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Cuando se pueda volver a disfrutar de la ciudad de Valencia ya nada será igual, no se respirará el mismo aroma de antes. Ya no solo por el esperado temor post-pandemia, sino porque la ciudad que vuelva a tener vida en cada rincón echará de menos a esos lugares que han formado parte de la historia de su gente, del día a día de negocios y reuniones improvisadas en la barra de algún bar emblemático. Cuando pase la pandemia Valencia no será la misma ciudad en la que podía desayunar en la Cervecería Don Pablo, almorzar en Casa Montes, tomar un café en Barcas 7 o un vermut en Casa Victoria, esas barras ya no serán lugares de paso, habrán quedado en el recuerdo. En verdad lo que se ha llevado por delante el coronavirus se podrá valorar cuando todo haya pasado y la población se enfrente a una nueva normalidad bastante alejada a la normalidad que se vivía antiguamente. Esta misma semana se han comunicado el cierre de dos lugares con aroma añejo, de los que sus barras pueden dar buena cuenta de la historia de Valencia. La Cervecería Don Pablo «se traspasa» para que otros dueños «ofrezcan el mismo servicio» y Casa Victoria echa el cierre tras años y años de historia iniciada a los pies de Santa Catalina.
No estaba en una calle concurrida, sino más bien en un estrecha calle en pleno centro de la ciudad de Valencia. Su ubicación le permitía tener la tranquilidad de no ser una vía de paso de grandes cantidades de gente por minuto, pero lo bueno de estar a 20 metros del bullicio puro y duro del corazón de la capital. Hace casi 50 años se empezaba a escribir una historia que la salud y la pandemia han querido cortar de raíz. El último cierre de la hostelería, que se levanta este lunes 1 de marzo para las terrazas, significó la clausura casi definitiva de la mítica Cervecería Don Pablo.
José Carrasco, hijo del anterior dueño, detallaba en LAS PROVINCIAS, la dura decisión que implicaba no seguir con un negocio del que su padre le había cedido las riendas hace más de un año. Lugar de «calidad y trato personal», decribía Carrasco hijo. Pero sus puertas ya no se abrirán con los gestores que había hasta enero, ahora se buscan unos nuevos dueños que revivan el Don Pablo y su espíritu. Interesados hay y el objetivo de Jose Carrasco era que al levantarse las restricciones a la hostelería «el bar de abriera con nueva gente pero sin que lo notara el cliente fiel de toda la vida».
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Entre la calle Caballeros y la plaza del Negrito se encontraba una pequeña barra, un local diminuto al que las restricciones y desescaladas no se le pueden acoplar en, casi ningún concepto. Al no tener terraza no puede abrir. Es por ello que en verdad la persiana está bajada desde hace casi un año, pero ahora Victoria del Hoyo ha decidido finiquitar el último rastro de un negocio familiar.
Para dar con la historia de esta barra hay que remontarse más de un siglo y trasladarse a los pies de Santa Catalina. Allí se encontraba un popular ultramarinos que llevaba la bisabuela de Victoria. El negocio pasó por otras manos familiares para añadir quesería, embutidos y fiambres hasta que la última descendiente se decantó por dar al cliente, en un local muy pequeño, ese producto artesanal en un ambiente de otra época. «Un templo para el barrio», describe la última dueña de la Casa Victoria. «En el local actual no hay posibilidad de limitar el aforo, porque es así, por lo tanto llevo 11 meses acumulando facturas e incertidumbres para seguir llevando el negocio que empezó mi familia. Hasta aquí», sentencia Victoria. Describe Del Hoyo que el cliente era aquel que quería tomarse un vermut o una tapa de calidad y que el ambiente era muy familiar. Ya no volverá Casa Victoria y Valencia pierde así las raíces de un negocio histórico.
La pandemia del coronavirus ha dejado la hostelería bajo mínimos. Sólo hay que pasear por el centro de la ciudad para ver que lo que antes eran restaurantes ahora son locales vacíos con la persiana acumulando polvo y suciedad, con un cartel que anuncia que está «disponible». Han desaparecido comercios nuevos, también franquicias, pero los que llaman la atención son aquellos bares referencia y con solera que eran conocidos por todos. Hace ya varios meses saltaba la noticia tras la persiana echada en Barcas 7. Allí se encuenta aún pegada una carta de despedida por parte de «la dirección».
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En la carta dirigida a los clientes se explica que el cierre es «definitivo por circunstancia de la crisis de la Covid-19», ya que explican que «no hemos podido seguir manteniendo la actividad». Así se acababan 48 años de historia de una barra que incluso se despedía con un toque alegre, ya que recomendaba a sus clientes «para seguir teniendo un trato familiar» acudir a ua cafetería próxima, situada junto al antiguo Hotel Astoria.
Pero Barcas 7 no es la única barra conocida que no volverá. En verano cerró sus puertas Casa Montes, un templo del típico almuerzo valenciano, situado cerca de la plaza España, que hacía (y hace) gala de los cremaets que se servían en su local. «Desde 1940» sigue rezando el cartel de un comercio que en su fachada luce una foto histórica señalando el lugar exacto sobre el que se alzaba Casa Montes en tiempos de la Guerra Civil. Ahora la persiana está echada y con el cartel de una inmobiliaria. Mismo destino siguió Sierra Aitana, un restaurante emblemático de Pascual y Genís, casi en la esquina con la calle Colón. Ahora ya su cartel ha desaparecido mientras en el interior del local trabajan para albergar otro restaurante diferente. Tampoco abrirán sus puertas dos locales con mucha tradición como Austria 7 y Baldo.
Pasear por Valencia ha perdido ese encanto de saber que las cafeterías de siempre estaban ahí, con su ruido de máquina y su bullicio. Los bares no pueden abrir con normalidad y el contacto social impide cualquier tipo de ambiente típico de bar. Ese jaleo que advertía del lleno en un local ha quedado mudo. La pandemia ha podido con esas tascas con solera, con historia y con recuerdos. Ahora pasear por Valencia es sólo pasear.
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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