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Correos y Telefónica en la confluencia de la plaza del Ayuntamiento con las calles Lauria, Ribera y Paseo de Ruzafa. L. Garcés
La esquina de las comunicaciones, Valencia abierta a los cinco continentes
UNA CIUDAD EN CADA ESQUINA

La esquina de las comunicaciones, Valencia abierta a los cinco continentes

Correos y Telefónica trazan una de la esquinas más emblemáticas de la ciudad en la que también se citan los escenarios de las históricas y míticas cafeterías Lauria y Balanzá

Laura Garcés

Valencia

Jueves, 3 de agosto 2023, 00:44

Plaza del Ayuntamiento, esquina con las calles Lauria, Ribera y Paseo de Ruzafa, ciudad en ebullición. Ir y venir. Propios que no miran y extraños con callejero y google map en mano en busca de algo que ver. Transeúntes que caminan hacia un lugar se cruzan con los que no saben adónde van, o lo que es peor, con quienes ni siquiera tienen adonde ir. Vida urbana en esencia. Escenario vigilado por dos grandes: los históricos edificios de Correos y Telefónica. La pareja, en competencia frente a frente, perfila la esquina de la comunicación a la que hoy se dirige LAS PROVINCIAS al encuentro con otra de las pequeñas ciudades que construyen la gran ciudad. Contemplan la escena las esculturas que abrieron Valencia a los cinco continentes. Palabra dicha a través de cable y escrita sobre papel en años de verbo casi tangible hoy prácticamente vencido por mensajes virtuales que leen sobre las pantallas de sus teléfonos móviles quienes transitan las aceras.

Esculturas alegóricas de la fachada del Palacio de las Comunicaciones. Jesús Signes

Tanta ciudad hay en esta esquina que se escapa entre los dedos. Cuesta tomar una fotografía en la que todo quepa. Ofrecer su retrato obliga a fijar punto de referencia en el olivo que preside una pequeña isleta ajardinada, que adrede o por casualidad, crece en la dirección hacia la que miran los anfitriones de hoy. A su izquierda el imponente edificio al que el decir popular llamó Correos y que ahora, tras ser adquirido por la Generalitat, ha recuperado el título de su alta cuna: Palacio de las Comunicaciones.

La casa en la que entraban y desde las que salían sacas con palabras escritas se inauguró en 1923. Cuenta el Colegio de Arquitectos de Valencia que fue obra del zaragozano Miguel Ángel Navarro Pérez. Monumentales esculturas, alegoría de los cinco continentes, colocadas en el tímpano de la fachada como si de un reducido apostolario profanos se tratará, relatan que tan preciada esquina puso a Valencia en diálogo con el mundo en la segunda década del siglo XX. Cartas y símbolos telegráficos, describe el Colegio de Arquitectos, completan la ornamentación de una construcción inscrita en la memoria colectiva. Cuántos valencianos habrán depositado en sus bocas de león cartas remitidas a los Reyes Magos o con perfume de románticos mensajes. Misivas escritas en cuartilla encajada en sobre cerrado o en papel de bajo peso con envoltura postal orlada en blanco y azul cuando la carta viajaba en avión. Y telegramas de vía rápida a la espera de que un día llegara el inmediato mensaje por vía digital.

Edificio de Telefónica construido en 1926 en la esquina de la hoy plaza del Ayuntamiento con la calle Ribera. L. Garcés

A la derecha del olivo, en la acera de enfrente, una esquina de marcadas líneas rectas enlaza la plaza con la acera de los pares de la calle Ribera. Es obligado mirar hacia arriba. Por más que se haya contemplado sigue sorprendiendo el edificio de dos cuerpos cuya parte superior respira por ventanas en arco que irremediablemente conducen a paisajes urbanos de película americana. Es Telefónica, construcción que completó el perfil de la esquina de las comunicaciones en 1926. Los arquitectos Esteban de la Mora e Ignacio de Cárdenas, como explica el Colegio de Arquitectos, levantaron la construcción racionalista que trajo los rasgos de los rascacielos de la escuela de Chicago. Rara avis. Dice también el Colegio de Arquitectos que no intentó «ser grandilocuente, ni impositivo». Fuera como fuere, ¿se imagina Valencia sin él?

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En el interior de esta construcción con ventanas que no se cansan de mirar a la vez que despiertan curiosidad insaciable, las chicas del cable servían con un juego de números y clavijas el riiinggg, riiinggg que sonaba en domicilios con auriculares de baquelita negra colgados en alguna pared de la casa. Y si no, la puerta estaba abierta para recibir a cuantos se acercaran al locutorio a solicitar llamada desde una de aquellas cabinas que recorrían el patio de operaciones.

Edificio que acogió la afetería lauria en la actualidad. L. Garcés

Lo hemos dicho, estamos en un rincón que guarda mucha ciudad dentro. Entre Correos y Telefónica, como intermediarios de la relación, el espectacular edificio Balanzá -obra de Javier Goerlich y Francisco Almenar- saca pecho en la confluencia de la calle Ribera con el Paseo de Ruzafa. Y frente a éste, el que un día acogió en sus bajos de la calle Lauria con Paseo de Ruzafa la mítica cafetería donde ya hubo un hotel del mismo nombre. Uno y otro, lugares de peregrinación para la vida social de varias generaciones de valencianos. Atraían a jóvenes y mayores a las riberas de Telefónica y Correos en torno a terrazas de conversación en vivo; la otra comunicación, la de circuito privado en un entorno de luces de cines y de escaparates comerciales.

En el centro de la imagen, el edificio Balanzá. L. Garcés

Paredes que cuentan historias. Edificios que han superado y se han adaptado al paso de los años. Correos convertido en una especie de museo ha acogido, ni más ni menos, que a Sorolla. El edificio con aires de Chicago está vacío. Balanzá y Lauria parecen haber tomado el testigo para que la esquina de las comunicaciones no pierda su esencia. Una y otra lucen dos conocidos rótulos del universo de la nueva telefonía.

Valencia es otra. Así, en nuestra esquina de hoy se cita una generación de 'quedadas' por whatsapp que cuando se encuentra se saca un selfi para colgar en Instagram. Y graba un vídeo de amigos que publicará en tik-tok. La misma generación que transita de un lado a otro a toda velocidad con la mirada fijada sobre una pantalla en busca de un local de franquicia para vestir y también para cenar. Desde Correos, cinco esculturas la contemplan para contarle que allí tal vez arrancó la globalización.

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