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Hermanas de la Madre de los Desamparados durante uno de los diarios repartos de comida. Damián Torres

Una comida para salvar a los menos favorecidos

Solidaridad. La congregación Madre de los Desamparados- San José de la Montaña y la parroquia de la Asunción de Benimaclet auxilian a los más golpeados por la crisis económica a causa del Covid-19

Francisco Ricós

Valencia

Martes, 5 de mayo 2020, 13:01

El sol empieza a mostrarse inmisericorde en Valencia. La mascarilla se pega a la piel en cada bocanada de aire. El poniente reseca la garganta y los ojos. Una decena de personas desafían el calor más o menos disciplinados. Poco a poco se les va uniendo más y más gente. Esperan pacientes, como casi todos los días, a que la Congregación Madre de los Desamparados-San José de la Montaña, entre Pérez Galdós y la Gran Vía, a espaldas de la Pechina, abra una de sus puertas verdes y empiece a repartirles una bolsa repleta de esperanza que les ayude a sobrevivir.

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La madre Paloma se encarga de que todos los días cerca de 30 indigentes de este barrio de Valencia y del de la Olivereta, al otro lado de Pérez Galdós, tengan un trozo de pan con el que alimentarse. «De toda la vida, desde hace más de 10 años, estamos dando bocadillos a cerca de 30 personas aproximadamente, de lunes a domingo», asegura.

A medida de que han ido transcurriendo los días de confinamiento, el estado de alarma ha ido haciendo mella en la paupérrima economía de los más desfavorecidos y las necesidades han empezado a aumentar.

«Todos los días acuden entre 40 y 50 personas a por la bolsa de comida. La mayoría es gente que vive en la calle, pero últimamente han empezado a venir personas que con esta crisis han perdido el trabajo. Son una 15 personas más de lo que era habitual», insiste la madre Paloma.

Desde hace casi un par de semanas han cambiado los bocadillos por un menú caliente con el que reconfortar los estómagos,. Ha sido gracias a la colaboración del Banco de Alimentos y a la Fundación World Central Kitchen que está operando en Valencia desde el pasado 3 de abril. «Repartimos las bolsas con menús que nos traen desde el Banco de Alimentos y que prepara la fundación del chef José Andrés» afirma con satisfacción. «Y si no hay bolsas con comida para todos, a los que no les llega les damos un bocadillo», apostilla.

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Exteriores del Banco de Alimentos durante la distribución de los menús que se preparan diariamente. LP

La gran mayoría de quienes están en la cola son hombres. Muchos son inmigrantes, o al menos lo parecen. Cabizbajos, rehuyen la conversación. La mayoría parece sentir vergüenza. Nadie quiere hablar. No falta incluso quien da la impresión de estar sobrio pocos minutos al día. Dan las gracias cuando las hermanas de la congregación Madre de los Desamparados-San José de la Montaña les dan el sustento, en muchas ocasiones el único que tienen cada día.

El Banco de Alimentos que dirige el infatigable Jaime Serra, en estrecha colaboración con la fundación de José Andrés, World Central Kitchen, reparte 1.300 comidas diarias en su inmensa mayoría a necesitados de la ciudad de Valencia. Da su apoyo a numerosas parroquias valencianas y del área metropolitana.

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Una de las parroquias que ha optado por otra vía es la de la Asunción de Nuestra Señora, en Benimaclet. Su párroco es José Antonio Varela que junto a un equipo de voluntarios de Cáritas, capitaneado por su coordinadora, Rosa María Gil, saca adelante un comedor social que con la crisis del Covid-19 se ha tenido que cerrar y reconvertir.

El decreto del estado de alerta cerró la instalación parroquial, al igual que suspendió la actividad de bares y restaurantes. Pese a que han empezado a relajarse las medidas de confinamiento y de que van a poder abrir bares y restaurantes, en este comedor de la parroquia de Benimaclet no saben qué van a poder hacer porque tienen espacio para 40 comensales muy pegados y no se podría guardar la distancia de seguridad.

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«En el comedor servíamos 50 menús que nos enviaban hoteles. Cerraron y no podíamos dejar a todas estas personas sin nada», afirma Rosa María Gil. Y no tuvieron más remedio que reinventarse para seguir apoyando a los que menos tienen. Ahora reparten bolsas de comida los miércoles y los sábados, y facilitan alimentos para que se donen en las parroquias de San Lorenzo y San Dioniso.

Dos cocineras y un cocinero posan un momento durante la preparación de la comida antes de empezar a repartirla. LP

La parroquia de Benimaclet se apoya en el Rotary Club Valencia Centro, en Consum y tiendas del barrio. «El Rotary nos ayudaba antes y también ahora para poder llenar las bolsas de comida. El otro día trajeron no sé cuantos kilos de arroz y 1.000 kilos de patatas», asegura José Antonio Varela, el párroco. Rosa María Gil apunta que Consum les ofrece cada día de reparto productos frescos cuya fecha de caducidad está próxima. «Sobre todo verdura, lácteos y carne. Los seleccionamos y se distribuyen. También hay comercios del barrio que saben que hay personas necesitadas y nos traen galletas, bollería, postres, verduras...» La mayor parte de las personas que acuden viven solas, «unas en una habitación alquilada, otras, donde pueden», indica Gil. «Algunas no tienen ni nevera», lamenta el párroco. «No podemos estar pendientes de si uno trae papeles o no. Lo importante son las personas, no los papeles», afirma Varela.

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