Cacerolada de los vecinos de la Finca Roja. LP

Cacerolada vecinal contra los okupas de la Finca Roja

Los residentes alegan que llevan siete meses con una vivienda ocupada de forma ilegal

Juan Sanchis

Valencia

Jueves, 17 de octubre 2024, 12:55

Los vecinos de la Finca Roja no pueden más y han dicho basta. La ocupación ilegal de una vivienda ha turbado la paz de los residentes de un edificio emblemático y protegido de Valencia. Como respuesta a la situación insostenible, los habitantes de la finca han decidido alzar la voz con una cacerolada que busca llamar la atención sobre su desamparo. En la cacerolada del martes pasado, uno de los okupas se enfrentó a los vecinos burlándose de la escasa convocatoria mientras los grababa con el teléfono móvil para amedrentarlos.

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La Finca Roja, reconocida por su estatus de Bien de Interés Cultural (BIC) y por su activa vida social, se ha convertido en un infierno para muchos de sus residentes desde que, en marzo de este año, un grupo de okupas tomó ilegalmente una de las viviendas de la calle Maluquer. Lo que comenzó con la ocupación de un primer piso se ha transformado en una pesadilla para los vecinos, como así lo denuncian, que ahora lidian con ruidos constantes, desperfectos en el edificio y una convivencia cada vez más insostenible.

El punto de inflexión se produjo cuando, además de ocupar ilegalmente el piso, los okupas comenzaron a realquilar habitaciones lucrándose con la situación. La convivencia con estos nuevos inquilinos ha derivado en problemas de todo tipo. Así, denuncian hay vecinos que han empezado a medicarse para dormir, familias que se ven obligadas a desplazarse por las noches a casa de sus padres para poder descansar, fugas de agua que causan constantemente humedades y moho en otras viviendas y la presencia de un perro peligroso que deambula sin bozal por las zonas comunes.

También advierten de que se producen ruidos de arrastre de muebles, portazos de rejas metálicas y música y televisión se prolongan habitualmente hasta las tres de la mañana «ante la impotencia de los vecinos».

En un intento de hacer visibles sus demandas, los vecinos han organizado una cacerolada todos los días a las 21 horas con el objetivo de manifestar su hartazgo ante el ruido nocturno y los problemas de seguridad derivados de la ocupación. Las ollas y sartenes resuenan cada tarde, generando un eco que recorre toda la calle y que simboliza la frustración de los residentes.

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«La situación es insostenible. Ya no podemos más. Cada noche es peor, con música a todo volumen, gritos, peleas y ese perro que nos da miedo a todos. Nos sentimos abandonados por los políticos y por la ley», explica una de las vecinas afectadas. Para muchos, la cacerolada es la única manera de llamar la atención sobre lo que consideran un problema de salud pública y de seguridad.

Los vecinos no solo se quejan de la situación generada por los okupas y sus realquilados, sino también del vacío legal que, según ellos, les ha dejado indefensos. «El proceso de desalojo se ha dilatado debido a la permisividad de la legislación sobre ocupación», critican. Pese a la situación de vulnerabilidad alegada para ocupar el inmueble, los vecinos «comprobaron con perplejidad que los okupas han alquilado una plaza de garaje en el segundo subterráneo del edificio de enfrente donde aparcan la motocicleta y se turnan los automóviles de los realquilados».

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«No es normal que tengamos que vivir así, sin que nadie nos ayude. El dueño del piso ni siquiera vive aquí y nosotros somos los que estamos sufriendo. Los políticos nos han dejado de lado», comenta otro residente.

Mientras las caceroladas continúan, el futuro de este patio de la Finca Roja sigue siendo incierto. Los residentes afirman que el edificio, una joya arquitectónica de Valencia, seguirá deteriorándose si no se toman medidas rápidas y efectivas. Sin ir más lejos la semana pasada se volvieron a verter aguas fecales sobre zonas comunes de la comunidad. «Estamos al límite», advierten los vecinos.

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