![¿Qué buscan los turistas en los comercios de Valencia?](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/12/22/marsilla%20y%20turistas-RqWISK2tHBixiMyRHltYvNI-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Hasta el mes de octubre inclusive, habían pasado por la ciudad de Valencia un total de 1,96 millones de viajeros, lo que supone un 4,8% más que en los diez primeros meses de 2022. Es decir, el turismo va como un tiro en ... el cap i casal recuperando las cifras anteriores a la pandemia y consolidándose como un sector indispensable en la economía local. ¿Qué logra el comercio de todo ese movimiento?
Chelo Bellido tiene el comercio en la plaza Redonda y es un puesto de souvenirs, por lo que está situada en la zona cero del turismo de Valencia, una atalaya perfecta para comprobar su evolución. «Estamos desde 2008», apunta en conversación con LAS PROVINCIAS, para indicar que desde entonces «hemos tenido de todo, una crisis económica y la pandemia. Más o menos, tenemos el mismo, aunque depende del calendario».
A su juicio, el mejor cliente nacional es el que «viene desde el norte, y el que me compra a mí de extranjeros son los italianos sobre todo». Chelo vende souvenirs de todo tipo, con alguna identificación de Valencia para que sirva como recuerdo, con precios que van de 2,50 a 30 euros. Perfecto para meterlo en la maleta.
Rechaza cualquier crítica a los cruceristas. «Se nota y mucho, nosotros tenemos el horario de los barcos y benefician a todos», Ahora, el turismo ha dejado de ser estacional y de marzo a octubre hay mucho movimiento, sobre todo de visitantes que llegan en barco.
En verano, aduce, el calor «hace que la gente se mueva con otros horarios». Es un problema generalizado que señalan otros comerciantes, la necesidad de buscar islas de sombra para el resguardo de los visitantes. «A mí me dicen que les encanta la ciudad, más que Madrid o Barcelona, hablan del buen trato que tenemos con ellos», explica.
Amparo Trilles es la cuarta generación de un comercio situado al lado de la Lonja en la parte de la plaza del Mercado. «Hemos ido evolucionado, antes no se vendía lo mismo», dice sobre la actual oferta de cestería y productos de mimbre y madera. Otra cosa que ha evolucionado es que el 80% de sus clientes son turistas. «Antes era al revés», dice.
El visitante internacional, explica, se gasta más ahora en este tipo de compras, aunque en un reparto equilibrado con los nacionales. «Están encantados con la ciudad y el clima», apunta, aunque de lo que se queja la gente de fuera es de «no acceder con tanta facilidad al centro, lo digo por los vecinos de otros municipios que vienen a comprar».
Trilles opina también sobre el efecto de los cruceristas. «Vale la pena porque algo deja, los que están organizados menos porque van con la visita y directos para los monumentos. Pero los que hacen visita libre sí que compensan, todo ayuda».
Es la única alternativa que ven los comerciantes en lugares tan céntricos. «Por aquí ya no vive casi nadie, los que vienen de fuera consumen aquí, compran y nos ayudan. No entro en la legalidad de los apartamentos turísticos, pero es cierto que todo ayuda».
Junto a su hermano José Vicente gestiona la tienda, para explicar que sus productos «están fabricados en España pero no son un souvenir». Está acostumbrado por su emplazamiento a dar mucha información a los turistas. «Es algo que debería trabajar más el Ayuntamiento, colocando paneles con información de los monumentos, de los itinerarios, etcétera».
A su juicio, deberían colocar mesas de información turística. «Vale la pena porque pasa mucha gente», para citar como ejemplo que algunos visitantes «preguntan hasta dónde está la Lonja», que por cierto está al lado.
Coincide con el caso anterior que el turismo ya no es estacional. «Vienen todo el año, aunque en verano es más problemático por el calor». Alrededor de la Lonja se talaron varios árboles de gran porte para despejar la contemplación del monumento, algo que ha favorecido esto con el reverso de que «el calor se hace inaguantable sin una sola sombra donde guarecerse».
Pilar Martí tiene el comercio en el calle Derechos, al lado de la plaza Redonda. Regenta un comercio dedicado a la venta de delicatessen tradicional, en suma, comida y bebida de calidad.
«Llevamos 18 años en dos emplazamientos, antes estábamos en la plaza de la Reina». A su juicio, el nivel económico del cliente turista «ha ido a menos, compran barato». Lamenta también que el mes de agosto es la «peor época, no viene nadie por aquí y hay hasta bares cerrados», lo que achaca en parte al calor.
Las altas temperaturas «chafan a la gente». Los meses se septiembre y octubre sí que son buenos a su juicio. «Viene otro perfil de visitante», apunta. De lo que más vende, triunfan las botellas pequeñas de licor, aptas para llevar en el avión. Tiene productos desde poco más de cuatro euros hasta los 200, con ediciones especiales de bebidas en botellas de diseño, que asegura vender bien a todo tipo de clientes.
Vanessa Chirivella, presidenta de la asociación de guías turísticos de Valencia, comenta que los visitantes preguntan sobre todo por productos de artesanía. «Solemos recomendar tiendas de abanicos artesanales donde ven a los dueños cómo los hacen», explica la experta.
También preguntan por la comida típica y detalles de kilómetro cero. «Siempre les indicamos esto últimos porque nos parece muy interesante, comercios de producción valenciana o que reside aquí, no bazares con artículos de fuera», explica.
«La cerámica también interesan, al igual que los turrones, aunque sea otra época del año distinta a la campaña navideña», sostiene la guía. «Camisetas de fútbol también preguntas, pero sobre todo souvenirs de artesanía», reitera.
«La gente llega muy informada, sabiendo lo que quiere. Lo de los abanicos es muy típico y cuando les explicas el tema de la cerámica o la seda. Mucha gente quiere de lo segundo hasta que les decimos lo que cuesta. En el Colegio del Arte Mayor de la Seda hay artículos interesantes», dice.
El turista internacional que se queda unos días gasta bastante más que el visitante nacional. «Los segundos es más de comida, te preguntan lo que es típico, como los dulces». Pero son los extranjeros, dice, los que están dispuestos a pagar más por un artículo de artesanía de calidad. «Una vez me preguntaron hasta dónde conseguir una mantilla», cita como ejemplo.
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