![Somos futuro, movilidad en Valencia | Ciudades con menos coches pero con más civismo](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202201/04/media/cortadas/mvilidad-vecinos-k4PI-U160446027420XrC-1968x1216@Las%20Provincias.jpg)
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Con las evidencias del cambio climático tocando, impacientes, el claxon, la segunda década del siglo XXI servirá para confirmar o desterrar el cambio de paradigma en la movilidad en las ciudades y, en este caso, en Valencia, una urbe que ha empezado una transformación urbana que ha aumentado los kilómetros de carril bici, ha remodelado la red de EMT y ha reducido la velocidad para los coches, que además han perdido carriles en varias de las calles más importantes de la ciudad. Las soluciones a los viejos problemas parecen haber creado otros nuevos, y LAS PROVINCIAS reúne a cuatro ciudadanos que recorren Valencia en distintos medios de transporte para preguntarles cómo será la ciudad del futuro y cómo irán a trabajar, a ver a sus parejas o a disfrutar del tiempo libre.
Son María González, Pablo Monteagudo, Julio Moltó y Juan Ramón Giménez. Peatona, conductor de patinetes, ciclista y conductor. Además, los dos úlitmos son portavoz de la Asociación de Vecinos de Natzaret y secretario de la Unión Gremial del Taxi, respectivamente. Se encuentran en la plaza de toros y la conversación tiene lugar en la calle Alicante, frente a una de las aceras más estrechas de la ciudad (como si se buscara el record Guinness como con la supuesta fachada más estrecha del mundo que está en la plaza Lope de Vega). El lugar parece el idóneo para hablar de movilidad, porque en él confluye un carril bici, uno para autobuses y taxistas y el carril para coches.
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El enclave elegido funciona perfectamente como una metáfora de la nueva movilidad y de los retos a los que se enfrenta en el futuro. La valenciana es una autonomía con un 10,29% más de vehículos a motor que en 2014 (según la DGT, en 2019 había matriculados en la Comunitat 3,6 millones de vehículos por los 3,2 de hace ocho años) y donde el uso de la bicicleta cayó en 2020 del 74 al 71% ante el aumento del uso de patinetes, que pasó del 25 al 28% con respecto a antes de la pandemia, según datos sobre micromovilidad (aquellos que se mueven en bici o vehículo de movilidad personal) ofrecidos por la Agencia Municipal de la Bicicleta en abril del pasado año.
No es de extrañar, por tanto, que uno de los temas que más se repiten en la conversación que tienen estas cuatro personas en la calle Alicante tenga que ver con cómo se relacionan los distintos medios de transporte entre ellos. «La gente se está empezando a dar cuenta de que el uso del coche a nivel particular cada vez tiene menos sentido», dice Giménez. «Antes los coches estábamos solos pero ahora compartimos el espacio, tenemos que concienciarnos quienes utilizamos un vehículo, porque el peatón siempre ha sido más consciente de por dónde tiene que circular, de las velocidades que pueden alcanzar», comenta el también taxista. Moltó interviene para mostrarse de acuerdo y asegurar que hay «muchos más actores» en la vía pública que antes. «El espacio público se está democratizando», asegura el dirigente vecinal, que pide más transporte público ante el asentimiento general de los demás.
«Hay que hacer un análisis en función de la edad. La gente mayor va dejando el coche mientras que la gente más joven se incorpora al mismo o a otros modos alternativos de desplazarse. Ha de haber un equilibrio dinámico», indica Moltó. «Esto es como el circo. Vas a tu bola y de repente te pasa uno con un patinete a toda velocidad o tienes que esquivar un peatón que va con el móvil», denuncia el ciclista. Habla Monteagudo, que tiene apenas 25 años: «El patinete es lo más cómodo. El coche se deja de utilizar porque hay mejor red de carril bici. He decidido usar el patinete porque es más cómodo que la bici, que yo la necesito de talla grande». «Hay mucha gente que usa el patinete que no sé si es consciente de las normas o qué, por lo que puede resultar un problema. Además, hay conductores y patinetes que no se han acostumbrado al aumento del uso del patinete y a veces no se respeta la prioridad», comenta el joven.
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«Date cuenta de lo que dice él. Ya no es un objetivo cumplir los 18 para sacarse el carné de conducir», indica el taxista. Es en las autoescuelas donde, a día de hoy, se sigue dando más formación en seguridad vial, lo que para Giménez es importante. « A mí me pasa con las bicis. '¿Que no me ves?', me preguntan. 'Yo sí, igual no me has visto tú que te tienes que parar', digo. Falta mucho conocimiento», asegura Giménez. «Es un proceso de cambio», dice.
Los peatones son, en este caso, el eslabón más débil. En una ciudad como Valencia, con 92 kilómetros de calles peatonales y grandes plazas, como la del Ayuntamiento, Ciudad de Bruajs o la de San Agustín, ya peatoanlizadas, y otras como la plaza de la Reina en obras para quedar sólo para viandantes, quienes caminan por la urbe se encuentran con unas calles más amables pero en las que también comparten espacio con otros actores, como bicis o patinetes, que complican la circulación. González acaba de superar la treintena y se dirige a casi todas partes a pie. Para ella, una hora entre Campanar y Ruzafa es un paseo. «A nivel estructural, hay cambios que hacen que en lugares se combinen acera, carretera, un pedazo de carril bici... no te miras la ley siempre y no sabes bien si el semáforo es para ti o no», asegura la joven, que indica que hay «mucha confusión» sobre todo entre peatones y personas que usan carril bici. «No somos como quienes van en coche, no estamos tan acostumbrados a mirar los semáforos pero ellos tienen que tener en cuenta que son un vehículo y siguen sus mismas normas. Si vas en bici no puedes ir por la acera y luego en la carretera. Todos tenemos que acostumbrarnos», dice.
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Para González, Valencia es una ciudad cómoda para ir a pie. «Sobre si es segura... sí, pero como se han empezado a hacer cambios rápidamente, como por ejemplo el carril bici del centro, falta un plan global. Hay que estudiar la red porque a lo mejor dentro de unos años mirarás la ciudad y quizá ves que hay tramos donde las conexiones pueden ser mejores», comenta la joven.
Toma la palabra, entonces, Moltó, que vive lejos del centro, en Nazaret. «La periferia está muy parcelada y separada de la ciudad por infraestructuras muy duras. Nuestro barrio, así como La Punta, nos requiere cruzar un puente para salir. Parecemos El Palmar», comenta entre risas. «Nunca terminas de estar bien comunicado. Ahora con la línea 10 del metro y con su prolongación hasta el Canyamelar, las conexiones mejorarán mucho», asegura Moltó, que dice que es importante hablar de intermodalidad. «Habrá que pensar que Cercanías también debería tener una parada en Nazaret, cerca de la Ciudad de las Artes. En general, se ha avanzado bastante pero falta aún conectar todos los carriles bici que están mal conectados», indica el dirigente vecinal, que habla también del mantenimiento. «Hay sitios en los que te tienes que agachar porque hay que podar», explica. Además, Moltó añade que hay enclaves de la red de carril bici en los que falta señalización o no hay espacio para dos bicicletas. «Los vehículos sacan lo peor de las personas. La más tranquila se convierte al volante», dice Giménez, y Moltó añade que cuando vamos andando «somos las personas más amables». Se crean, por tanto, estructuras de poder entre los distintos medios de transporte.
Toca hablar, en este debate improvisado en la calle Alicante, del control que se ejerce sobre los vehículos de movilidad personal. Todas las miradas se dirigen hacia Monteagudo, que lleva patinete. ¿Necesitan ellos, y los ciclistas, un carné de circulación o algún tipo de permiso? Antes de que conteste Monteagudo, tercia Moltó para señalar que falta «mucha educación vial». En los colegios, sí, pero no sólo. «Hay que considerar el espacio público como nuestra casa. En tu casa no vas dando codazos para pasar por el pasillo. En la calzada tampoco, enseguida pitas», señala.
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«No sé si un carné sería útil. Quizá sí lo sería limitar la venta de patinetes que puedan ir a más de 20 kilómetros por hora, que es la velocidad máxima a la que pueden ir los patinetes en la ciudad. El mío va a esa pero porque no necesito ir ni a 25 ni a 30, pero si hubiera querido habría podido comprar uno que fuera más rápido», comenta Monteagudo. «No tienes tanta prisa ni Valencia es tan grande», asegura entre risas.
«No veo mal que se sancione a quien se pasa de la velocidad como se hace con los coches. El carné al final... cada usuario haría lo que quisiera, como de alguna manera mucha gente lo hace con el coche. Con un patinete la gente se tomaría aún más licencias», comenta Monteagudo. Su amiga María dice, sin embargo, que es cuestión de la educación de las personas. «Hay gente que se detiene en los pasos de cebra o te cede el paso si ve que no llegas, pero hay otros que no. No hay ningún medio de transporte que te subas y te vuelvas cívico. Ni al revés, aunque en algunos medios de transporte puedes acelerar si crees que vas a llegar a tiempo a un semáforo en ámbar. Andando no», comenta.
Otro tema son los accesos a Valencia, donde cada día se registran importantes atascos en hora punta. Lo sufre Giménez, como taxista y como vecino de una localidad situada en las afueras de la ciudad. Todos los participantes en el debate coinciden en que es necesaria una ciudad más amable, más cívica y con más facilidades para los vehículos no contaminantes, pero sin olvidar que decenas de miles de personas tienen que seguir cogiendo el coche día a día. El nuevo siglo ha de dirimir esta eterna dicotomía, que todavía no se ha resuelto.
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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