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Asentamiento ilegal en la calle San Vicente Mártir. IRENE MARSILLA

Chabolismo en pleno centro de Valencia

Vecinos de la calle San Vicente denuncian un asentamiento ilegal en el antiguo solar de una gasolinera sobre el que los okupas prenden hogueras junto a las fincas

Pablo Alcaraz

Valencia

Miércoles, 12 de junio 2024, 00:39

El asentamiento ilegal situado en un solar de la calle San Vicente trae de cabeza al vecindario desde hace más de un año. Sus inquilinos son una serie de personas sin hogar cuya presencia ha aumentado la conflictividad en un barrio que ha levantado ... la voz en numerosas ocasiones por la inacción de las autoridades. El ambiente ya estaba caldeado, pero a finales de la semana pasada, los residentes han dicho basta con la quema de hogueras por parte de los okupas. En los últimos días, el ambiente se ha hecho insoportable ya que los vecinos han sido testigos de cómo los ocupantes ilegales prendían fuego dentro de las chabolas, una acción que ha colmado el vaso de la paciencia y con el miedo colectivo del incendio de Campanar todavía latente.

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Basura, suciedad, excrementos y orines acompañados de gritos y discusiones son las vistas y la banda sonora con las que conviven a diario los residentes de la manzana formada por las calles Doctor Vila Barberá, San Vicente y Gil y Morte, cuyos balcones recaen sobre la fachada interior del solar. Los más afectados son aquellos que residen en los pisos más bajos de las urbanizaciones pues literalmente «tienen el aseo bajo sus alféizares». El hedor a defecaciones, pis y ceniza que contamina el ambiente se hace insoportable para un vecindario que teme que la pestilencia se cuele en sus hogares si deciden ventilarlos con la llegada del verano.

Desde las alturas, la estampa del interior de la parcela abandonada consiste en dos chabolas construidas entre hierbajos y con materiales robados de obras cercanas. Algunas fuentes afirman que los integrantes de la comunidad de indigentes levantaron sendas cabañas «de la nada en tan sólo una madrugada». Durante las labores de construcción del campamento, los vecinos alertaron a las autoridades que procedieron a registrar el solar e identificar a los individuos, aunque terminaron las pesquisas sin desalojarlos del lugar. «La Policía no puede hacer nada tal y como está la ley», lamentan las fuentes vecinales que denuncian la falta de atención municipal ante las numerosas quejas presentadas. Hoy en día, y más de un año después, sus inquilinos han convertido las construcciones en un «resort», ironizan los residentes en referencia a la nueva adquisición de los okupas: una piscina hinchable.

«Nunca han habido tantos robos en esta zona como ahora». El colectivo vecinal asegura a este diario que la inseguridad se ha multiplicado en el barrio desde que los tres residentes habituales del asentamiento habitan en el enclave, una acampada que llegó a estar poblada por hasta otros cinco individuos más. Sobre la manera en la que el tridente okupa se gana la vida, los vecinos alegan que estos se dedican a ejercer de gorrillas, es decir, hacer de aparcacoches, en las calles aledañas a la estación de AVE Joaquín Sorolla. Asimismo, también denuncian las actitudes violentas que tienen hacia quienes no les abonan el precio por su supuesta asistencia a la hora de estacionar los vehículos. Hay quien asegura que han llegado a pertrechar intentos de robo o vandalismo sobre los automóviles de la zona en busca de objetos valiosos que robar.

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Uno de los episodios más atemorizantes se produjo cuando un grupo de vecinos, hartos de las montañas de desechos, decidió abonar una pequeña cantidad de dinero a los ocupantes ilegales para incentivarles a limpiar el terreno. Uno de los okupas aceptó y cumplió con el acuerdo hasta que decidió aprovecharse y extorsionar a quienes le pagaban el importe a cambio de la retirada de basura demandándoles más dinero. La víctima de la extorsión asegura a este diario que ha llegado a «pasar miedo al salir de casa» ante las posibles represalias y amenazas proferidas por uno de los individuos.

La propiedad de la parcela abandonada sigue siendo un misterio, ya que se desconoce si pertenece a un banco, como fruto de una operación saldada en un embargo, o no. Sin embargo, uno de los datos que se sabe a ciencia cierta es que anteriormente allí se ubicaba una gasolinera y que su propietario realizaba labores de mantenimiento de manera habitual. Hoy en día sucede todo lo contrario pues el entorno se encuentra. Un buen ejemplo de cómo el deterioro se ha adueñado del terreno es la valla que lo separa de la acera de la calle San Vicente con una inclinación que hace patente un posible riesgo de derrumbe. En el centro de la verja plagada de grafitis se encuentra una gran brecha que los ocupantes ilegales saltan para acceder a un espacio que ya se ha convertido su hogar.

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