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Damián torres
Cortar las alas a la caridad

Cortar las alas a la caridad

En Ciudad de la Esperanza se ven obligados a dejar a las puertas del centro a personas sin hogar por la merma en las subvenciones que reciben por parte del Ayuntamiento de Valencia

Mar Guadalajara

Valencia

Jueves, 26 de noviembre 2020, 00:02

En la distancia social que separa a quienes duermen en la calle de los que lo hacen bajo un techo está la caridad de entidades sociales como Ciudad de la Esperanza. Hace más de seis años que el padre Vicente Aparicio reformó el albergue para convertirlo en lo que es hoy: un centro integral para personas sin hogar. «En nuestra mano está dar un hogar a quienes la sociedad ha dado la espalda», dice Aparicio que acto seguido enumera las nacionalidades de los jóvenes que ahora acogen en el centro, cuenta cómo llegaron sin nada y la familia que ahora han formado. Con tristeza reconoce que podrían ser más pero a menudo se cortan las alas a la caridad.

«Últimamente tenemos algo de problema con el Ayuntamiento de Valencia que en los presupuestos hemos visto como se ha ido mermando las ayudas», comenta Aparicio. Pues Ciudad de la Esperanza es una asociación benéfico social, sin ánimo de lucro declarada de utilidad pública que mantiene un convenio con la administración municipal. «Teníamos hasta 80 plazas subvencionadas en el centro sin embargo para el año que viene nos han aprobado sólo 50», añade.

No es de extrañar cuando la rebaja de fondos municipales a entidades sociales de la ciudad ha sido latente. En concreto para esta asociación supone un recorte en las ayudas de un 54% pasando de 643.000 euros a los 300.000 euros exactos.

«No se puede trabajar ante una situación tan incierta, tenemos trabajadores y medios para dar acogida a más personas pero no nos dejan albergar a más usuarios, y es un poco preocupante. Además, nos han recortado bastante la subvención», dice Aparicio. Desde la concejalía de Servicios Sociales gestionan las plazas municipales para las personas sin hogar, entre ellas los pisos propiedad de la administración. «Esos pisos están casi vacíos y allí alojan a personas que lo necesitan pero estos pisos desgraciadamente no siempre resulta una buena manera de reinserción porque quienes han llegado aquí sin nada o quienes han perdido todo tras vivir en la calle necesitan más apoyos».

Desde Ciudad de la Esperanza reclaman mayor estabilidad para poder gestionar de la manera más eficiente los recursos que disponen. Consideran que los constantes cambios en las plazas que les admiten o en las subvenciones llevan a desperdiciar los efectivos con los que cuenta la entidad.

«Nosotros tenemos necesidad de tener unas condiciones fijas, no pueden ser tan volubles, no es lo mismo organizarnos para 80 que para menos personas. Y contando con el personal al que tampoco podemos tirarlos a la calle porque aunque ahora no les necesite, qué hacemos si en unos meses vuelven a ingresar nuevos beneficiarios», se cuestiona ya que explica que el centro cuenta con una plantilla de profesionales.

La crisis del coronavirus tampoco ha puesto las cosas fáciles para las entidades sociales y asociaciones de ayuda a colectivos dependientes que han tenido que reformar los servicios que ofrecían, reducir aforos en los centros además de implementar las medidas higiénicas y el personal pero contando con unas cuentas ya de por sí ajustadas.

«Sin duda hemos tenido que implementar las medidas por el coronavirus, proveernos de más material para poder disponer de mascarillas que les repartimos cada dos días, con geles hidroalcohólicos, además de ser contundentes con las distancias o de evitar ciertas actividades como el fútbol o el gimnasio para prevenir que no haya aglomeraciones, se les da charlas de cómo deben comportarse, también tenemos traductores en varios idiomas para que todos entiendan de qué se trata. Además, al ser bastante jóvenes debemos tener un plus de vigilancia tanto de día como de noche para evitar contagios. Estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano, también en el comedor donde comen de dos en dos y al entrar se les mide la temperatura», explica.

Las nuevas necesidades de la pandemia coinciden con la rebaja de fondos por parte del Ayuntamiento que ya está pasando factura a quienes no han dejado de trabajar por los más vulnerables. Algo que ocurre con el Banco de Alimentos de Valencia. Su presidente, Jaime Serra no deja de mostrar su indignación. «Este alcalde si fuera más coherente y se preocupara de verdad por las familias valencianas se daría cuenta de que hoy los servicios sociales no están, y nosotros llegamos donde ellos no llegan, hay una demanda social muy importante en la ciudad y tienen que recurrir a hacer colas para poder comer», asegura que no percibe ningún tipo de aportación. Su mensaje: «Que pasen por aquí con los servicios sociales, que vengan para mirar a los ojos a las familias que pasan hambre».

«Llegamos a donde los servicios sociales no llegan por las familias que lo necesita»

Jaime serra, presidente del banco de alimentos

El Banco de Alimentos ayuda a más de 1.200 familias de la ciudad. Su presidente, Jaime Serra lamenta que el Ayuntamiento se les niegue ayuda económica y un local donde establecer la organización. «Los ánimos están mal porque no se entiende que nos quiten todas las subvenciones y que después ayuden a otras asociaciones políticas», dice Serra. Ahora, vuelven a pedir al gobierno municipal un local pese a que se lo siguen negando. «Necesitamos un lugar para almacenar los alimentos que nos dan y para tener un espacio fijo al que puedan acudir las familias cuando lo necesiten sin tener que ir cada quince días a hacer los repartos», explica.

Para el presidente del Banco de Alimetnos es preocupante que cada vez sean más las familias que acuden a las colas del hambre. «Si este alcalde fuera más coherente y se preocupara de verdad por las familias valencianas se daría cuenta de que hoy los servicios sociales no están, están actuando sólo por teléfono y dan fecha para tres meses vista, hay una demanda social muy importante», añade.

«Tenemos mucha lista de espera y los gastos aumentan con el virus»

Hermanitas de ancianos desamparados

Las Hermanitas de Ancianos Desamparados atieneden a 190 residentes y la lista de espera ya supera el centenar para ingresar en la casa. Las hermanas de la congregación dan asistencia a los ancianos más necesitados, «algunos de ellos no tienen ayudas suficientes para pagar el coste de la plaza pero con otras ayudas que se reciben vamos saliendo», reconocen desde la congregación que con el Covid sus gastos van en aumento.

«Necesitamos mucha plantilla que es lo que más cuesta sostener, además hemos tenido bastante trabajo, las hermanas han puesto mucho esfuerzo frente al virus», y aún así insisten en que tanto la casa como el asilo suponen desde la pandemia un gran gasto.

Los recortes a esta entidad se deben a que finalizó el proyecto para el que solucionaron las ayudas. «No era un convenio, nunca hemos tenido convenio con el Ayuntamiento, fue un proyecto que solicitamos, fue una ayuda de un proyecto que solicitamos», matiza.

«Se han disparado las llamadas y la demanda de ayuda»

Ana maron, gerente de Asociación de Familiares del Alcheimer

Para la Asociación Familiares de Alzheimer el trabajo se ha endurecido tras la pandemia, Ana Moron, gerente de la Asociación reconoce que no han dejado de atender llamadas ni demandas de ayuda. Han tenido que ir adaptándose a las diferentes situaciones desde la primera fase, cuando tuvieron que cerrar el centro y los servicios de la entidad. «Tuvimos que adaptarnos porque la situación que estaban viviendo las familias en sus domicilios, sin ninguna ayuda y totalmente confinados, con un perfil de enfermos tan particular, pues nos obligó a buscar una alternativa, y aparte de la atención telefónica intentamos acceder a aquellas familias que estaban en peor situación a través del personal y llevando un poco el servicio a domicilio».

Los pacientes han empeorado al romper su dinámica durante el confinamiento y ahora sus necesidades son mayores. También se dispara la necesidad de atención. «Las necesidades si que han subido incluso la demanda de personas que nos están llamando, por sospecha de sufrir la enfermedad, se ha aumentado mucho desde el confinamiento, eso ha sido super evidente después del confinamiento», comenta.

«Es evidente que necesitamos más recursos económicos»

Manuel Campos, presidente de Asindown

La pandemia la han vivido con preocupación y extremando las medidas de seguridad. Desde Asindown explican que la calidad de vida de todas las personas tengan o no discapacidad intelectual se ha visto mermada, pero consideran que se trata de un escenario crítico. «Hemos hecho un esfuerzo tanto económico como humano en adaptar materiales, formar a nuestro alumnado en nuevas tecnologías y plantear proyectos innovadores», dice el director de la fundación, Manuel Campos.

respecto a la falta de ayudas, asegura que «desde Asindown trabajamos de forma cercana con la administración local», explica, aunque reconoce la falta de fondos para hacer frente a crisis como la del Covid y a las necesidades de la fundación.

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