![Obras en la plaza de la Reina | «Te empujan a irte de aquí»](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202110/07/media/cortadas/164753720--1248x820.jpg)
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La casa de Paco y Fina está separada del Miguelete por unos pocos metros, está tan cerca que desde el balcón parece que estirando el brazo se pueda tocar. A pesar de este privilegio, el matrimonio siempre tiene las ventanas cerradas, haga frío o calor. ... Tuvieron que pedir una licencia para la reforma, más de mil euros; después, las obras para colocar ventanales aislantes del ruido, otros seis mil. «El ruido en la plaza de la Reina es insoportable, las obras por el día y el jaleo por la noche, no hay manera, te empujan a irte de aquí», protesta Fina que relata cómo es el día a día viviendo en este punto del centro histórico.
Vivir a escasos metros de la catedral ha acabado por ser un infierno para el matrimonio que se ha planteado en más de una ocasión marcharse. «Estamos en una zona que aunque no lo parezca está degradada y maltratada, ahora por las obras, que contra eso no podemos hacer nada, pero se podría medir los decibelios y desde luego a ninguna industria española se le permitiría esto», comenta Paco.
El ruido y el polvo de las obras se cuela en la casa en cuanto abren el ventanal. «Esta mañana era aún más horrible, creía que me volvía loca pero es que hay momentos que el ruido es más intenso y se te clava en la cabeza y no hay manera», dice Fina que ni con las ventanas cerradas conseguía leer dos líneas seguidas del libro.
Pero las obras de reforma de la plaza de la Reina no es lo único que martiriza a los vecinos de la zona del centro. «Ahí abajo ponen paraetas, se ponen a vender de todo, además de las terrazas que ya ocupan todas las aceras, que se entiende que con la pandemia les hayan ayudado pero ahora ya se debería de marcar el suelo, porque no hay por donde pasar», añade Paco.
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Por las noches el espectáculo sigue: «mean en los árboles, se sientan a beber y aparecen con música o con guitarras, cantan a gritos hasta las dos de la mañana y los fines de semana hasta más tarde y además antes de las obras en el jardín, cocinaban y se lavaban el pelo, o tendían la ropa», asegura Fina. Y ambos coinciden al apuntar que cuando la reforma esté terminada y la plaza sea peatonal «esto aún será peor, aún nos tendremos que ir si la cosa va a peor».
El matrimonio se mudó hace veinte años porque siempre acababan visitando el centro. El cambio de la zona les lleva a plantearse irse para siempre. «Estamos acostumbrados a vivir en un pueblo y nos vinimos a la ciudad porque nos gustaba mucho, veníamos un montón cuando aquí no había nadie, ibas a pasear y estabas sólo, y dijimos que nos mudamos y entonces era maravilloso, no había nada de todo esto, son veinte años escasos y ha cambiado una barbaridad, hubo una temporada en la que en cuanto había alguien tocando música lo echaban y ahora no hacen nada».
Fina asegura que en el registro de llamadas de su teléfono se acumulan las que hace a la policía. «No hacen caso, y te ponen excusas para que, a ser posible, desistas y dejes de llamar».
El deterioro de la zona es más que evidente y aseguran que en la misma finca hay muchos vecinos descontentos. «Y es que te pueden decir, pues si no te gusta te vas, pero es que cuando yo vine no había nada de esto, así que, que se vayan los que han llegado aquí después», protesta Fina.
La plaza Ciudad de Brujas es otra zona castigada en la que los vecinos no sólo conviven con el polvo y el ruido de la maquinaria, también con la droga y la prostitución.
Óscar vive en una finca frente al Mercado Central, asomado a su balcón reconoce que a pesar de las molestias agradece que las obras estén en marcha. «Llevamos 25 años de obras aquí y por lo menos ahora ya lo están acabando, esperemos que lo terminen pronto porque después de todo este tiempo, las molestias son lo de menos, lo que queremos es que acabe todo ya», reconoce. Le preocupa más la droga y la prostitución que inundan el barrio. «Afecta más la degradación, hay yonkis hay prostitutas y te dicen de todo por la calle, hay gente que viene a comprar droga aquí, delante de todo el mundo por la calle y el miedo es que la plaza al ser ahora peatonal acabe aún más degradada con todo esto». Explica que esta problemática ha acabado por devaluar el precio de los pisos. «Aquí la gente no quiere venir a vivir cuando ve lo que hay por las noches, yo he intentado vender pero es imposible».
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