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Retrocedemos a los años ochenta, en una Valencia muy distinta a la actual. Quien nos hace de guía por aquella época es Santi Martínez, DJ y relaciones públicas de algunos de los garitos más míticos de los 80, como Distrito 10. En la noche valenciana ... de entonces la gente se movía según su clase social. «Por la plaza Cánovas salían los hijos del Ensanche, que cursaban estudios en Loreto, Dominicos o Maristas», cuenta Santi, ahora gerente de 55 Polo Club.
En Cánovas todo empezó, sin embargo, con una hamburguesería. «Con la apertura del Good Tabern de los 'pilaristas' Toni Soler y Javo Andrés, se asentaban las bases para una zona de bares de copas que durante la década siguiente marcaría todo un boom como zona de ocio que con los años imitaron otros», cuenta Miguel Ángel Pastor. Cuatro décadas después cierra la cervecería Cánovas, el último vestigio de una época que acabó a principios del nuevo siglo acuciada por la presión vecinal y la Administración local.
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Después del cerco de las autoridades a la zona -«fue determinante aquella normativa que impedía abrir un local de ocio a menos de 65 metros de otro»- la zona fue languideciendo, pero la cervecería seguía ahí, imperturbable, ajena a modas. El último local en bajar la persiana ni siquiera ha sido un pub, sino un bar al estilo de Austria 7 de ensaladilla rusa y bravas de toda la vida, que suponía el punto de encuentro antes de comenzar la noche en algunos de los garitos de «la zona nacional», como la describe Miguel Ángel Pastor. «Se veían muchos polos de Lacoste», cuenta el periodista, que recuerda pubs como Dúplex, que diseñó Javier Mariscal, Spinello, Color, Plaza o Le Privé. Santi Martínez cree que con la llegada de otras zonas, como Aragón, cuando Cánovas y la Gran Vía entraron en barrena.
El bar Cánovas era de esos locales donde se podía elegir entre veinte tipos de tapas, donde había que dar algunos codazos para hacerse un hueco en la barra, donde a partir del jueves era complicado encontrar un sitio libre. «Era un restaurante emblemático, frecuentado por esos mismos jóvenes que por las noches tomaban la zona hasta que se iban a alguna de las discotecas como Distrito 10 o Woody», explica Miguel Ángel Pastor. «Tenía un servicio impecable, y fue una pena que no lo continuaran hosteleros como los del Rausell, el Principal, o Ricardo», cuenta Santi.
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El último propietario del bar Cánovas fue el Grupo La Cartuja, que aterrizó en la ciudad con el restaurante Vicentino en 2012 tras su éxito en el negocio de los salones de banquetes y el servicio de catering, que amplió con la Taberna el Clot, en la plaza del Negrito, y la Marcelina, entre otros. Exceptuando la Marcelina, el resto están cerrados.
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