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Dentro del edificio Iturbi

Dentro del edificio Iturbi

Esta pequeña ciudad amurallada y su icónico cartel naranja vigilan desde 1980 en el Scalextric valenciano, todavía a la espera de que el proyecto del Parque Central sea una realidad «por completo»

TAMARA VILLENA

Valencia

Domingo, 6 de octubre 2019

Su nombre vigila la entrada a Valencia desde un llamativo cartel que ya forma parte de la iconografía popular de la ciudad. Reconocible y distintivo, el edificio Iturbi destaca en una zona que no hace mucho fue industrial y que ahora está marcada por las cicatrices urbanísticas en forma de vía que trazan el Scalextric valenciano. El bypass que une Giorgeta con Peris y Valero parte en dos el horizonte desde su azotea y el AVE pone banda sonora a la tranquila vida interna de esta «pequeña ciudad», como le gusta definirla al propio presidente del conjunto, Pedro Esquivias. Su ubicación, en la calle Amparo Iturbi, fue clave para que el arquitecto Joaquín Hernández decidiese, en el año 1976, el nombre y objetivo de la construcción: poner en valor el arte valenciano. El conjunto fue planteado como un homenaje a los reconocidos pianistas, Amparo y José Iturbi, que incluso llegaron a mandar su aprobación a través de una carta en la que daban permiso a la comunidad para el uso de su apellido como emblema del bloque. Aún la conservan. Eso, y el monumento erigido en el patio de entrada con los rostros de los hermanos valencianos, en una de las zonas ajardinadas de la construcción: «Han pasado más de 40 años y lo mantenemos igual», comenta el administrador de la comunidad, Carlos Real.

Galería. Vistas del Scalextric valenciano desde la azotea de Iturbi.

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Galería. Vistas del Scalextric valenciano desde la azotea de Iturbi. Tamara Villena

No es lo único que sigue igual. Formada por 333 viviendas y 1100 plazas para vehículos entre sus dos plantas de garaje, el día a día de esta extensa comunidad va más allá de un saludo casual en el patio: «Hay mucha gente, pero nos conocemos casi todos porque la mayoría somos vecinos de toda vida», reconoce Vicente Talón, residente en el inmueble desde hace más de tres décadas. Tras cuatro años de obras, los propietarios comenzaron a vivir en el edificio en junio de 1980 y «la mayoría no se ha ido, quieren disfrutar aquí de sus nietos y de todas las prestaciones de Iturbi». Que no son pocas: pistas de tenis, piscina, zona ajardinada… «Es como una urbanización, pero en vez de en Benidorm, estás a sólo diez minutos andando del centro de Valencia», observa Talón. Además, «la tranquilidad que ofrece este edificio es casi imposible de encontrar a día de hoy en plena ciudad- asegura Esquivias-. Los niños pueden bajar a jugar sin que tengas que preocuparte y la gente más mayor puede pasear sin tener que salir a la calle», aporta el presidente.

Es un factor especialmente destacable también para el arquitecto y especialista en la Valencia de los años 80, Manuel López: «Este tipo de espacios recreativos pensados para la comunidad es algo que aún hoy diferencia a Iturbi de casi todos los edificios de Valencia -detalla el experto-. Los nuevos barrios que se formaban en la Valencia de los ochenta carecían de parques, jardines o zonas deportivas y en esta construcción, en lugar de destinar el patio interior a locales industriales, se dejó a disposición de los vecinos», explica el doctorando en Historia de la Arquitectura de la Universidad de Harvard. Esta postura arquitectónica «suplía la ausencia de estándares urbanísticos en la ciudad tras quince años de gestión negligente, cómplice de la especulación», añade. «Sin duda, el edificio está pensado para dignificar la vida de un ciudadano en Valencia», coincide Talón.

«La tranquilidad que ofrece este edificio es casi imposible de encontrar, a día de hoy, en pleno centro de Valencia»

PEDRO ESQUIVIAS | PRESIDENTE DE LA COMUNIDAD

La convivencia vecinal perdura y se percibe, forjada por el uso de espacios comunes entre los que destacan un local social y otro pensado expresamente para celebraciones: «Son espacios de comunicación y zonas donde hemos hecho eventos como cumpleaños y actividades culturales como teatro», indica Talón. Hasta hace algunos años, tenían incluso un fin de semana de 'olimpiadas' organizadas por la asociación vecinal, donde participaba casi toda la comunidad, dividida en dos equipos que jugaban cada media hora a distintos deportes: «Futbito, tenis, dominó, frontón, carreras para los niños…Cuando sonaba la sirena se cambiaban los grupos y todos hacían de todo», explica el presidente del conjunto. Aquí paraba hasta el cartero de los Reyes Magos, una tarde en Navidad: «Llegamos a tener colas de hasta 150 niños», recuerda el administrador. Aunque no eran las únicas fiestas que celebraban: «Teníamos también una pequeña falla interna, con un fin de semana lleno de actos falleros», cuenta Real. Su figura es otra de las peculiaridades en la gestión del edificio: «Nos administramos nosotros mismos desde hace muchos años y nunca ha habido problemas», reconoce el presidente.

Galería. Carta del pianista José Iturbi a la comunidad del edificio y otros recuerdos de los vecinos.

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Galería. Carta del pianista José Iturbi a la comunidad del edificio y otros recuerdos de los vecinos. LP

¿Casualidad o destino?

Esta implicada comunidad siempre ha estado volcada con otro de los emblemas del edificio: Rubén Talón. Su trayectoria es una historia de premonición que parece cosa del destino: «Vivo aquí desde que nací, en el edificio Iturbi, en la calle dedicada a Amparo Iturbi e incluso estudié en el conservatorio de música Amparo Iturbi», cuenta el músico, que ahora es uno de los pianistas con mayor proyección internacional de su generación. Un «embajador» de la cultura valenciana y de su edificio, asegura su padre, Vicente Talón: «Para mí es un orgullo de haberme criado en un lugar que lleva el nombre de los Iturbi. Siempre que me preguntan cómo empecé, hablo de ellos y de mi edificio. Es imposible no hacerlo», confiesa el concertista.

Hasta él mismo reconoce lo anecdótico de la situación: «Puede que este lugar haya sido mi influencia para tocar el piano. Recuerdo jugar alrededor de la estatua y pensar '¿quiénes son?'. Los hermanos Iturbi fueron los primeros pianistas que escuché», relata el intérprete. Pero esta paradoja musical no acaba ahí. En el edificio Iturbi no sólo despertó la curiosidad artística de Talón, sino que también empezó su carrera cuando Amparo, su vecina del piso de arriba y miembro de la asociación de padres del Conservatorio Iturbi, le escuchó tocar desde el deslunado de la finca cuando solo tenía doce años: «Bajó y me preguntó si quería que me presentase a un profesor del conservatorio, Ricardo Roca, que ahora es el director. Quedé con él y ahí empezó todo», rememora el artista.

«Puede que este lugar haya sido mi influencia para tocar el piano»

RUBÉN TALÓN | PIANISTA Y VECINO DE ITURBI

Rubén lo tiene claro, no cambia su estudio en el edificio por nada del mundo. «Hace diez años que vivo en Italia, pero cuando estoy en Valencia vuelvo siempre aquí. Con todo esto, es normal que no me quiera ir», bromea sobre las prestaciones del conjunto. Aquí ensaya, da clases particulares de piano a un grupo de alumnos y se siente en casa: «Hasta ellos cuando vienen a clase se asombran de que el edificio esté dedicado a los Iturbi. Me dicen 'qué bonito, parece hecho aposta'», reconoce el pianista.

Por y para el ciudadano

El edificio Iturbi es una de las pocas Cooperativas de Agentes Comerciales que hay en Valencia, que como el conjunto Santa María Micaela, son «un modelo de propiedad alternativo al imperante, una manera de comprender la propiedad de forma colectiva e intensificar los lazos de la comunidad», explica López. Ideadas como viviendas de protección oficial (VPO), estaban pensadas para mejorar la vida de cualquier ciudadano valenciano, por lo que era obligatorio que hubieran también espacios para personas con movilidad reducida. «Por eso, en las esquinas se construyeron nueve bajos con distribuciones adaptadas, aunque al año hubo una modificación y pasaron a ser bajos comerciales», explica Esquivias.

Fue cerca de la calle Amparo Iturbi donde ocurrió un suceso que puso en el punto de mira al edificio como un ideal arquitectónico por sus prestaciones cívicas. Era 1990 y ETA volvió a dejar su huella de pánico con un coche bomba en la calle San Vicente: «Yo pasaba por esa calle todos los días. Justo esa mañana me dormí», recuerda Esquivias. La única víctima de aquel atentado fue una mujer, que perdió las piernas por el impacto de la metralla: «El Ayuntamiento se puso en contacto con nosotros para ofrecerle una de las viviendas adaptadas a la afectada. La llegamos a pintar y todo, pero finalmente el Consistorio le acondicionó otro lugar», cuenta Real. Aún así, la comunidad se muestra orgullosa de poder acoger a cualquiera: «Acabamos de hacer una reforma para bajar a nivel cero los ascensores y que sean accesibles para todo el mundo. Seguimos haciendo cosas, no paramos», asegura el presidente.

«Iturbi es una pieza arquitectónica singular en la ciudad de finales de los setenta»

mANUEL lÓPEZ | ARQUITECTO Y EXPERTO EN LA VALENCIA DE LOS AÑOS 80

Uno de los grafitis en la pasarela adyacente, con el nombre del edificio. Tamara Villena

La muralla valenciana

Pero su finalidad cívica, espacios recreativos y régimen de titularidad no son los únicos rasgos que hacen del inmueble una construcción destacable más allá de su contexto de origen: su lenguaje arquitectónico habla por sí solo. Ocupa su lugar como amoldándose al perímetro, atrapado entre las vías y lo que fue una zona industrial de Valencia hace varias décadas: «El solar vacío que tenemos al lado era Macosa, una de las empresas más grandes del mundo en fabricación de locomotoras y vagones de ferrocarril», recuerda Esquivias. Junto a ella, estaban la antigua fábrica de cervezas Turia y una panificadora, y justo en el otro extremo se ubicó el área militar, con «el parque de Artillería, el parque de Ingenieros y el de Intendencia», detalla el presidente.

La peculiar estructura de Iturbi, curvada y ajustándose a la esquina de la calle Amparo Iturbi, junto a las grandes dimensiones del edificio, «son propias de una zona de ensanche», asegura López. «Iturbi es una pieza arquitectónica singular en la ciudad de finales de los setenta», añade el arquitecto, unos años en los que la «yuxtaposición de construcciones de escaso valor proyectual, concebidas para generar los máximos beneficios a los productores» era la norma regente en el callejero valenciano. «Los distritos más allá de la Ronda de Tránsitos» fueron los más afectados por este fenómeno derivado de la especulación inmobiliaria en Valencia durante esta década. Iturbi se alza aquí como un desafío arquitectónico a lo establecido, algo que se plasma también en su morfología: «Da la impresión de ser un recinto amurallado, por su volumen compacto, color oscuro y acabado cerámico, aperturas puntuales en su robusta masa de ladrillo y balcones de barandilla de obra maciza», observa el experto.

A la espera del Parque Central

Cuando se edificó Iturbi, «Renfe tenía todo sus cercanías aquí, los vagones se pegaban en cadena y hacían mucho ruido, tuvimos muchos problemas con la empresa y Adif», añade Real. Luego todo se calmó, «cuando retiraron los cercanías a la Fuente de San Lluis y los ruidos aminoraron un poco», hasta que el paso del AVE volvió a interrumpir la tranquilidad del conjunto: «Hicimos un escrito porque parecía que pasaban más rápido de lo que deberían, pero ya ha mejorado», asegura el administrador. Aunque los vecinos preferirían otra cosa: «Las vías del AVE, en la avenida Poeta García Lorca, aún no están soterradas», señala el presidente. La proximidad de los railes impide darle un uso práctico a los bajos del lateral de la construcción: «Toda esta zona era muy bonita porque estaba columnada e iban a hacer locales comerciales, que le hubiera dado más vida al Parque Central, pero está llena de grafitis y completamente inutilizada. No la podemos aprovechar ni como parte de fachada, que es incluso más importante porque el edificio pierde parte de su atractivo arquitectónico al no soterrar las vías», incide Esquivias. «El Parque Central ya ha empezado a ser una realidad, pero todavía tiene que ir a más. Aún tenemos que cruzar la pasarela para ir al centro de Valencia, pero por lo menos cuando bajas las vistas ya son distintas», añade Vicente Talón.

Detalle del icónico cartel de Iturbi, desde su azotea. Tamara Villena

Para quien cruce el Scalextric en coche o para quien se aleje en tren, el cartel de 'Iturbi' es una señal inequívoca de geolocalización. Un referente a todo color «enraizado en la memoria colectiva» de la ciudad, «propio de las vanguardias de principios de siglo y su fascinación por la caligrafía metropolitana neón e influenciado por las propuestas contemporáneas estadounidenses, decididas a entender la arquitectura en términos de comunicación de masas», explica López. Iturbi sigue destacando en el entramado valenciano, como una fortaleza arquitectónica que logra mantenerse generación tras generación, porque quienes más la ponen en alza son sus propios vecinos, como reconoce Rubén Talón: «Muchos hemos crecido aquí y seguimos manteniendo hasta las amistades entre nosotros. Es una gran oportunidad vivir en este edificio, he tenido mucha suerte».

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