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Una visita guiada camina en dirección al Mercado Central sorteando los trabajos de peatonalización de la Calle María Cristina, donde los obreros avanzan en el adoquinado. IVÁN ARLANDIS

Cruceristas entre trincheras en las calles de Valencia

Las obras del centro de la ciudad reciben a los turistas de tres cruceros en un mes que, junto a abril, registrará más de un tercio de las escalas de todo 2019

RUBÉN GARCÍA BASTIDA

Viernes, 6 de mayo 2022

Debe haber un choque al desembarcar en el puerto de Valencia después de haber revisado fotografías de los principales lugares turísticos de la ciudad ... y encontrar el centro tomado por los actuales perímetros vallados y la coreografía de sierras radiales, pero eso es lo que encuentran los centenares de cruceristas, procedentes de tres embarcaciones, que llegan entre las ocho y las ocho y media del viernes a la capital del Turia. Desean recorrer los principales hitos turísticos de una ciudad que les recibe con un rosario de obras y calles levantadas por los trabajos de mejora y peatonalización en el casco histórico.

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A primera hora, en la Plaza de la Virgen, un grupo de montadores prepara el espacio de cara a la Fiesta de la Virgen de los Desamparados, que se celebra este fin de semana. Todo en el aire huele a víspera, con el anuncio de un fin de semana que se anticipa de gran actividad en las calles. Junto a los actos de la festividad regresa también este sábado al puerto de Valencia el mayor crucero del mundo: el 'Wonder of the Sea', al que acompañará otra gran embarcación, el 'Carnival Pride'.

El resurgir del sector

Tras dos años casi sin actividad, la campaña de primavera de las navieras ha arrancado con fuerza en la ciudad. El puerto prevé superar este año las cerca de 200 escalas que se registraron en 2019 hasta alcanzar más de 290. La explosión que comenzó en abril, cuando llegaron al Puerto de Valencia 32 cruceros, se rebasará ampliamente este mes de mayo, para el que se prevén 44 desembarcos. Entre estos dos meses, el puerto acogerá más de un tercio de las escalas que registró en todo el año 2019. Las estimaciones de la entidad portuaria ya anticipan que 2022 podría acabar con la llegada de unos 800.000 pasajeros, casi el doble de los 430.000 que registró en el año previo a la pandemia.

En los comercios, la reactivación de la llegada masiva de turistas por mar ya se ha dejado notar. «Las últimas semanas han sido una locura, y aunque aún no estamos como antes de la pandemia, ya se acerca mucho. Debemos estar en torno al 90% de la actividad de antes», afirman en el Mercado Central las dependientas del puesto de frutos secos 'Tío Paco'. Ni siquiera los rigores climatológicos del último mes han hecho flojear la llegada de visitantes. «Aquí todavía se meten más cuando llueve, ¡lo que no saben es que dentro del mercado también llueve!», bromean en referencia a las goteras de la cubierta.

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En los alrededores del Mercado, el panorama es el de una ciudad a medio hacer. A los turistas que salen de visitar los puestos les envuelve una orquesta de martillos neumáticos, maquinaria y motores. Frente a la fachada, cuatro grandes contenedores de escombros rodeados por otros 16 de residuos y decenas de vallas metálicas estropean el vídeo panorámico que se llevará de recuerdo la más joven de un grupo de turistas franceses. No parece importarle. En el lateral, un operario arranca un enorme generador diésel que suelta una bocanada de humo negro justo en el momento en que pasa por la zona una excursión de alemanes. Uno de ellos resopla. La mujer a su lado utiliza la mano para abanicar el aire frente a su rostro. El resto tuerce el gesto.

Turistas pasean por la plaza de la Reina, todavía en obras. IVÁN ARLANDIS

Todo lo que no está ocupado por las obras, lo copan las terrazas. Carmen, una septuagenaria que reside en el centro, se queja de las dificultades que tiene para trasladar su compra del día a casa. «A ver si terminan ya, porque esto es horroroso».

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A pocos metros, en el kiosco de flores 'La Sonrisa', Ana explica que tuvo que cerrar durante seis meses. «Ahora el turismo ha vuelto a ser lo que era y las cosas están mejorando. Las obras me complican la descarga, pero al menos ya podemos trabajar».

Obreros, los nuevos vecinos

Los trabajos de peatonalización dejan en la calle María Cristina un estrecho pasillo que se disputan peatones, visitas guiadas, excursiones en bicicleta y patinetes. Dentro del perímetro delimitado por barreras amarillas trabajan obreros que adoquinan la calle a golpes de martillo de goma. Al otro lado se ven las puertas abiertas de las tiendas de souvenirs, aisladas pero amables, como una persona que saluda desde la otra orilla de un lago. En 'Afric Art', una de las tiendas afectadas, Josep, el propietario, parece llevar con una mezcla de resignación y esperanza la remodelación de la calle. «El mes pasado, para mí, fue un desastre, tuve que cerrar por horas debido a la obra. La lluvia también nos afectó». La facturación de Josep ha caído un 30 por ciento, pero confía en que cuando todo haya terminado «la zona va a ganar mucho. Esto es para mejor».

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Son ya tantos los meses que ha pasado rodeado de obreros, que ha comenzado a desarrollar una relación de amistad con ellos. «Son lo más enrollado que me he encontrado en la vida –dice– . Me cuentan sus cosas. Tienen sus historias. Yo entro a trabajar y da gusto. Cuando llego nos preguntamos cómo te va, qué haces. Me dicen que si la hija de uno es enfermera, que si tal. Y yo les cuento que mi hija se casa el mes que viene. ¡Por una vez he conseguido tener vecinos que hablan!».

En la plaza de la Reina, una de las más afectadas por las obras, un grupo de alemanas con la piel sonrosada gira al unísono sus sillas para ponerse de cara al sol y a la nube de polvo de la maquinaria. Las partículas que flotan en el aire tampoco disuaden a un británico de pedir las primeras cervezas. Junto a ellos pasan decenas de turistas esquivándose los unos a otros en un yincana compuesta por escalones y trincheras. Las sufren tres visitantes que, cargados con sus 'trolleys', desembocan en la plaza procedentes de carrer de la Corretgeria. Van siguiendo las indicaciones del navegador del móvil hasta que topan con la plaza cerrada. «Dice que tenemos que atravesarla», comenta sorprendida la líder antes de decidir que dará la vuelta alrededor de la Catedral y dejar de usar las ruedas para levantar su equipaje a pulso.

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«En obras llevamos desde el verano pasado», cuenta Ani, camarera en la Terraza de Santa Catalina. «Está siendo difícil, pero ahora, al menos, ya vemos la luz», comenta aliviada. Eso sí, la caja del negocio se ha resentido: «Mucha gente no quiere sentarse aquí con todo este ruido y este jaleo».

La cuestión de las obras también se escucha frente al Ayuntamiento. Allí, el guía de un grupo británico que recorre la ciudad en bicicleta hila el estruendo de los obreros con la pasión valenciana por la pirotecnia: «Les gusta el ruido. En las fiestas tiran fuegos artificiales. Hay mucho humo. Si ganan un partido, también lanzan fuegos artificiales. Si hay una boda, ¡lanzan fuegos artificiales!», dice despertando las risas de los turistas. Al acabar la explicación, retoman la marcha y se pierden con sus bicicletas entre el estrépito y la polvareda.

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