![Los cinco problemas del Cabanyal](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202002/12/media/cortadas/147204934-kl3C-U100130293573z0D-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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MAR GUADALAJARA
Jueves, 13 de febrero 2020, 00:26
Las puertas entreabiertas en el Cabanyal dejan pasar el silencio por las mañanas. Casi no se percibe ni el ruido de los coches en la calle del Rosario. Un vecino se despereza al sol sentado en una silla.
Dos niños, de no más de diez años, que podrían ser sus hijos le rodean, le incordian y los espanta. Corriendo, acuden a pedir dinero a una chica que andaba con prisa. Juntando sus manos para formar un cuenco le insisten y, desconcertada, ella avanza aún más rápido, les niega la limosna y consigue dejarlos atrás.
«Con aceras nuevas pero el barrio sigue igual», dice un anciano que pasea junto a la que ya es su única compañía, su perro.
Las casas deshechas y con solera le permiten recordar lo que fue cuando nació en ese lugar que, dice, ya no reconoce y que, pese a todo, nunca dio la espalda al mar. «Para nosotros eso era lo más importante, trabajar», dice señalando en dirección a la playa.
El motor de una furgoneta resuena en la calle San Pedro. Dos jóvenes salen de un bajo cargando lo que parece un electrodoméstico viejo.
Tras un silbido, la puerta de la que salen se cierra de golpe. Suben al vehículo y se van. La escena la observa una señora tendiendo en su pequeño balcón, bendecido por unos rayos de sol. «Todo el mundo sabe lo que hay aquí pero nadie se enfrenta a ello», dice una mujer que agarra con fuerzas el carro de un bebé.
«A mi marido y a mi padre les han amenazado muchas veces porque se pueden ver los trapicheos a plena luz del día, incluso bajo de casa, es como si fuera algo normal y para nada lo es», dice con la misma aparente calma que infunde el barrio.
Indica la calle Pescadores como una de las conflictivas. Ella y su familia no pueden marcharse pero explica que cada vez son más los vecinos «de toda la vida» los que dejan el barrio.
«Es verdad que han llegado estudiantes y gente extranjera pero están de paso, no vienen a quedarse porque desde luego no es un buen sitio», comenta.
Las ventanas tapiadas y algunas con los cristales rotos, retratan la incomodidad que vive este barrio que ha salido a reivindicar mejoras y soluciones a la calle cientos de veces.
«¿Qué más podemos hacer?», se pregunta un propietario de Bloques Portuarios. «Todos se llenan la boca pero no se ha medido bien el problema y no han hecho más que obras desafortunadas mientras lo que pedimos es que acaben con las drogas, que hagan algo por la convivencia, por las condiciones en las que viven algunas familias y por las ocupaciones ilegales», dice pidiendo, como tantos otros vecinos, ayuda a gritos.
Las terrazas cercanas a la calle de la Reina están llenas. Sobre todo son jóvenes los que las disfrutan. Recorren las calles en bicicleta y van al mar. Algunos, los más valientes, con toalla y en manga corta, se acercan para recorrer con calma el paseo marítimo.
Es la cara más amable, la que le llevó a estar entre los barrios de moda en Europa. Una faceta, la de solvencia turística, que el gobierno municipal trata de explotar antes de tiempo, pese a la lista de pendientes que acumula.
«Hay muchas cosas que han dicho y que aún estamos esperando», dice una señora que carga con bolsas de la compra. «No hay policía y cuando recojo a mi nieta del colegio evito ciertas calles la verdad, esto no es exagerado porque nunca se sabe y todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida como pueda pero no a costa de amedrentar al personal o con negocios sucios», añade más enfadada.
Tras el polideportivo Doctor Lluch, el barrio se abre al mar. Junto a los edificios, en Bloque Portuarios, en medio del extenso descampado, una mujer entretiene a una niña con una pelota mientras ella espolsa unas mantas. Sólo se escucha la risa de la pequeña que corre tras el balón.
La gota que colma el vaso es el Plan Especial del Cabanyal-Canyamelar (PECC). En el solar donde el Ayuntamiento quiere promover la construcción de un hotel de quince plantas y una zona comercial, frente al hotel Las Arenas, una quincena de asociaciones vecinales del Marítimo manifiestan su rechazo tras haber presentado alegaciones. Lejos de planes urbanísticos, piden una rehabilitación social.
«Rechazamos lo que creemos que es un pacto con el demonio que es aceptar que esto se dedique al turismo y, a cambio, dotaciones sociales; no queremos un barrio dedicado al turismo, queremos políticas sociales», decía rotundo este martes Carlos Pérez de la asociación Cuidem Cabanyal, durante la concentración de este martes para dejar clara su postura contra los planes del Ayuntamiento. Las quince asociaciones que presentaron alegaciones contra el Plan Especial del Cabanyal (PECC) sin obtener respuesta, piden rebajar las propuestas urbanísticas que consideran muy enfocadas al turismo e implementar la inversión en medidas sociales.
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