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No es esta una historia de épica. Este paseo por el Jardín del Turia en una fría mañana de febrero no va a contar historias de superación, ni de gente que atravesó el mar para buscarse la vida. No. Porque en la ciudad bajo los puentes, repleta de sintecho, que se conforma en el río no hay epicidad. No hay éxito. Hay fracaso, pero no de quienes malviven, como pueden, en condiciones que ni usted ni yo podemos imaginarnos, sino de las administraciones, de un sistema que se ha acostumbrado a que algunas vidas discurran más allá de los márgenes establecidos, porque parece que ocultos bajo los pretiles no molestan.
El Ayuntamiento hizo en octubre de 2023 el último censo de personas sin hogar. Arrojó la cifra de 837, un aumento de 83 con respecto a 2021. De la cifra global de 837 personas sin hogar, un total de 366 están en albergues o pisos tutelados y 471 en situación de calle. No hay datos oficiales, pero según algunas ONG consultadas, más o menos una cuarta parte de ellos pueden vivir bajo los puentes.
El de Campanar es el primero, desde la cabecera, que tiene asentamientos. De hecho, es más que un asentamiento: es casi un negocio. «Traen electrodomésticos y tal y los achatarran, y luego venden las piezas», explican vecinos de la zona que pasan todos los días por ahí. En el paseo podemos comprobar que hay una lavadora a medio desguazar. También se ve algo que será común en el resto del río: ropa tendida al sol, secándose, quién sabe si lavada en los mismos estanques que hay distribuidos por todo el Jardín y que Vox, tal como planteó el pasado año, quiere construir bajo algunas de las pasarelas para evitar los asentamientos. Una idea que despertó las iras de la oposición y hasta las dudas del PP, que paró la idea. «Es un proyecto a largo plazo», dijo entonces la alcaldesa Catalá.
De hecho, parece más bien lo contrario, porque algunos de los estanques están vacíos. Es el caso del situado bajo el puente de las Glorias Valencianas, al final de Fernando el Católico. Se trata de uno de los lagos artificiales más grandes del río, pero está seco. Vallado, sí, pero seco. Digamos que tampoco son muros infranqueables: bajo el puente, dentro del lago, hay un importante asentamiento con decenas de personas, incluidas tiendas de campaña, ropa tendida al sol...
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La escena se repite también en algunos de los puentes históricos. En el puente del Real, eso sí, las tiendas de campaña, precariamente amarradas al suelo como pueden, están en los vanos laterales, para dejar los centrales expeditos y permitir el paso. En el resto de puentes históricos en dirección al mar se dan las mismas situaciones, sobre todo en los pretiles más antiguos. Se salva, por ejemplo, el de la Exposición, que tiene una zona amplísima abierta bajo él. Aragón o Ángel Custodio también tienen asentamientos, como buena parte de los parques de la ciudad. De hecho, muy cerca del río y del puente de las Artes, donde también duermen varias personas, en el corazón del Carmen parques como el situado a espaldas del IVAM o conocido como parque de la Pierna, junto a SAnto Tomás, son lugares elegidos por quienes no tienen otra alternativa para vivir.
Porque hacerlo por esas zonas ocupadas es francamente complicado. Al Ayuntamiento le preocupa la peligrosidad en el Jardín del Turia, por culpa de estos indigentes, pero lo cierto y verdad es que muchos de los sucesos que se viven en el entorno tienen como víctimas y victimarios a las mismas personas en situación de sinhogarismo. Sin ir más lejos, en febrero de 2024, un joven mató a una persona y dejó a otra gravemente heridas tras golpearles la cabeza con una piedra. Los dos heridos dormían cuando fueron agredidos. Además, el pasado mes hubo otra pelea en el entorno de las pistas de atletismo, con dos heridos leves.
La Policía Local ha realizado varias intervenciones en la zona junto a la Policía Nacional. Hablamos de redadas, como la de diciembre de 2023, una de las más grandes que se recuerdan. Los agentes desalojaron la Casa del Agua e intervinieron bajo los puentes de Campanar y de Glorias Valencianas, más conocido como el de Ademuz, en una actuación que terminó con 42 identificados y seis detenidos, cinco de ellos por incumplir la Ley de Extranjería. Eso sí, la Policía no hace únicamente intervenciones destinadas a detener a personas en situación irregular. La patrulla X4 de la Policía Local, encargada de atender a las personas que viven en la calle, visita con frecuencia estos asentamientos, donde informe a quienes en ellos malviven de los recursos municipales o de distintas ONG a su disposición para salir de la situación en la que se encuentran. Muchos de ellos no quieren porque entrar en un albergue implica dejar fuera las pocas pertenencias de que disponen, que en muchos casos es lo mismo que decirles que dejen atrás sus vidas.
Como quiera que la gestión del parque corresponde a la concejalía de Parques y Jardines, a cargo de Vox, fue muy comentada la decisión del concejal delegado, Juanma Badenas, de prohibir el reparto de comida en el río, en concreto en el tramo entre el puente de Campanar y las pistas de atletismo. Argumentaba el Consistorio que este reparto, llevado a cabo por una ONG llamada Ayuda Una Familia, generaba una suciedad que el Ayuntamiento no podía estar limpiando todas las semanas. La cuestión saltó a Servicios Sociales, que negoció con la oenegé que el reparto pudiera hacerse en canchas deportivas o en parroquias. En el río se daba de comer a unas 700 personas, aunque las que viven bajo los puentes no son tantas.
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Jorge Alacid
Sí conforman, en justicia, una diminuta ciudad, con sus acuerdos, sus divisiones, hasta sus pequeñas leyes. Es la ciudad bajo la ciudad, la urbe de los abandonados, de los proscritos, de esos a los que nadie quiere ver porque nos recuerdan que hemos fracasado. Como los que duermen junto a la iglesia de San Agustín, o en la Garrofera, o en los jardines centrales de las grandes vías, o en la vieja sede de Hacienda, o en casi cualquier soportal disponible para pegar una cabezada en un sitio razonablemente seguro y lejos del frío o de las inclemencias meteorológicas. Son más de ochocientos, pero deberían ser cero. El Ayuntamiento, las oenegés, lo saben, pero no terminan de poder desterrar un problema que no tiene fácil solución, sobre todo en una ciudad tensionada a nivel de vivienda como Valencia.
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