacentes, estaban tomadas por las terrazas y los operarios municipales que acudieron a vallar estos espacios esperaron la orden policial para hacer efectivo el precinto.
Pasadas las 00.30 horas, coincidiendo con la orden del cierre de las terrazas, una veintena de agentes de la Policía Local, que portaban chalecos antibalas, requirieron a los jóvenes para se fueran dispersando porque era hora de abandonar la plaza de Honduras. «Por favor, vayan abandonando la plaza. Disgregense», decían los agentes.
Mientras algunos locales comenzaron a retirar las mesas, otros en la zona de Serpis, seguían atendiendo a clientes. Muchos asistentes, que no querían irse ya a casa, optaron por alejarse del centro de la plaza de Honduras, pero seguían con la fiesta en calles como Serpis. «Ahora nos desalojan. Y dónde vamos ahora», se preguntó un joven. Otro, que fue requerido por un agente para que se fueran del lugar por la Policía, dijo «sí voy, espere que coja el vaso que me he dejado en el techo de este coche». Otras jóvenes se quedaron a unos metros de la Policía Local y no dudaron en rellenar sus vasos con más alcohol y refrescos.
Costó más de una hora convencer a los jóvenes de que dejaran este espacio, mientras los vecinos se alegraban de que la Policía actuara. «Mira, hoy tenemos a la Policía Local actuando, diciéndoles que se vayan y han venido hasta furgonas de la Policía Nacional», comentó Chelo, una vecina de Blasco Ibáñez.
Si bien desde la concejalía de Protección Ciudadana no quisieron informar ayer del despliegue policial y de las medidas realizadas, desde la Policía Nacional sí detallaron que el Cuerpo Estatal en la noche del jueves identificó a 54 personas, de esta cifra total, se levantaron seis actas por posesión de droga.
Además, hubo otras dieciocho actas por consumo de alcohol en la vía pública; otras dos actas por posesión de objetos o instrumentos que pudieran servir para posibles agresiones y una más por no llevar mascarilla. Llama la atención que también tuvieron que levantar un acta por falta de respeto a la autoridad.
Una vez controlado el escándalo de la plaza de Honduras, el problema fue que los que se resistían a irse se desplazaron a otros puntos como la zona ajardinada de Blasco Ibáñez. Los bancos, los asientos de un anfiteatro y hasta los propios coches servían de punto de apoyo para los que querían seguir reunidos.
Desde el sindicato de la Policía Local y Bomberos SPPLB de Valencia explicaron que el jueves por la noche «ya se vivieron momentos de tensión porque unos sesenta chavales no querían marcharse y empezaron a gritar consignas contra la policía».
Desde el propio sindicato policial detallaron que estos trabajos en las zonas del botellón los suele realizar la unidad UCO con una veintena de policías pero opinan que «cuando hay tanta gente reunida, no es lo mismo contar con cincuenta o cien agentes que con veinte porque durante el toque de queda se redujo el número de agentes por la noche al menos entre un 20% o 25% y no se ha vuelto a reforzar».
Incluso desde este sindicato afirman que «no tenemos una formación específica para el control de masas ni tampoco contamos con el equipamiento necesario, porque botellón hace años que hay, pero con grandes masas como ahora, no».
La mayor presión en la plaza de Honduras, después de las protestas vecinales y de las caceroladas, hizo que la marea humana se acabara desplazando a Blasco Ibáñez y también al barrio de Ciudad Jardín. Los cánticos de grandes grupos, de cerca de un centenar de personas, se podían escuchar hasta en los pisos situados a una mayor altura en el barrio. Los vecinos, que no podían conciliar el sueño, no dudaron en realizar vídeos para colgarlos en redes sociales y denunciar la poca acción por parte del Ayuntamiento. «Esta gente está perdiendo el respeto a las autoridades. Hay presencia policial, que va patrullando, pero no cesan los gritos y nos están mermando el derecho al descanso», según Xelo Frigols, presidenta de la asociación de vecinos de Ciudad Jardín.
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