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David, junto a su madre Ana y su mujer Palida. Irene Marsilla
Diario de una víctima del incendio de Campanar

Diario de una víctima del incendio de Campanar

David Aguilar, propietario de una de las viviendas del edificio junto a su mujer y su madre, cuenta cómo han pasado la semana más convulsa de sus vidas

José Molins

Valencia

Jueves, 29 de febrero 2024, 01:02

Han pasado la peor semana de sus vidas. Tras vivir en primera persona la tragedia del incendio de Campanar, David Aguilar, su mujer Palida Paisanwan y su madre Ana han pasado por una montaña rusa de emociones en estos días, y reconocen que tienen sentimientos encontrados, con una mezcla de dolor, tristeza pero también alegría por estar vivos y satisfacción por haber contado con el apoyo enorme de su familia, amigos y allegados en estos momentos tan difíciles.

Jueves 22

David estaba trabajando fuera de Valencia, pero su esposa y su madre se encontraban en el interior de su vivienda en el edificio de Campanar. Justo en la parte opuesta de la finca a donde se inició el incendio, la que recae a la calle Rafael Alberti. «Me llama mi mujer, se les oía gritar a ella y a mi madre que había mucho humo», señala David. «Me pilla en shock, a los dos minutos me llama el dueño de un restaurante que está muy cerca del edificio, que es amigo mío y como suelo estar fuera a menudo porque vivo con mi mujer en Tailandia, está pendiente de mi madre. Me dice que mi casa se está quemando».

Y ahí sí que ya reaccionó de inmediato, con los nervios a flor de piel. «Le digo a mi mujer que salgan de casa ya. Se oye mucho ruido, salen de casa y dicen que en la escalera hay mucho humo y me cuelga», relata. «Vuelvo a llamar al restaurante de Quique y le pido por favor que vaya a sacar a mi familia. Él corre al edificio, mi mujer y mi madre de 88 años bajan, pero las escaleras estaban bloqueadas del humo, y tuvieron que bajar por el ascensor», cuenta. Aunque de los cuatro elevadores sólo funcionaban dos, porque justo en esos días los estaban reparando. «Cuando consiguen bajar, Quique me hace una videollamada, en la que veo a mi mujer y mi madre ya en la calle, veo el edificio en llamas, policía, bomberos. Fue un shock pero como mi familia está bien, me calmo», recuerda.

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Él llegó a la zona cero de Campanar pasadas las 18:30 horas, cuando todo el edifico ya estaba quemándose. «Mi casa fue de las últimas en arder. Era una escena de guerra, me di cuenta de la magnitud de la tragedia, era increíble. Fue todo una locura. Te vas quedando sin batería de la gente que me llamaba, intento contestar a amigos y familia, que estaban muy preocupados», asegura David. «Mi mujer iba con zapatillas de ir por casa, fui a comprarle unas de calle».

Tras identificarlos la Policía, de inmediato recibieron asistencia psicológica. «Parecía que era una escena de un atentado, con el hospital de campaña, vino la UME, un camión enorme de emergencias, ambulancias, mantas. Me recordaba a cosas que había visto en la tele, todo el mundo era muy amable, los vecinos de otros edificios empezaron a bajar ropa, toallas, colonia...», explica. «No sentí desconsuelo, porque recibí mil llamas, todos se ofrecieron a que fuéramos a su casa. La policía nos dijo que teníamos un hotel a nuestra disposición, pero esa primera noche como estaba muy afectado, mi mujer y yo fuimos a casa de un amigo en Campanar y mi madre se fue con la familia a casa de mis primos».

Viernes 23

Fue la noche más dura. Habían pasado sólo unas horas desde el horror. «No pude dormir nada y mi mujer tampoco. Casi pierdo a mi familia, te vas enterando que mi vecina de al lado ha fallecido, y me voy cuenta de que podía haber perdido a mi familia. Eso me provoca un desasosiego muy grande, miedo, no había sentido algo así», indica David.

Empezó poco a poco a salir del shock y a ser consciente de lo que ocurría, aunque siempre estuvo apoyado. «No tenía ropa pero me dejaron mis amigos. Otros amigos vinieron a estar con nosotros, nos trajeron dinero para ayudarnos, porque en ese momento no sabíamos nadie cómo se iba a solucionar lo del seguro y todo. Yo veía sufrir a mis amigos más que yo», expresa. No tenían de nada, así que había que organizarse. «Hicimos una lista de lo prioritario que había que comprar, como cargadores del móvil, ropa interior, de aseo. Solicité ir al hotel y me di de alta en el edificio municipal de Tabacalera como afectado del incendio», destaca.

Además, al ser abonado del Valencia CF, recibió una llamada que tampoco olvida. «Por la mañana me llamó Vicente Rodríguez, histórico exjugador, para interesarse por mí y poner a disposición al club para cualquier cosa que pudiera necesitar. Fue un detalle increíble, me dio incluso su teléfono para lo que necesitara», manifiesta.

Y prácticamente 24 horas después, visita por primera vez la zona del edificio incendiado. «Cuando salgo de comprar ropa paso por el edificio y veo cómo ha quedado, fue un golpe duro. Ahí fue cuando vi la magnitud de lo que había pasado, y empecé a asimilarlo. Creo que si llega a pasar por la noche morimos todos ahí, no lo quiero ni pensar», comenta el hombre. Pero recuerda el buen trato que recibió y siente la necesidad de ser agradecido. «Me acerco para hablar con los bomberos, fui a darle las gracias y luego a la policía. Fueron todos muy amables».

David y un amigo viendo vídeos y noticias sobre el incendio. I. Marsilla

Cuando se va de allí no puede evitar que siga dándole vueltas en su cabeza la imagen del edificio ardiendo, pero intenta tener la mente ocupada con decenas de tareas. «No paro de hacer cosas para evitar hundirme, y pienso que mi madre y mi mujer están conmigo, a mí lo que me preocupaba es que estuvieran bien», indica. «El sentimiento es de tristeza pero también de alegría por estar vivos. La gente no nos ha dejado solos, teníamos muchas cosas que hacer».

Y otro de los agradecimientos que hizo ese día fue con su amigo Quique, el dueño del restaurante que ayudó a su familia a salir a la calle. «Yo quería comer allí porque le estaré eternamente agradecido a Quique. Comemos allí dos amigos, mi madre, mi mujer y yo. Estaba casualmente la delegada del Gobierno, la ministra Morant y algunas personas más, que se acercaron a preocuparse por nosotros». Después se dirigió con su mujer al hotel Valencia Palace para pasar su primera noche, donde coincidió con otros vecinos que también, como él, lo habían perdido todo.

Sábado 24

En el hotel pudo dormir un poco más que la noche anterior, pero admite que tuvo «pesadillas, y mi mujer muchas más», señala. «A ella le angustió mucho cuando intentó bajar por las escaleras y estaban llenas de humo y que la vecina haya fallecido, eso le tortura». Tras comprar algo de ropa, recibió una llamada de la compañía aseguradora y se dirigió a una oficina en Campanar. «Me pagaron el total del contenido que tenía contratado, firmé el finiquito y me atendieron muy bien». Al menos ha podido solucionar ese aspecto muy rápido.

Ese día se lo tomó como relax. «Fue un día para empezar a entender el problema, reflexionar, afrontar la realidad, asumirla, porque la vida sigue y hay que solucionar cosas». También compartía cosas, experiencias e inquietudes con el resto de afectados. «Todos los días hablaba con los vecinos, al estar juntos en el hotel muchos, somos como una familia, en la cena estas juntos, han pasado por lo mismo y nos entendemos, y además están llamándome mil personas», cuenta.

Domingo 25

Entre esas llamadas, las de sus amigos. «Se empeñaron en venir a darnos ánimos y que me fuera a jugar al pádel con ellos y almorzar. Insistían en que tenía que desintoxicarme. Me trajeron ropa, etc, realmente era una excusa para almorzar y hablar, estar juntos. Un amigo me ofreció su apartamento, estoy muy agradecido».

Después de comer en el hotel, era el momento de atender el móvil, que tenía cientos de mensajes sin contestar desde la tragedia. «No había podido responder y tampoco quería copiar y pegar, fui personalizando cada mensaje», dice. Otro amigo suyo insistió y fue al hotel a tomarse algo con ellos. «Quedar con amigos me reconfortaba mucho, es de las mejores cosas. No me derrumbé en ningún momento, estaba triste pero pensando que estamos bien».

Lunes 26

Y tras un fin de semana más reflexivo, tocaba un día importante. Por segunda vez volvió a su edificio, donde la policía había llamado a los vecinos para que dijeran si se les podía recoger algo de valor de las viviendas. «Cuando llegué los bomberos estaban desescombrando justo mi terraza», apunta. «Un bombero vino a ver si había cosas de valor. Le expliqué dónde estaba la caja fuerte y subió y me la sacó. Se emocionó y todo cuando me la dio. Yo me emocioné también», relata. «No la he podido abrir todavía, necesito ir a que la abran con una radial. Es más un recuerdo de que se ha salvado algo de mi casa».

Cuando recogió sus pertenencias del edificio, entre ellas la caja fuerte. I. Marsilla

Pero no ha sido lo único. «El parking está intacto, y en el trastero se ha salvado todo. Allí guardaba cosas de mi madre de cuando era joven y todo eso se ha salvado. Cojo el coche con las cosas recuperadas y me voy a comer con mi mujer, mi madre, un amigo y su mujer. Se pusieron contentas al ver la caja, estaban impactadas al ver sus cosas».

Y después llegó el momento fuerte. A las 17 horas estaban convocados para la visita de los Reyes. «Fuimos andando hasta el Palau de la Música y cuando llegaron los Reyes, uno por uno nos fueron saludando, hablando con nosotros, muy cercanos, cariñosos, amables, muy emocionados también. A mi madre le hizo muchísima ilusión, estábamos todos los vecinos, pasando un rato agradable dentro de la dura situación», explica. «Con mi madre el Rey estuvo hablando más rato, escuchando, dándole ánimos, y mi madre estaba muy emocionada. Estaba también el presidente Mazón, la alcaldesa y la ministra Morant, hablé con todos».

El Rey, junto a la mujer y la madre de David el pasado lunes. D. A.

Martes 27

Se ha sentido ya con fuerzas de retomar un poco el contacto con su trabajo. «Me ha recogido una empresa porque teníamos un evento de trabajo, era un curso y he asistido. Yo me dedico a representación de empresas españolas en el sudeste asiático, traigo cosas, porque buena parte del año vivo con mi mujer en Tailandia, donde trabajo en remoto», apunta.

Otra vez suena el teléfono. «Me han dicho que me entregan hoy la vivienda tras la solicitud que hice el viernes. Dicen que traiga todo lo del hotel, que ya duermo allí en el piso esta noche». Otro punto que también ha arreglado pronto. «No sé cuándo regresaré a Tailandia con mi mujer, a finales de marzo o abril, cuando vea que mi madre lo tiene todo solucionado, porque ella se quedará en el edificio. Yo no tengo hermanos, y ella necesita ciertas ayudas y me tengo que ocupar. Cuando vea que tiene la casa, está contenta, entonces me iré».

Es el momento de recoger todas sus pertenencias porque van a abandonar la habitación del hotel. «Fue emocionante, los empleados también lo estaban, nos despidieron y nos fuimos a la nueva casa en Safranar. Allí mismo tienen una oficina y nos dieron las llaves», comenta. Van a emprender una nueva vida, pero con sus antiguos vecinos de nuevo como compañeros de edificio, todos juntos en un lugar nuevo. «Ahora podemos empezar a hacer una vida normal. Cuando nos instalamos vino mi familia, mis primos y tal. La casa nos la han dado totalmente equipada, han puesto mobiliario, sartenes, todo nuevo. Da sensación de hogar, es acogedor. Faltan algunas cosas que tengo que ir a comprar, como una tele o un secador, pero el piso ya tenía nevera y lavadora», cuenta David.

Miércoles 28

Ya han amanecido en la que va a ser su nueva casa los próximos meses. Y para comenzar este día que abre una nueva etapa, una buena noticia. «Hoy he recibido la invitación del Valencia CF para ir al palco de Mestalla contra el Real Madrid». En el edificio ha coincidido con varios vecinos y han decidido irse a comer juntos. Entre los comensales está Julián, el conserje que se ha hecho famoso en toda España por avisar puerta por puerta. «Nos llevamos muy bien y esto nos sirve a todos para compartir vivencias, cosas, hablar en la comida, saber cuándo es el entierro de nuestros vecinos, y en definitiva apoyarnos. Nos viene muy bien estar entre nosotros, hemos sufrido la misma experiencia», añade.

La familia junto a Julián, el conocido conserje del edificio. LP

David expresa que le parece cómodo vivir en este nuevo edificio de Safranar «porque somos todos los vecinos de Campanar». Y para terminar esta semana tan convulsa y peculiar, ha podido solucionar un tema importante. «He ido al banco y me han atendido muy bien, me han resuelto todo. Me han podido congelar la hipoteca durante unos meses, y para luego me han dado facilidades de pago», indica. Y acaba con el mejor resumen de filosofía vital. «Ha sido una gran desgracia pero damos gracias a la vida por estar vivos y unidos ahora».

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